Capítulo 4

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Eros

Eros volvió a la taberna de Bedemir antes de partir rumbo al reino de Irinois. Tomó asiento en la mesa de abeto de siempre y echó un vistazo rápido al lugar. Buscaba a Lyon, por lo menos quería escuchar una de sus historias por última vez. A él siempre le gustaba pasarse por allí y relajarse antes de hacer uno de sus trabajos, pero tal parecía que ese día no tendría suerte.

—¿Lo mismo de siempre, Eros? —Bedemir se acercó a él y le concedió una sonrisa amigable.

—Lo de siempre, aunque no creo que me quede mucho tiempo.

—Enseguida.

Había fijado su vista sobre la madera que componía la fría y áspera mesa en la cual se encontraba descansando, cuando una mano se apoyó sobre su hombro y lo sacó de sus pensamientos.

—¿Eros? —El chico giró su cabeza para distinguir a la persona que se encontraba a su lado. Esbozó una sonrisa al reconocerlo.

—¿Elliot?

El hombre, quien aparentaba una edad de unos cincuenta y tantos, con su cabello rubio y ojos saltones, elevó un tanto la comisura de sus labios al percatarse de que no se había equivocado. Lo conocía demasiado bien como para meter la pata.

—¿Qué haces aquí? —indagó el chico, curioso—. No te veía merodeando por Mithryl desde hacía meses.

—He estado algo ocupado... Ya sabes.

Los ojos del joven muchacho centelleaban, hacía mucho tiempo que no lo veía y comenzaba a echarlo de menos.

—¿Aún la llevas contigo? —indagó el hombre.

—Por supuesto. —Se llevó una mano a la cintura y extrajo la daga que ocultaba en ella—. Nunca salgo sin ella protegiéndome la espalda.

—Ese es mi muchacho —respondió al tiempo que posaba su mano sobre el rebelde cabello del joven y lo desparramaba hacia los lados, como si aún se tratase del mismo niño de hace diez años. Ambos forjaron una sonrisa de oreja a oreja que parecía impenetrable, sin embargo, en un determinado momento, el hombre la serenó por completo—. En realidad... En verdad te estaba buscando y supuse que podrías estar aquí. Quería comentarte algo importante.

—¿De qué hablas? —Eros notó que Elliot iba en serio, por lo que también aflojó sus mejillas, dejando que la sonrisa se transformase en una seriedad innata.

—Yo... me adentraré al ejército del rey Aurelio.

—¡¿Qué?! —El chico se sobresaltó y abrió sus ojos de par en par, incapaz de creer una sola palabra de lo que acababa de oír.

—Sabía que reaccionarías de esa forma, Eros. Pero me aseguraron que tendría acceso a una vivienda de clase alta y que podría vivir lo que nunca pude.

—Pero... él...

—Lo sé —el hombre bosquejó una sonrisa un tanto forzada y ladeó su cabeza hacia un costado—, pero a pesar de que nuestros caminos se dividen, sé que volverán a cruzarse.

—Bien... —Eros parecía algo desganado y se hallaba un tanto cabizbajo, después de todo, la noticia había sido bastante inesperada, como un golpe muy elevado que lo tomó con la guardia baja.

—Oh, vamos... —Elliot repuso una mano en el hombro del muchacho, brindándole cierta confianza y el joven asesino volvió a levantar su rostro para devolverle la mirada—. Te he enseñado todo lo que sé, ya no me necesitas.

—La próxima vez que nos encontremos tendremos nuestro último enfrentamiento, ¿qué te parece?

—Me parece perfecto. —Le concedió algunas palmaditas suaves al chico—. Será nuestra última batalla y espero que esta vez sí puedas vencerme.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora