Y vaya que fue una noche larga.
Ni media hora transcurrió antes de que llegaran visitas a las puertas de la torre Alba Dorada: una sola persona, en realidad, con el cabello como si lo hubiesen cortado con cuchillos y la mirada perdida, con cortes superficiales y manchas de tierra y carbón en la cara. Tras desplomarse después de subir el último escalón que daba a las puertas, un par de agentes la llevaron adentro, a una habitación con aspecto de celda.
Kai ya estaba preparándose para ir a dormir, pero cuando le avisaron que una chica llamada Hanna estaba en muy mal estado al interior de alguna habitación del edificio, pidió ir de visita con ella cuanto antes.
— ¿Las puertas siguen abiertas? - Preguntó Kai al agente que vino a notificarle mientras ambos caminaban hacia donde tenían a Hanna, la excompañera de clases del chico. No podía ni imaginarse por qué de repente había aparecido ahí tras meses desde que la vio por última vez: desde que ella y Nessa discutieron en la plaza del campus, la chica dejó de asistir a clases, pero que ahora, había caído inconsciente al pie del bastión.
— Un camión de provisiones está descargando en las bodegas, pero después de eso, van a cerrar todas las entradas - Informó el agente - La jefa Nora ordenó que nos encerremos para evitar que la Armada tome esta torre.
Kai asintió: pese a no estar de acuerdo con encerrarse ahí mientras otros peleaban, comprendía lo sabio de aquella decisión. Nora preferiría demoler el edificio que entregarlo a sus enemigos.
Al detenerse frente a una puerta algo aislada del resto, el agente asintió con la cabeza mientras lo miraba a los ojos, indicándole que era ahí.
— ¿Es seguro? - Preguntó Kai. El agente asintió sin dudarlo: por lo visto, Hanna no había intentado atacar a nadie. "¿Por qué lo haría", se preguntó Kai, tan sólo para percatarse de lo desconfiado que se comportaba últimamente.
Tras abrir la puerta, se encontró a una Hanna ya despierta, cubriéndose con las sábanas de su cama, viéndolo fijamente y con expresión de haber visto un fantasma.
— ¿Quieres contarme? - Preguntó Kai, tomando asiento junto a la puerta, emparejándola pero sin dejar que se cerrara.
Frente a él, los labios de Hanna temblaron, pero al final, decidió abrir la boca.
— Bueno... te escucho.
— Se escondían de camino a Coatepec... por la vieja carretera, la de la montaña, con árboles y... no sé bien cómo llegué aquí - Balbuceó la chica.
— ¿Qué te hicieron? ¿Desde hace cuánto estás así? - Preguntó Kai, entrelazando los dedos de ambas manos mientras la observaba, notando cada pequeño detalle en el aspecto de Hanna: eso no era reciente. Si tuviese que apostar, la chica llevaba en tan mal estado desde hace horas.
Una bandeja con pan y leche estaba sobre la mesita de noche de la habitación: el vaso de leche estaba a medias y sólo quedaba un pan dulce a la mitad. Frente a él, Hanna soltó por fin las sábanas de la cama y se dispuso a explicarle.
— Vestían de rojo. Muchos tenían machetes. Me dieron de beber algo raro. Lo hicieron con hojas de una flor enorme - Explicó Hanna - Me preguntaron cosas que ya no recuerdo. Me cortaron el cabello y me tenían en un corral en el piso. Yo... perdón, perdón, perdón...
Kai reflexionó sobre lo que debería hacer, más que consciente del estado tan delicado en el que se encontraba la chica.
— Sé que vienen. Escapé hace un rato, yo...
— Descuida. Estás a salvo aquí. Sabemos que vienen. Intenta descansar un poco, ¿sí?
Hanna jadeó un poco. Ahora evitaba mirar a Kai. Lucía bastante agotada.
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Literatura según Kai
Teen FictionKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...