Preocupación intrínseca

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Los pasos de ambos changlongs resonaban rápidos por los pasillos de camino al hangar. Estaban tan cerca de poder resolver aquel tortuoso problema que los dos sentían una gran ansia carcomerles el pecho. Finalmente, tras días de gran angustia podrían traer de vuelta a su hijo.

El corazón de Freezer latía con demasiada rapidez, ansiando encontrarse con aquel contrabandista y ordenarle de una vez que se pusiese en marcha de una vez. Lo malo es que aún no había recibido noticias de Killari sobre el posible paradero de su pequeño y así sería aún más difícil el trabajo del profesional que iban a contra-
-¡Freezer! ¿Me estás escuchando?
El emperador salió de sus pensamientos para encontrarse con que Frost le estaba sujetando por los hombros con cara de preocupación.
-Has empezado a hiperventilar... -las manos del pirata acariciaron la rosada piel de los brazos de su pareja -. Respira hondo. Y por una vez en tu vida, confía. Zero dará con él.

Tras un par de minutos más recorriendo los pasillos de la nave, ambos llegaron al hangar, donde Shirty no tardó en acercarse corriendo a ellos.
-¡Todo hecho al pie de la letra, jefe! Zero ya está debidamente informado de lo que ha pasado y del aspecto que tiene el objetivo que debe buscar -afirmó haciendo un aspaviento con el brazo en dirección al changlong que se acercaba a zancadas.
-Frost -saludó escuetamente, su mente plagada de incertidumbre como para andar con su usual actitud jovial.
-Zero -saludó de igual manera Frost, que al momento señaló con su mano a su contraparte -. Él es Freezer.

Los ojos carmesí del emperador examinaron a aquel miembro de su especie perteneciente al mismo universo que el azulado.
Definitivamente no iba a pasar desapercibido entre la altura, los anillos de oro que llevaba en sus cuernos, el hecho de que... Bueno. Que no había más changlongs en el universo aparte de los Cold...
Suspiró profundamente. Confía. Miró de nuevo al recién llegado y saludó él también.
-Encantado. Espero que puedas ayudarnos... Es una situación delicada.
Zero asintió solemne.
-Recuperaré a vuestro hijo lo más pronto que pueda. Esa pobre criatura debería estar cerca de sus padres, no perdida a saber dónde.

Sin embargo, aquella criatura no estaba perdida en lo más mínimo. Al contrario, estaba siendo atendido de forma muy cuidadosa. Unos cuidados por los que el hermoso modelo temió al día siguiente, al pretender sacarlo del apartamento por un rato.
-No dudes tanto y agárralo de una vez, Zarbon. Vas a llegar tarde.
-¡Pero y si le hago daño! Debo tener cuidado al manipularlo... ¡Podría provocarle un daño irreparable si aplasto el cascarón!
Dodoria suspiró y puso frente al peliverde el porta-bebés que habían comprado.
-¿Por qué no estrenas ésto y dejas de andar como alma en pena?

Zarbon miró el pedazo de tela y después a su pequeño huevo. Tragó saliva inquieto y con manos un tanto temblorosas fue a agarrarlo para ponerlo bien sujeto en el tejido que le ayudaría a transportarlo...
-Preferiría no moverlo mucho -susurró acariciándolo con sumo cuidado tras haberlo colocado -. No debería tener cambios bruscos de ningún tipo.
Dodoria le miró escéptico cruzándose de brazos. Un poco tarde para no darle meneos al crío. Aunque ciertamente habían tenido cuidado de moverlo lo menos posible...
Suspiró y le dio una palmada en el hombro al peliverde.
-Tú tranqui. Todo irá bien -dijo dándole una media sonrisa que esperaba que fuese medianamente tranquilizadora -. Además, dijiste que te parecía bien llevarlo a tu próxima sesión, ¿no?

Zarbon asintió despacio y con lentitud se ajustó el objeto al pecho... Sus ojos brillando intensamente al percatarse de lo cercano que tenía el huevo a su cuerpo...
-Está bien... No pasará nada por que le dé el aire un ratito -dijo en voz baja, poniéndose una chaqueta por encima y colgando de su hombro una bolsa para poder disimular de algún modo el pequeño bulto que suponía su "hijo" en su torso.
Su mirada pareció perderse unos momentos, deliberando aquello detenidamente... Hasta ese momento, tan solo había pensado en poner a salvo a la pequeña criatura. No había considerado... O no se había parado a pensar en profundidad que quizás iba a ser mucho más que otro huevo que se esforzaba por incubar. Iba a ser su cría.
Tragó saliva y se ajustó las prendas con nerviosismo por aquel súbito pensamiento, tras lo que miró de refilón al rosado.
-Oye, Dodo... ¿Puedes acompañarme? Me sentiría más seguro.

Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora