Menudo numerito

451 32 145
                                    

Freezer salió de la sala de mandos después de haber pasado allí unas pocas horas de la tarde tras haberse despertado después de todo el día.
La verdad era que no le apetecía lo más mínimo salir de su habitación, no le hacía ni pizca de gracia que se pudiera encontrar con su hermano tras cualquier esquina... Pero precisamente por él estaba tan exaltado que una vez abrió los ojos le resultó imposible volver a dormirse y por eso recurrió a trabajar aunque fuera tan sólo un rato.
Lo que no esperaba, era encontrarse con que sus dos generales, LOS DOS, se encontraban ausentes. Y ninguno respondía a las llamadas de sus scouters.
-¿Quiénes se han creído que son para faltar al trabajo así porque sí? Los dos solos... ¡Si estaban enfadados! -gruñó furioso yendo hacia su habitación de nuevo.
Entre su hermano y esos dos se le habían quitado las pocas ganas que pudiera tener de cenar.

Avanzó de bastante mal humor hasta sus aposentos, a los que ingresó maldiciendo y cerrando de un fuerte portazo. El ruido hizo que el pequeño alien azul que estaba tumbado en la cama diera un bote por el sobresalto. Sin embargo, al no hacer ningún ruido a pesar del susto y Freezer tener la vista fija en el suelo mientras seguía maldiciendo por lo bajo, éste no se percató de la presencia de Frost en la habitación y fue directo hasta el mueble-bar del que disponía, cercano a su cómoda.
El pirata le miró atentamente mientras se servía una copa, pero justo cuando se la llevó a los labios decidió intervenir.
-Después de lo que pasó ayer no creo que sea buena idea que hagas eso.
Freezer giró su cabeza hacia la izquierda sorprendido, viendo así a Frost recostado en la cama y mirándole con el ceño fruncido al tiempo que movía su cola de un lado a otro con contrariedad.
-¿No deberías estar en el comedor, cenando? -le preguntó irritado el emperador.
Frost frunció aún más el ceño y avanzó por el colchón hasta llegar al borde de la parte que solía ocupar el tirano y se levantó para andar lentamente hasta él.
-Ya he estado allí -respondió mirándole con una mezcla de irritación y malestar -. No deberías tomar vino al menos en un par de días.
Frost le quitó la copa de las manos en abrir y cerrar de ojos dejando a Freezer sorprendido por la rapidez de sus movimientos. Entonces fue el turno del emperador de fruncir el ceño.
-Devuélvemelo -siseó entre dientes intentando arrebatarle su vino de las manos a Frost.
Sin embargo, el pirata lo apartó rápidamente de él al tiempo que enrollaba su cola alrededor del cuerpo del emperador, dejando sus brazo pegados a éste y por tanto completamente inmovilizado.
-¡¿Qué crees que haces?! ¡Suéltame inmediatamente, Frost!
Frost le miró un momento pensativo y después miró la copa. Una sonrisa juguetona asomó por su rostro cuando una idea llegó a su mente.
Miró a los ojos rubíes del emperador fijamente durante varios segundos y, aún con la mirada fija en ellos, se llevó la copa a los labios y comenzó a beber.
Este gesto no hizo más que empeorar la ira que sentía Freezer en ese momento. Fue a deshacerse del agarre de la cola del azulado realmente furioso, pero una mano que le acarició la mandíbula detuvo su intento de escape.
-Hazme caso, Freezer. A mí también me gusta mucho, pero abusar de él puede ser muy perjudicial para...
-¡¿Te crees que no lo sé?! -le interrumpió colérico Freezer estampando su cola en el suelo.
Frost torció el gesto. No parecía que pudiera andarse con tonterías en ese momento. Así que decidió ir a saco.
Volvió a tomar un trago y antes de que Freezer pudiera volver a quejarse, pegó sus labios con los del tirano.
Los ojos del emperador se abrieron de par en par ante tal acción, pero no tardó en dejarse llevar acercándose a Frost y correspondiéndole.
Al sentir cómo se relajaba, el azulado fue aflojando el agarre que tenía sobre el tirano hasta soltarle por completo, momento que utilizó para pasar sus brazos alrededor de la cintura de Freezer y pegarle más a él.
El alma controladora del emperador se resintió al darse cuenta éste de cómo Frost le acababa de manipular tan fácilmente. Pero... Había algo que le frenaba a intentar cambiar la situación. No terminaba de disgustarle lo que hacía el azulado, como las manos de éste que sentía en ese instante acariciando su espalda.
Puede que sintiera la urgencia de darle la vuelta a la situación, pero las caricias que le brindaba Frost eran razón más que suficiente para que descartara esa idea.
-Freezer... -murmuró el azulado separándose levemente -No quiero que te enfades por algo así -susurró rozando levemente su nariz con la del otro y moviendo su mano derecha hasta el pecho de éste para trazar unos círculos tranquilizadores en él.
El changlong blanco le observó atentamente sintiendo cómo sus latidos comenzaban a acelerarse. Retiró las manos de Frost de su cuerpo con suavidad y, tomándolas entre las suyas propias, las llevó hasta sus labios negros para depositar en ellas un suave beso.
-Siento haberte gritado -dijo en voz baja, evitando mirar al azulado a los ojos.
Éste asintió levemente con una sonrisa sincera, ruborizándose casi por completo al darse cuenta del esfuerzo que estaba haciendo el otro por disculparse con él. Sabiendo lo orgulloso que era, Frost estaba más que satisfecho con esa pequeña y tímida disculpa.
-No pasa nada, estás muy alterado con todo lo de tu hermano; de modo que en parte es entendible que estés más irritable de lo normal.
Freezer gruñó levemente ante la mención de Cooler, pero lo olvidó por completo al ver a Frost darse la vuelta y hacerle un gesto con la cola para que le siguiera a la cama.
Al subirse al colchón y llegar junto con el otro al centro de éste, el pirata le miró con ojos chispeantes y una sonrisa pícara.
-No discutamos más -dijo en un tono meloso al tiempo que ponía sus manos sobre los hombros del emperador y le recostaba suavemente sobre los almohadones -La noche es joven.
-Me gusta cómo suena eso -admitió con una media sonrisa Freezer depositando sus manos en la cadera del azulado y alzando su rostro para besar de nuevo los labios de su compañero que gracias a los sorbos que había dado al vino, sabían igual que éste.


Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora