— ¡Es militarizar al alumnado! - Se quejó una chica del grupo de Maya.— ¿De qué necesitaríamos defendernos? - Preguntó otra, de primer curso.
— ¿Están diciendo que no podemos defenderlos solos? - Se quejó otro.
— No, no puedes - Aseguró otro, al lado del quejoso.
Recién entraron los estudiantes, se dieron cuenta: en todos los tablones de anuncios del campus se habían puesto aquellos anuncios, al más puro estilo del "Tío Sam" pidiendo que te enlistes en el ejército, los carteles de Alba Dorada estaban inundando las facultades de aquél campus universitario. Tan sólo ofertaban clases de defensa personal, artes marciales y otras disciplinas que usualmente se reservaban para sus miembros activos.
Claro, todo esto había ocasionado un sinfín de comentarios a lo largo y ancho de los pasillos: Ramsés y Maya, con opiniones divididas al respecto, se voltearon a ver el uno al otro. La concesión había sido firmada el día anterior por el rector de la universidad y algunos directores de facultad que prestarían sus aulas para las clases extracurriculares.
— ¿Quién autorizó esto?
— No, amigo, a mis padres no les va a gustar esto.
— ¿Hay una clase de uso de armas de fuego? - Preguntó una chica, revisando las letras chiquitas de los carteles - ¿Cómo es que dirección autorizó esto?
— Alba Dorada se está tomando muchas libertades - Opinó Nessa, de frente a uno de esos carteles. Sin embargo, no protestó más que eso.
Pero... ¿En dónde estaban los responsables de todo esto?
Fue un largo camino. No fue lineal ni limpio. El coche que tomaron de la torre Alba Dorada probablemente necesitaría ser lavado con chorros de agua a presión después de esto, pero por fin, estaban llegando a la ladera de aquella colina a la que Mei y Kai llegaron después de bajarse de aquél autobús hace más de un año.
Toph iba conduciendo mientras que ambos, en los asientos de pasajeros, iban atentos a cualquier señal en el camino. Sin embargo, la carretera se encontraba inusualmente desierta.
— Creo que es aquí - Indicó Mei, pidiéndole a la otra chica que detuviera el carro.
Tres pares de botas chocaron contra la tierra húmeda, casi lodo, en donde se encontraba el campamento Malasangre, o al menos, sus restos.
— Estaba lleno de camionetas y tiendas de campaña del tamaño para guardar un camión dentro - Se extrañó Mei - ¿Cómo es que se fueron así nada más? ¡No pueden...!
Los tres estaban pensando en lo mismo: si se habían movido (y difícilmente para retirarse), habían movido su campamento a un punto más estratégico, mejor ubicado... quizá incluso más cerca de la ciudad. Sin embargo, las huellas humanas seguían indicándoles que se habían instalado ahí hace poco: un amplio y lodoso claro en medio de un frondoso bosque, franjas de tierra más bajas que otras... casi podías ver los lugares en los que se habían estacionado las camionetas y las marcas que dejaban las cajas al caer al piso.
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Literatura según Kai
Teen FictionKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...