Los reclutas han llegado por...

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-Ce n'est pas possible!

Los ojos dorados de Rubí miraron con asombro a su capitán mientras éste volvía a entrar en la sala de entrenamiento de la que hacía un rato había salido para encontrarse con el changlong, sin entender por qué de repente parecía tan alterado.
-¿Qué ocurre? -preguntó acercándose a él.
-¡La parte del ejército de monsieur Freezer recibió hace dos días una afluencia abrumadora de soldados! -exclamó Salza con una expresión que denotaba el poco sentido que le encontraba a aquello -¡Monsieur Cooler es mucho mejor que él! ¿Por qué no han venido aquí?
Ambos quedaron en silencio por un rato deliberando aquello, tras el cual la chica sacudió la cabeza.
-No tiene sentido que le demos demasiadas vueltas, no encontraremos la solución a ese enigma así por las buenas. Estoy segura.
Salza se cruzó de brazos y asintió apesadumbrado. Todo eso se le escapaba mucho...
-Vamos, capitán. Sigamos con el entrenamiento -le dijo Rubí tratando de hacer que saliera de sus pensamientos y volviera a centrarse en lo que estaban haciendo un rato antes.
Él asintió y se posicionó para seguir con la práctica junto a su subordinada. Debían estar totalmente preparados para cuando en cinco días se infiltraran entre esos rebeldes.

En otra parte de la nave, Cooler andaba en círculos pensando en lo que le comentó Berryblue y que él mismo acababa de contarle a Salza... ¡Es que no tenía sentido! ¿Por qué había ocurrido de ese modo? ¿Acaso no trataba él a sus soldados mucho mejor de lo que lo hacía su hermano?
-Es frustrante -masculló de muy mal humor -. Ese estúpido de Freezer... ¿Cómo lo hace?¿Qué demonios ha hecho para conseguir a todos esos soldados? Freezer es retorcido como él sólo con cualquiera que tenga alrededor... Aunque puede que los nuevos sean los que le prometieron sus colegas y clientes en la última reunión de líderes... No, pero aún así. Son demasiados.

Por más que se estrujaba la cabeza, Cooler era incapaz de dar con la solución a ese enigma. Pero lo que sí tenía claro era que o impedía de algún modo que siguieran yéndose con su hermano, o él se las tendría que ingeniar para conseguir el mismo nivel de reclutamiento.
-Maldita sea... -se sentó de brazos cruzados en su trono al tiempo que repiqueteaba el suelo rítmicamente con la punta de su cola -Llevo días intentando encontrar alguna explicación y aún así...
Una mueca de disgusto se formó en su cara. Había querido mantener eso en secreto, pero la incertidumbre y la ira le habían consumido tanto que había terminado informando a su fiel capitán sobre ello.
-A Salza tampoco se le ha ocurrido una razón -resopló.
Con un gruñido se levantó de su asiento y se dirigió hasta el ventanal que tenía frente a él, tratando de hallar un poco de calma en las estrellas que podía observar desde su posición.
-Quizás debería dejar de preocuparme por eso... Mientras Freezer no los utilice en mi contra no debería ser un problema.

De nuevo en la nave del emperador, Jeice caminaba tranquilamente por los pasillos. Hacía un rato que había terminado su último entrenamiento e iba camino a la cafetería para ver si podía conseguir algo para endulzarse un poco el día.
Sin embargo, apenas se había alejado unos cuantos pasos de sus compañeros cuando pudo notar bastantes miradas clavadas en él. Con un rápido vistazo pudo ver que se trataba de unos de los nuevos guerreros y sin darle mayor importancia siguió su camino. Mas cuando se quiso dar cuenta, varios de ellos le habían rodeado impidiéndole caminar en cualquier dirección.

-¿Qué diantres queréis? -preguntó mirándoles receloso, preparándose por si tenía que salir a guantazos de allí.
Un par se acercaron más a él, pero con una expresión que no parecía en lo más mínimo hostil, sino justo lo contrario, cosa que contrarió a Jeice bastante dado el hecho de que le hubieran acorralado.
-Tú también tienes pinta de cuidarte bastante bien -dijo un soldado sonriente mirando con ojos brillantes a Jeice.
-¿También? -Jeice le miró confuso, aunque su expresión cambió a una de sobresalto al sentir la proximidad de alguien a su espalda.
-¡Y mirad su pelo! ¡Es de lo más esponjoso! -exclamó otro acariciando la larga melena del peliblanco.

Maldades que se entrecruzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora