Gente inesperada

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-¿Entonces él lo sabe?
Zarbon asintió con la cabeza, apesadumbrado.
-Por eso intenté no liarla, para no darle razones de contárselo al señor Freezer pero... Al final...
-Bueno... No desesperes aún. Quizás no lo haga -dijo Dodoria apoyándose en el marco de la puerta, dispuesto a marcharse ya -. Al señor Frost le gusta mucho meterse contigo como para contarle al señor Freezer sobre tu implicación en... -miró hacia atrás para asegurarse de que no había nadie en el pasillo -Bueno, ya sabes. No creo que quiera que el señor Freezer le arrebate la oportunidad de castigarte, así que dudo mucho que se lo cuente.
El peliverde asintió levemente para, acto seguido, retirar la mirada.
-Gracias... -susurró sintiendo sus mejillas calentarse -De no ser por ti, seguiría pareciendo un felpudo...
Dodoria no pudo más que reír ante el comentario, lo cual hizo que la expresión avergonzada de Zarbon aumentara más aún si cabía.
-Lo has dicho tú, no yo -dijo entre risas. Sin embargo, al ver que su amigo no parecía por la labor de reírse él también, simplemente le dió un suave apretón en el brazo para despedirse -No le des más vueltas y vete a dormir. Necesitas descansar.

Zarbon se quedó mirando a su amigo mientras caminaba por el pasillo camino a su habitación y, cuando le vió abrir la puerta y girarse hacia él, agitó su mano en el aire para finalmente despedirse tras aquel día.
Una vez se quedó sólo en su habitación, suspiró pesadamente. Había sido uno de los días más bochornosos que recordaba, suponía que habría habido otros peores pero esos los había borrado de su mente, pero al menos nadie le había visto así. Porque si además su señor le hubiera llegado a ver... Sin duda se habría muerto del disgusto. Los dos habrían muerto.
-Al menos ya ha pasado todo... Y exceptuando a Dodoria, nadie más ha visto mi lamentable aspecto.
Se sentó en su cama meditando aquello pausadamente. Su amigo le había sacado nuevamente de una situación bochornosa...
-Ya he perdido la cuenta de cuántas le debo... -murmuró metiéndose en su cama y cerrando los ojos, deseando olvidar ese horrible día cuanto antes.





Unas pocas horas después, la sombra de un peligro inminente avanzaba cautelosamente por los pasillos de la nave, en busca de la habitación del hombre con quien pretendía ajustar cuentas.
-No debería estar haciendo esto -pensó en un momento dado, replanteándose lo que pensaba hacer. Sin embargo, el recuerdo de esos ojos dorados llenos del odio más puro le hicieron volver a su cometido -. No debería, pero lo haré igualmente.
Con mucho sigilo, aquella persona fue pasando por las numerosos pasillos buscando el ki de quien buscaba hasta que finalmente consiguió dar con él. -De modo que aquí es...

Una sensación peligro golpeó como si se tratara de un martillo el subconsciente del peliverde, haciendo que se despertara de golpe. Sin embargo, no se movió un milímetro, pues podía sentir que a su espalda se cernía una presencia con claras intenciones hostiles. Al estar recostado hacia la pared, era incapaz de ver de quién se trataba y tampoco podía alcanzar su scouter para identificar la señal de su energía... Lo único que podía hacer era quedarse completamente inmóvil, a expensas de lo que aquella persona quisiera hacer con él. La angustia comenzó a hacer acto de presencia, intentando suplir la calma y el razocinio con el que Zarbon pretendía actuar. Aquello no era bueno, sin duda. Podía sentir perfectamente como la sombra de la muerte comenzaba a cernirse sobre él... Y ni tan siquiera se veía capaz de gritar para pedir ayuda.

Mientras intentaba pensar en un plan para poder salir vivo de ahí, sintió una mano agarrar fuertemente su mandíbula y girarle la cara hacia la derecha, de modo que su asaltante pudiera observar su rostro.
Y fue ahí cuando se le encogió por completo el corazón, al ver junto a él al hombre que había contratado días atrás para acabar con la vida de Frost.
Preso del pánico, intentó reunir fuerzas para llamar la atención de alguien con un grito y que fueran a socorrerle... Pero un chillido ahogado fue lo único que consiguió salir de su garganta.

Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora