Maldades que se entrecruzan

Final de trayecto

Los ojos somnolientos de Dodoria se abrieron poco a poco, tratando de enfocar lo que tenía delante. Lo que debía de hacer frente durante varios días más. Suspiró con cansancio al levantarse un poco sobre sus codos y ver alrededor. ¿Cuántos días habían pasado? Ni se había molestado en contarlos. Solo sabía que a pesar de que Zarbon se había estado esforzando en separarse del niño, en ese momento los tenía a los dos acurrucados junto a él, durmiendo plácidamente.
-Así malamente podrá desvincularse del crío -masculló en voz baja.

La pequeña habitación de la que disponía la nave estaba totalmente en penumbra, pero de repente los ojos de Dodoria captaron una tenue luz que claramente venía de la cabina. Suspiró con cansancio y fue a levantarse, pero una mano le agarró con fuerza del brazo para evitar que se marchara.
Sus ojos se quedaron fijos en la mano de Zarbon y volvieron a la luz que venía de la cabina. Frunció el ceño pensativo. Aún era temprano, ¿no? Bonyu no le demandaría de inmediato que pilotara con ella.
-Solo un ratito -susurró recostándose al lado del pequeño demonio y de su amado Zarbon, pasándole un brazo alrededor para atraerle y que pudieran disfrutar de un rato más de tranquilidad...

Freezer andaba inquieto por los pasillos de su base principal. Frost le había informado cinco días antes de las noticias sobre Zero y su infructuosa misión...
No podía soportarlo. No podía creer que todas sus ambiciones y planes le fuesen arrebatados de aquella manera tan horripilante.
¿Acaso era una cruel broma del destino?
Fuera como fuese, se vio en la necesidad de partir a su base de operaciones, el planeta Freezer n° 79, porque desde luego que quedarse enjaulado en su nave tras una noticia nefasta no era ni de lejos la mejor de las ideas. Al menos en este astro tenía espacio suficiente como para estar a solas y tratar de calmar su inestable temperamento.

Miró a la inmensidad del espacio, intentando en vano encontrar alguna pista en las estrellas sobre el paradero de su hijo, que por lo que le habían dicho, ahora tenía cerca a alguien más, alguien que podría ser una amenaza en potencia. Y si era así... Si Zarbon pretendía darle el niño a alguien que supusiera peligro para su seguridad... Chirrió los dientes lleno de rabia, poniéndose en la peor de las situaciones al ser completamente ajeno a la verdadera identidad de aquella persona.
Odiaba aquello. Tenía que tomar cartas en el asunto pero sabía qué demonios hacer. ¿Ir él solo en busca de su hijo? Zero les había perdido la pista, y quien fuera que fuese el acompañante tan solo hacía que los posibles movimientos fueran aún más impredecibles.
Su rabia afloró en una onda expansiva que sacudió los edificios de las inmediaciones. Tarde o temprano conseguiría ponerles las manos encima. Y lo iban a pagar muy caro.

Mientras tanto, las botas de Zero repiqueteaban contra el suelo del bar en el que se encontraba. Tal y como Frost le indicó, se dirigió a la base imperial que tenía más cerca. Le había llevado unos cuantos días y lo peor es que no conseguía órdenes específicas ni tampoco una sola forma de encontrar el rastro de nuevo. Por más que cavilara no hallaba respuestas a sus preguntas, no parecía haber ninguna solución. ¡Pero debía haberla! ¡Debía haber algún modo de recuperar al hijo de Frost!
Miró a los soldados que tenía a su alrededor, tomándose unas copas o unos aperitivos totalmente despreocupados. Si tan solo fueran conscientes del peligro que correrían como su misión realmente saliera mal... Ese tipo con el que se había involucrado Frost, le llamaban el emperador del mal... Y con sólo sentir su intimidante presencia podía saber por qué. Por el bien de todos, por el bien de Frost, encontraría a ese pequeño changlong costase lo que costas-

"Beep, beeep"

El scouter que tenía guardado en un bolsillo comenzó a pitar, detectando unas presencias que ya había registrado previamente. Zero se congeló un momento al comprobar que efectivamente eran las mismas cifras... Y que había otra más. Su corazón palpitó con fuerza, con la única idea de que a cada momento que pasara, el bebé correría aún más peligro.