Era el día: faltando poco más de un mes para acabar las clases, Mei decidió declararse.Ensayó lo que quería decir varias veces frente al espejo, a riesgo de ser encontrada por alguno de sus muchos familiares. Al menos con su hermano menor podía solamente fingir que estaba recordando una dramática escena de alguna película que le gustaba, pero eso no le quitaría el bochorno de ser vista haciendo el ridículo, porque eso hacía: el ridículo.
— No puede ser tan difícil, chica - Se dijo a sí misma, tras atorarse a media frase otra vez.
— ¿Pero cómo pretendes decirle lo que sientes si te trabas cuando tratas de hablar? Y ni siquiera está frente a ti - Se respondió a sí misma, exteriorizando su debate interno como siempre que estaba a solas.
Se rindió a eso del cuarto para las cinco y terminó poniéndose el uniforme de Alba Dorada para ir a otra de las múltiples sesiones de entrenamiento gratuito que ofrecían en el enorme edificio que les servía de sede: su madre se despidió de ella mientras pasaba a toda prisa por las escaleras, directo a la calle.
Si podía recordar perfectamente los horarios de Kai, el chico estaría llegando a la sede en unos pocos minutos, aproximadamente lo mismo que le llevaría a ella llegar. Caminó (casi corrió) rumbo al edificio, a varias cuadras de su casa. Para cuando llegó, Mei se dio el lujo de exhalar todo el aire que cargaba en los pulmones y pensar que quizá ya no necesitaría estirarse antes del entrenamiento.
La rutina fue más o menos la misma de siempre, a cargo de una entrenadora asignada: la hizo saltar a través de aros fijos y en movimiento, trepar por una cuerda hasta el techo y luego balancear su cuerpo en un pasamanos a dos metros de altura frente a dicha cuerda... vaya que en Alba Dorada se tomaban muy en serio su entrenamiento.
Una vez terminó de hacer esos ejercicios, su entrenadora creyó que Mei ya estaba lista para ser atacada con una vara de aluminio. Mei, algo cansada y a quien la confrontación de su entrenadora tomó por sorpresa, apenas atinó a coger un bastoncillo la mitad de largo que el de la entrenadora para bloquear un par de golpes antes de tener chances de quejarse siquiera.
— ¡Me hubiese dejado agarrar uno de esos! - Se quejó Mei.
— ¡Los enemigos de Alba Dorada no juegan justo! ¡Debes estar lista para pelear en desventaja!
En ese momento (claro, por qué no), alguien a espaldas de Mei le apuntó con otra de esas varas de metal con puntas redondeadas de plástico: Mei no pudo voltear siquiera, optó por esquivar a un lado y dejar que su entrenadora y el segundo rival chocasen sus armas entre sí mientras ella alcanzaba a tomar una parecida.
Kai era el que se les había unido: blandiendo su arma desde la mitad y haciéndola girar sobre su eje mientras avanzaba, lucía bastante atractivo y su porte lucía más regio: Mei pudo darse cuenta de que el chico traía puesto un uniforme rojo y negro, distinto del característico blanco, amarillo y negro de los agentes normales.
Justo antes de recibir un bastonazo en la cabeza, Mei reaccionó, tratando de no embobarse de nuevo mientras su entrenadora y Kai la atacaban simultáneamente: pronto, se dio cuenta también de que no podía manipular adecuadamente esos bastones alargados que usaban Kai y la entrenadora.
— ¡Déjenme cambiar! - Alzó la voz, pidiendo una tregua temporal que, por supuesto, no fue concedida. Mei terminó arrojando su bastón, mismo que fue desviado por la entrenadora mientras Mei consiguió coger un par de varas de aluminio más cortas y ligeramente curvadas, como emulando a un gancho.
Finalmente, Mei logró darle con una de sus varas gemelas a la entrenadora y darle en el pecho a Kai con la otra, aunque sinceramente, sabía que fue más producto de una rápida sucesión de golpes hechos sin estrategia alguna.
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Literatura según Kai
Teen FictionKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...