Capítulo 71

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Eros

Eros y June no se devolvieron la palabra ni por un solo segundo. Al principio, el asesino notó una paz interior que buscaba desde hacía mucho, pero pronto notó que la soledad volvía a azotarle el rostro como un puñetazo congelado. Profundizó en un entrenamiento aún más intenso y riguroso para los Centinelas. Entre tanto, se encontraba ocupado instruyendo a Ray en secreto, tratando de evitar que Eleanor los descubriera, pues no quería morir en el proceso, aunque era evidente de que ella lo sabía de hacía rato.

Pese a todo, Eros se sentía que, indudablemente, no pertenecía a ese extraño y peculiar grupo de búsqueda. No era un Centinela y se suponía que era trabajo de ellos, pero Eleanor había insistido en que debía cooperar. Estaba claro que ella tampoco lo quería allí con ellos, pues era distante. La Gran Madre había tenido algo que ver al respecto. Estaba seguro. Accedió a ello sólo porque, según la descripción vaga de Eleanor, el pequeño podía estar en peligro. Además, no quería volver a cruzar miradas con la Loreth, por lo que era ganar o ganar.

Eleanor, como la líder de los Centinelas, separó al grupo en tres partes. Eros, Reyna y Eleanor se encontraban divididos en cada uno de ellos y, sin dar mayor detalle, les comunicó que debían reducir a cualquier Centinela que no fuese parte de alguno de esos tres grupos, pues se trataría de un Exiliado, quienes se habían aliado con Valkor. El nombre de esa persona reverberó en los oídos del asesino, quien comenzó a tomarse todo aquello de una manera mucho más seria. Tenía una lista de venganza confeccionada en su mente y él era uno de los primeros en encabezarla.

Los tres grupos se desplegaron, cada uno en una dirección diferente. Eros y su grupo avanzaron a través de un terreno accidentado, lidiando con rocas, árboles y enredaderas. Era silencioso, al igual que los Centinelas que lo acompañaban. El joven asesino deseaba encontrar alguna pista, algún indicio mínimo que pudiera guiarlos hacia una especie de campamento improvisado que, según Eleanor, aún debía seguir en pie. Además, Eros sabía más que de sobra que, en esos bosques, cualquier criatura podría acechar, por lo que permanecer alerta era una obligación, no una opción; y teniendo en consideración todo lo que había visto esos últimos días, no confiaba en nada que pudiese llegar a aparentar ser algo meramente ordinario y como siempre, lo que iba más allá de su comprensión lo hacía mantener la guardia en alto. De todas formas, no había nada de qué preocuparse, Crepúsculo estaba con él.

Siguieron las huellas típicas de zapatos de Centinela, un rastro de flechas y, de cierta forma, hallaron rastros de animales que utilizaban para alimentarse. Era como si aquellos Centinelas Exiliados hubieran perdido todo lo que habían aprendido y de lo que se habían regido toda su vida. Como salvajes sin ataduras. Llegaron a una cueva formada por roca calcárea, donde Eros detuvo al grupo y la rodeó. Con precaución, se acercaron al lugar, listos para asomarse. Eros indicó con gestos cuidadosos que observaran con cautela. La cueva estaba oscura, y no pudieron divisar nada en su interior. Sin embargo, el astuto asesino notó marcas en las paredes: arañazos, pero no eran profundos. Podrían ser de perros, lo que resultaba extraño. Dentro, encontraron manchas de sangre, rastros de pelo de diversos colores y un hedor putrefacto que lo hizo regresar al exterior para evitar el nauseabundo olor.

Una vez afuera, inhaló aire fresco y escudriñó los alrededores en busca de cualquier señal. Identificó huellas en la tierra y se agachó para examinarlas. Eran garras afiladas y evidenciaban tres lóbulos. Eros frunció el ceño, confirmando sus temores: lobos. La situación se tornaba más grave de lo que había anticipado en un principio. Tal vez no se enfrentarían solo a Centinelas... Y, viniendo de lo que había visto de Éber esa noche, sabía que ella debía estar detrás de todo ese alboroto. No eran normal tantas huellas de lobo, ¿de dónde habían salido?

—Aquí no hay nada —susurró uno de los Centinelas a su lado, su voz era apenas un murmullo.

—No. —Eros parecía alerta—. Pero este es su territorio y nosotros lo estamos invadiendo. Sigamos con cautela. Los Exiliados no pueden estar muy lejos.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora