T6E13: Alguien a quien solía conocer

7 2 4
                                    


Desde hacía varios días que Mei se había dado cuenta del nuevo ritual de su compañero de piso: todas las tardes, antes de dormir, entraba a su habitación y sacaba una caja de zapatos para leer lo que había dentro.

No es que ella fuera chismosa, pero a veces, Kai dejaba la puerta abierta. A veces, lo oía ahogar sus sollozos. No sabía qué le ocurría: un día estaba como loco investigando a los malasangres restantes en Xalapa y al siguiente, se deprimía frente a una caja de cartón.

Intentó, sin éxito alguno, averiguar lo que ocurría. Khanna, por supuesto, no sabía nada y Mei se sintió mal por preguntarle por Kai a su novia. Los pensamientos al respecto no eran agradables para consigo misma.

Kalea poco o nada sabía: se había asociado últimamente con organizaciones benéficas y logró establecer conexiones importantes de Alba Dorada con grupos de ayuda para grupos vulnerables, entre ellos, civiles desplazados por la guerra.

Tini y Alex vivían socializando y entrenando, respectivamente, y poco o nada hablaban con Kai últimamente. Si Toph sabía algo, se lo había guardado, así que difícilmente alguien sabía lo que ocurría con él, pero las respuestas de toda persona a la que Mei le hubo preguntado al respecto coincidían en algo: Kai lucía cada vez más deprimido y no parecía haber nada ni nadie que pudiera ayudarle.

¿Revisar aquella caja de zapatos? Impensable. Kai la había ayudado bastante y aquella no sería manera de retribuirle.

Tras salir de su clase de historia de la lengua, Mei pasó por la cafetería para recoger el termo que olvidó ahí al otro día, y ahí lo vio, sentado dándole la espalda a una esquina, leyendo en la tableta negra con bordes amarillos que le había proporcionado Alba Dorada a cada estudiante que se registró como analista, además de agente de campo: Kalea, Khanna y Mei tenían las suyas, pero la de Mei solía permanecer apagada la mayor parte del tiempo. Desgraciadamente, este semestre no tenía mucho tiempo para contribuir a la organización.

Mei quiso acercarse, pero algo en la expresión de Kai la disuadió. Estaba concentrado, pero no como si estuviera estudiando, sino más bien como si quisiera meterse dentro de la pantalla y cometer un crimen de odio.

Terminó yéndose al departamento.

Tini ya estaba ahí ese día. Después de calentarse un plato de comida cada una, su compañera le preguntó por qué se veía tan preocupada. ¿Quizá el ánimo de Kai se había empezado a volver contagioso?

— Sé de algo que podría animarte - Dijo Tini, abriendo la alacena para buscar un par de cajas con sobres de plástico dentro.

Mei se levantó de la mesa, dejando su plato en el fregadero. Tini estaba sacando huevos, leche, harina, levadura...

— ¿Quieres hacer pan?

— Postres - La corrigió Tini - Pero en esencia sí, es como pan con cosas dulces encima.

Pasaron una buena parte de la tarde en su nuevo proyecto de repostería: haciendo la masa, limpiando la mesa para ponerse a jugar cartas con un episodio de The Office de fondo. Cuando llegó la hora de sacar el pan del horno, se dieron cuenta de que aún no habían preparado lo que le iban a poner encima: Tini se las ingenió para derretir una barra de chocolate y tirarla encima del panqué. Además, hubo espacio para hornear algunos pastelillos.

Ya casi caía la noche cuando terminaron de decorarlos. Metieron algunos al refrigerador y cada quien se comió otro. Siguieron en la mesa, hablando de cosas, hasta que llegó Kai. Le ofrecieron un pastelillo y él sonrió, lo tomó del refrigerador y lo comió frente a ellas, de pie. Al terminar, les dio las gracias y se fue directo a su cuarto.

— Yo creo que le gustó - Dijo Tini, aunque Mei no podía saber a ciencia cierta si lo decía en serio o tan solo bromeaba. Probablemente no era broma. Digo, el pastelillo estaba delicioso, pero no fue suficiente para animar a su amigo.

Entrada la noche, Mei se levantó de la cama. Había olvidado poner la alarma en su teléfono. Aprovechó para ir a la cocina y servirse un vaso de agua: pese a que estaba entrando ya la primavera, el clima a esas horas siempre era frío en Xalapa.

Tras dejar su vaso secándose en el trastero, caminó de regreso a su habitación. La luz del dormitorio de Kai seguía encendida y Mei no pudo evitar acercarse, preocupada. La puerta estaba casi del todo abierta y ahí, bajo la tenue luz fría del cuarto de Kai, estaba su propietario, sentado en el suelo, con un papel en la mano: era una hoja de libreta a rayas, con los bordes arrugados y el papel percudido.

No decía nada. No se movía. Solo observaba el papel. Después de unos segundos que parecieron eternos, dobló el papel a la mitad y lo metió en la caja. Sacó otro: estaba dentro de un sobre acartonado, con bordes decorados con cinta roja, ya a medio despegar.

Mei siguió viendo, aunque sabía a la perfección que no debería hacerlo. Kai revisó cada papel al interior de esa caja, y después sacó una playera demasiado grande para él, la sostuvo frente a él y después la dobló. Luego, un jabón que lucía como si llevara años ahí. Después, una cadena, un anillo y un broche. Un parche bordado que decía "1° G" en letras rojas.

Cuando terminó, Mei se apartó discretamente de la puerta y entró a su cuarto. Giró el pomo sin hacer ruido. No durmió casi nada aquella noche.

A la mañana siguiente, en uno de sus ratos libres, Kai entró a la sala común del Paraselene, en la biblioteca. Solo entonces se dio cuenta Mei de que el chico se había ausentado casi medio mes de ahí. Aquél lugar se había vuelto algo solitario sin él yendo y viniendo de vez en cuándo.

— ¿Mei? Hola. Venía buscando... me dejé un libro aquí la última vez.

— Está en el estante del librero en casa. Lo recogí hace una semana porque tardaste mucho en volver por él - Le hizo saber ella.

Él ya se había dado la vuelta para irse cuando ella lo llamó.

— Kai, ¿estás bien?

Volteó, y su expresión pasó de ser un muro de hielo a mostrar sus ojeras, ojos mirando al suelo, el cansancio escurriéndole por todo el rostro y un "eres la primera en preguntarme" escapándosele del iris de los ojos.

— ¿Puedo ayudarte con algo? Lo que sea - Dijo Mei.

— De hecho, sí puedes - Reconoció Kai - ¿Te puedo ver después de clases? En el comedor.

Mei aceptó. Antes de irse, abrazó al chico y no se separó hasta después de varios segundos.

Quizá era su imaginación, pero le pareció que los hombros de Kai estaban menos tensos que cuando llegó.

Tras una eterna jornada de clases, Mei esperó en la cafetería a que Kai bajara de su salón para reunirse con ella.

Ni bien se asomó, ella cogió su mochila, lista para seguirlo, pero él caminó hacia su mesa y botó su mochila junto a la de Mei.

— ¿Alguna vez te hablé de Noah Nakamura? - Preguntó.

Literatura según KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora