Interludio: El cuarto año

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Kai volvió a La Ciudad para vacacionar, pero esta vez no lo hizo solo.

Aprovechando que Toph también había llegado ahí para ver a su familia, Mei decidió sumarse al plan: los tres llegaron y, mientras que Toph se iba con sus padres, tanto Kai como Mei terminaron en casa de Amelia Hardeen.

Serían dos semanas de vacaciones en aquél pueblo alejado de la mano de dios que en algún momento decidieron nombrar ciudad. Mei se alegró al ver a los perritos que pululaban a sus anchas por casa de Amelia y Toph vino a verlos al segundo día: jugaron cartas un rato, y salieron por ahí también.

Lo importante ocurrió el primer fin de semana tras su llegada.

Kai y Toph habían planeado una salida a la plaza de armas de la ciudad: Mei los acompañó, sin saber bien qué esperarse.

Se dio cuenta de que habría un evento ahí, a juzgar por la gran cantidad de personas que se habían congregado alrededor. No parecían ser miembros de Alba Dorada, a juzgar por cómo iban vestidos. También había muchos señores y señoras, ancianos y niños. Ninguno uniformado.

Un par de chicos con micrófonos en mano se pararon en medio de la plaza, bajo el sol, con hojas de papel en sus manos, con texto impreso.

A mitad de la plaza se alzaba un obelisco de piedra, con palabras grabadas en él. Mei no pudo ver qué decían, pues Toph y Kai no estaban lo suficientemente cerca de los oradores.

Y entonces empezaron: era una lista de nombres. Mei no conocía a nadie de los que enlistaban por turnos, primero uno y luego el otro. Quería preguntarle a sus amigos, pero no se atrevía a abrir la boca: nadie más hablaba. La atmósfera del lugar le hacía saber que era un ambiente casi fúnebre, sofocante.

Cuando uno de ellos leyó el último nombre, el otro dijo unas palabras: "En memoria de los fallecidos durante el asedio a La Ciudad y los héroes que cayeron siendo nuestro escudo".

Mei tragó saliva.

Claro.

Se acercó al monumento mientras sus amigos hablaban con algún conocido que los vio en la congregación. Leyó entre los nombres en la base a un montón de gente que no le sonaba de nada hasta toparse con algo que sí reconoció: el nombre de Caín Abad. ¿Por qué le sonaba tanto?

Su memoria la transportó de vuelta a Alto Lucero, a aquél lugar retirado donde tenían un domo con plantas y animales dentro: a Val Nakamura, Zarina y su hija, hija también de Caín Abad. ¿Había muerto defendiendo La Ciudad?

Una semana después, volvieron a Xalapa. Mei no le había preguntado directamente a Kai por lo de la congregación, así que, en el camión de vuelta, decidió dirigirse a Toph. Para su sorpresa, ella le dijo de buena gana todo lo que sabía.

"Caín era un buen chico: era amigo de Kai. Se sentaban juntos en preparatoria. Fueron ambos novios de una chica llamada Noah Nakamura, en momentos distintos. Se suicidó".

"¿Entonces por qué aparece su nombre en el pilar de los caídos durante el asedio?", preguntó Mei, sin entender, pero comenzando a hacerse una idea.

"Tal vez Kai no quiso permitir que desapareciera de la historia así nada más. Tal vez quería que todos lo recordaran como un héroe".

Una vez más, Kai guardó silencio sobre el tema. Los días antes de volver a clases seguían transcurriendo, y Mei no podía encontrar la oportunidad para hablar del tema, como si el avance que hizo al llevarla a conocer a la hermana de Noah y al resto de esa gente, no existiera.

Deprimida, pero no derrotada, Mei estaba empeñada en descubrir qué era aquello que le dolía tanto a Kai, y cómo podía remediarlo.

Literatura según KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora