Lesión incapacitoria

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Tagoma se levantó de la cama con una mueca en el rostro. A pesar de sus esfuerzos por relajarse, sus preocupaciones seguían rondándole la cabeza sin descanso. Esas tres preocupaciones de las que creía haberse librado y que sin embargo habían vuelto como si de mala hierba se tratase... Encima para que su jefe les encargara organizar una boda para él y el cuarto problema.
Ugh, no había hecho más que despertar y ya le dolía la cabeza de solo recordar lo ocurrido en las últimas cuarenta y ocho horas.

Fue hacia donde había dejado su uniforme y comenzó a vestirse de mala gana. Las ganas de ir a trabajar y cruzarse con esos tres y el heredero del emperador en la sala de mandos brillaban por su ausencia. Tenía que hallar algún modo de erradicarlos por completo de una maldita vez. Tenía que...
Antes de que pudiera terminar de arreglarse, unos musculosos brazos rojizos le rodearon en un abrazo y sintió el peso de una cabeza en su hombro.

-¿Ya te vas? Aún quedan un par de horas hasta que comience la jornada.
-Tengo cosas que hacer -respondió de mal humor terminando de colocarse los protectores de los brazos -. Y tengo prisa.
-Oh, vamos -Shisami se acercó a su mandíbula para dejarle un beso... Pero no contó con la actitud arisca del otro.

En lugar de quedarse quieto o simplemente apartarse, Tagoma se giró hacia él y le agarró de un cuerno para separarle de él.
-No te acerques a mí. Solamente pretendía desestresarme y ni siquiera ha servido -masculló entre dientes con ira -. Ahora déjame en paz y no vuelvas a acercarte.
Tras eso, soltó el cuerno de Shisami y se marchó hecho una furia de la habitación, dejando al hombre de piel roja con una desagradable sensación amarga.
-Allá tú -dijo al aire torciendo el gesto. Volvió sobre sus pasos y se enterró de nuevo entre las sábanas. Era una lástima, pero no iba a meterse en líos por ese esmirriado -. Ya veremos cuánto duras con esa actitud que te gastas.

Tagoma estuvo caminando por diferentes pasillos con aire ausente mientras pensaba en algún modo de cumplir sus ambiciones, al punto de perder el rumbo. Se quedó mirando a su alrededor desorientado y terminó suspirando con molestia. Así no iba a conseguir nada, debía centrarse. Y conforme lo hiciera, podría observar bien a sus futuras víctimas, analizar sus comportamientos y patrones de actuación para poder dar con la mejor manera de...
Unas voces llegaron a sus oídos desde la lejanía y a pesar de haber decidido centrarse en su cometido, la curiosidad le pudo y se acercó a la fuente del sonido.

Una vez estuvo lo suficientemente cerca, se asomó con precaución por una esquina, avistando a los recién llegados.
Y puso tanta atención en discernir lo que hablaban que no llegó a darse cuenta del changlong azulado, que llegó silencioso junto a él y procedió a imitarle, igualmente movido por la curiosidad de las voces que se escuchaban a unos metros de distancia:

-¡No lo entiendo! ¡Ayer te pareció bien! ¿Por qué ahora crees que mi decisión ha sido errónea?
-¡Porque ayer tuve un cúmulo demasiado grande de emociones! Me... Me quedé hecho mierda después de recordar y contarte todo. ¡Y vas tú y haces que me invada la euforia apenas instantes después! ¡No pude pensar con claridad, Zarbon! Pero...
El peliverde frunció el ceño y se cruzó de brazos.
-Pero crees que fue una pésima idea perdonarte.

Dodoria se quedó con la palabra en la boca un momento, tras lo que miró al suelo cabizbajo y asintió.
-Al menos de esa forma. No creo que...
-Dodoria -Zarbon interrumpió las palabras de su compañero antes de que dijera alguna ridiculez y tomó con cuidado una de sus manos-. ¿Tú quieres volver a casa conmigo?
-¿Eh? ¡P-pues claro que quiero! -respondió con la voz temblándole -. Pero...

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Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora