¿Dónde está Frost?

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-Mmm... -Frost se desperezó soñoliento. A pesar de haber dormido profundamente sentía la cabeza embotada - Agh, odio esta sensación. Es como cuando estaba en la calle...
Se enderezó lentamente en la cama llevándose una mano a la dolorida frente.
-No sé por qué... Tengo un mal presentimiento -murmuró con frustración -. Oye, Freezer... ¿Te importa si hoy nos saltamos el entrenamiento? No me encuentro demasiado bien...
Frost palpó el colchón con su mano izquierda en busca del emperador... Pero lo único que encontró fue una pared.

Fue en ese momento que un sudor frío le invadió el cuerpo, sintiendo cómo su corazón se desbocaba mientras miraba a su alrededor sin reconocer la habitación en la que se encontraba.
-¿Q-qué lugar es éste? -preguntó con hilo de voz -Si yo estaba con Freezer... ¿Dónde demonios estoy?
Con mucho cuidado, bajó de la cama e inspeccionó el cuarto con la mirada. Una cárcel no era, desde luego, pero tampoco era una de las habitaciones de la nave del emperador.
Las paredes eran de madera y el suelo estaba cubierto por una moqueta de un tono grisáceo. La cama estaba junto a una de las paredes, con un armario empotrado y una cómoda en la pared de enfrente, una puerta a la izquierda y una gran ventana en la pared de la derecha.
Frost fue hacia la puerta en un primer momento... Pero se decidió por mirar a través de la ventana antes de salir de la habitación... Por lo que pudiera encontrar.

Se asomó ligeramente hacia el cristal y las vistas le dejaron completamente descolocado. Un paisaje montañoso lleno de frondosa vegetación era todo lo que se veía.
-¿Qué...? ¿Acaso hemos llegado a algún planeta y hemos ido a un hotel o algo así? -murmuró pensativo.
Se quedó observando detenidamente el bosque que se divisaba por la ventana.
-No... Habríamos dormido en la misma habitación...
Se giró lentamente hacia la puerta y la observó dudoso durante unos segundos. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando un pensamiento fatídico le llegó a la cabeza.
-Y... ¿Y si me han abandonado aquí a mi suerte? -susurró con voz queda.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos a la vez que se le formaba un nudo en la garganta que sólo conseguía aumentar su sensación de angustia.
-N-no... Él no me abandonaría. No ahora -se dijo respirando profundamente y haciendo acopio de valor para ir hacia la puerta.
Cuando llegó, giró el pomo lo más lenta y silenciosamente posible. Abrió una rendija, lo justo para mirar a través, pero sólo vió un pasillo vacío.
-Vale... Es hora de investigar qué demonios está pasando.

Salió de la habitación sigilosamente y miró detenidamente a ambos lados del pasillo. A su izquierda había otras tantas puertas con una que servía como el final del pasillo. A la derecha podía ver un poco de continuación del mismo y escaleras que descendían.
-Mierda... ¿Qué hago? -dijo para sí.
Tras varios segundos indeciso sobre a qué lado dirigirse optó hacia la derecha. Con mucho cuidado caminó hacia la escalera, preparado por si tenía que salir corriendo o atacar en cualquier momento.
Llegó hasta ella y se apoyó en la barandilla para inclinarse ligeramente y mirar lo que había abajo, pero sin mucho éxito. Sólo se veía más tramo de escalera. Tendría que bajar si quería descubrir qué era lo que estaba ocurriendo.
-Parece que esté en medio de una pesadilla... -susurró mientras bajaba los escalones con cuidado de no hacer ruido.

Sentía las rodillas más temblorosas conforme iba descendiendo, fruto de la ansiedad que le provocaba toda aquella situación, a tal punto de tener que aferrarse con fuerza al pasamanos para no caer por la escalinata.
-Demonios... Ahora sí que me veo patético... -siseó lleno de rabia contra sí mismo -Vale... Ya sólo me queda girar este descansillo y bajar diez escalones más... Y llegaré abajo.
Frost tragó saliva lleno de nervios. Le dolía reconocerlo, pero estaba aterrado. El no recordar cómo había llegado a ese lugar y el no reconocerlo le ponía la piel de gallina.
-Sólo... Cinco más...
Con la respiración entrecortada, las piernas temblándole y las manos encrispadas en la barandilla consiguió finalmente llegar al suelo. Sin embargo, la pared continuaba unos pasos más hacia la derecha, justo frente al tramo final de la escalera impidiéndole ver lo que había en ese piso.
Crispando sus manos en puños y con el cuerpo en completa tensión se pegó de espaldas a la pared y avanzó lentamente hasta que llegó al final de ésta, donde asomó un poco la cabeza para poder ver por fin lo que había allí.

Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora