Maldades que se entrecruzan

Sed de venganza

Frost miraba atento todo lo que le rodeaba mientras que Zarbon le iba explicando qué era cada lugar. Recorrieron todas las calles en las que el changlong se mostraba interesado, yendo de un lado para otro durante un par de horas.
Cuando la curiosidad de Frost se dio por satisfecha, Zarbon puso en marcha su plan.
-Aún hay un lugar bastante importante para el imperio que no ha visto.
Frost lo miró con los ojos muy abiertos dando a entender que quería visitar ese sitio.
-En ese caso, sígame -dijo Zarbon indicándole que fuera tras él.

Ambos pasaron por unas cuantas calles hasta que llegaron a un cruce de avenidas bastante amplio.
-¿Y bien? ¿Qué sitio es? -preguntó Frost mirando curioso a Zarbon.
-Tu nuevo hogar -respondió con una sonrisa triunfante.
Frost comprendió que aquello no era más que una trampa e inmediatamente se puso en guardia. Sin embargo, un diminuto dardo se clavó en su cuello sin dejarle tiempo para reaccionar, cayendo inconsciente a causa del veneno.

-¿Qué... Qué ha pasado? -Frost abrió los ojos aún adormilado, intentando recordar por qué se había dormido.
Se levantó del suelo donde estaba tirado y miró confuso a su alrededor.
-Esto parece... Una caja -dijo mientras se giraba escrutando aquel sitio - ¡¿Eso son barrotes?!
Corrió hacia la verja y se aferró a ella mientras metía la cara entre los barrotes para intentar ver algo de lo que ocurría.
-¡Sacadme de aquí! ¡Yo no he hecho nada!
-Eso no es cierto.
Frost miró a la derecha y se encontró con un carcelero que lo miraba con rabia.
-Sí que ha hecho algo. Ha intentado engañarnos a todos hacerse pasar por nuestro emperador.
-¿Qué? Yo no hecho tal cosa - contestó Frost realmente frustrado -. No tengo intención ninguna de hacerme pasar por...
-¡Silencio! -el hombre arremetió contra su prisionero, estampando su puño en la cara del changlong.
-¡Ayyy! ¿Pero qué...? -Frost se tambaleó confuso.
-Ese veneno es muy fuerte, es lógico que tus reacciones sean lentas... Además, aunque trates escapar no lo conseguirás nunca -afirmó orgulloso el carcelero -estas celdas anulan toda energía.
Aquello fue como una jarra de agua fría para Frost. No podría salir de allí por su cuenta. Y, por culpa del veneno que a saber cuando dejara de hacer efecto, para cuando se le ocurriera un plan seguro que Freezer ya se habría marchado de ese planeta.
-No puedo creer que esté ocurriendo esto. He caído de lleno en la trampa de Zarbon y encima no podré librarme de ésta... -susurró con la voz rota mientras se sentaba junto a la pared más lejana de la verja.

Zarbon caminaba feliz, libre por fin de preocupaciones, camino de encontrarse con Dodoria y su señor.
-Ya nadie se interpondrá en mi camino -pensó sonriente - ¡Ah! Ahí están.
Corrió levemente hacia ellos y se les unió en su camino de regreso a la nave.
-Oh, ¿ya estáis de vuelta? -comentó Freezer mientras giraba la cabeza para mirar a los recién llegados, pero encontrándose sólo con uno -¿Y Frost?
-Dijo que quería quedarse un rato más, viendo todo tranquilamente -contestó sereno Zarbon.
-¡¿Qué?! ¡Ni hablar! Tenemos que volver de inmediato -gritó el emperador furioso.
-Vamos, no se preocupe. Seguro que llegará pronto.
Freezer miró dudoso a su mano derecha, que le sonreía de forma tranquilizadora.
-Está bien -dijo resignándose -. Nos adelantaremos.
Los tres se pusieron entonces en marcha. Mientras caminaban, Dodoria llamó ligeramente la atención de Zarbon y le miró interrogante, a lo que el otro respondió asintiendo de forma casi imperceptible.

Cuando llegaron a la nave Frost, obviamente, aún no estaba ahí. Freezer se escamó ante esto pero hizo como si nada y simplemente ingresó a la nave seguido de sus guardaespaldas.
Se dirigieron a la sala de control y allí el emperador ordenó poner rumbo hacia el planeta al que tenían pensado ir antes de quedarse sin combustible. Durante un largo rato, Freezer estuvo dando instrucciones para que todo marchase bien, pero recordó que tenía que solucionar los papeles de los asuntos que había ido a arreglar.
-Zarbon, Dodoria. Estaré en mi despacho -les informó -Si aparece ese idiota, hacédmelo saber.
-Sí, señor -respondieron ambos.