El despertar

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-¿Mmhh?

Dodoria se desperezó soñoliento. A pesar de no haber trasnochado mucho, la cabeza le dolía bastante; aunque eso bien podía deberse a que le había estado dando demasiadas vueltas a las cosas. Había unos cuantos asuntos que últimamente no le dejaban descansar todo lo bien que le gustaría... Siendo el principal de todos la persona que dormía con la cara apoyada en su pecho.
-No soy tu almohada, ¿sabes? -susurró riendo mientras acariciaba la corta cabellera verdosa del otro.
-Cinco minutos más... -murmuró Zarbon acurrucándose aún más junto a él.
-Je... Si por mí fuera, nos quedaríamos así todo el día. Pero tenemos que trabajar -respondió divertido Dodoria pellizcándole ligeramente las mejillas para que se despertara del todo.
Zarbon abrió los ojos y le miró mosqueado.
-Deja de hacer eso. Se me van a quedar las marcas -le dijo tajante.
-Ni hablar. Es el precio a pagar por haber invadido mi habitación en lugar de irte a dormir a la tuya -replicó con sorna el rosado espachurrando ahora la cara del otro.
Zarbon frunció el ceño y separó con molestia las manos de su amigo de sus mofletes, que habían adquirido un tono oscuro.
-¿Por qué te lo tienes que tomar todo a broma? -le recriminó Zarbon, que bajó la mirada hasta las manos de ambos y se quedó unos segundos en silencio para volver a mirar a los ojos de su amigo, esta vez con expresión triste -Sabes muy bien lo que habría pasado si me hubiera ido a mi habitación.
Dodoria se incorporó y atrajo al peliverde hacia sí para abrazarle. Zarbon correspondió el gesto enterrando la cara en el hombro derecho del rosado.
-No me he quedado aquí porque me diera pereza irme o algo similar, sino porque concentrarme en tus latidos evita que mi ansiedad vaya a más -dijo con voz queda.
-Ya lo sé, es sólo que... Hacía mucho desde la última vez que te pusiste así - suspiró Dodoria entristecido mientras le acariciaba la espalda.
Realmente había pasado mucho tiempo desde la última ocasión en la que el peliverde había estado al borde de un ataque. Aunque aquella última vez no tenía nada que ver con la de ahora, puesto que en la anterior Zarbon había tenido una crisis de identidad por algo que le habían dicho unos individuos del planeta que conquistaron antes de ir a Namek. Algo que el peliverde no quiso contarle a su amigo a pesar de su insistencia. Algo que, a pesar de la gran curiosidad que le corroía, Dodoria decidió no seguir indagando con tal de no hacer empeorar a Zarbon.

-Dodoria...
-¿Sí? -respondió el rosado ensimismado, aún pensando en qué clase de comentario pudo ser el que hizo hace tantos años que hubiese tenido que intervenir de la forma en que lo hizo. La brutalidad con la que se deshizo de aquella gente, no dejando títere con cabeza, y la rapidez con la que agarró a su amigo entre sus brazos y lo llevó a la enfermería para que le proporcionaran algo que pudiera calmarle.
-¿Aún quedan pastillas anti-estrés?
Dodoria estiró un brazo para alcanzar la caja de las pastillas que estaba en su mesita auxiliar.
-Ten -dijo tendiéndosela -. Aunque de todas formas... No parece que realmente estén haciendo efecto.
Tras ingerir una de las píldoras, Zarbon miró apesadumbrado al otro.
-Ya... ¿Pero y qué debo hacer entonces? -se lamentó -No se me ocurre nada con lo que superar... O soportar, mejor dicho, todo esto.

Ambos quedaron en silencio un rato, con los ánimos por los suelos por razones distintas pero similares al mismo tiempo.
-Está bien -dijo al cabo de unos minutos Zarbon, levantándose de la cama -. Debería irme, vestirme y arreglarme para el día que se viene encima... Y tú deberías hacer lo mismo.
Dodoria le observó inmóvil mientras recogía sus bártulos y se encaminaba a la puerta.
-Zarbon -le llamó cuando el peliverde salía ya al pasillo.
-¿Qué? -respondió girando la cabeza hacia el rosado.
Dodoria se quedó callado un momento, pero luego se levantó dándole una media sonrisa.
-Anoche te comiste casi todas mis reservas. Me debes una comida cuando volvamos a tener un día libre.
Zarbon le miró perplejo para poco después echarse a reír.
-Lo que tú quieras -le contestó divertido -. Nos vemos luego.
-Sí...
Un suspiro de agotamiento salió de lo más hondo de Dodoria una vez se cerró la puerta. Ojalá y todo aquello se solucionara pronto... Y todos pudieran avanzar.









Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora