Capítulo 38

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Ray


Bajo la ducentésima novena luna, el tiempo se desvanece a un ritmo constante: dos horas restantes para el inicio de la prueba. Sesenta y nueve Fulguriens reposan en silencio, destellos latentes que aguardan la chispa de un destino incierto. En esta víspera, todos los aspirantes respiran, aun sosteniendo la llama de la vida en un oscuro equilibrio.

Ray caminaba por la montaña, inmerso en su propio mundo, persiguiendo una piedra con pies ágiles mientras la luz plateada de la luna iluminaba su camino. Cada patada a la piedra era una liberación de energía infantil, un juego solitario en medio de la serenidad nocturna; algo a lo que ya estaba más que acostumbrado. Necesitaba tranquilizarse si quería sobrevivir. Anhelaba convertirse en Centinela, pero, tal y cómo Eros le había recomendado, la prioridad era sobrevivir, el resto llegaría solo.

A pesar de ello, sabía que aún tenía algo de tiempo para poder prepararse. Mentalmente se veía incapaz de siquiera pasar con vida los primeros minutos, pero la confianza de Eros le había hecho encontrar una pequeñísima chispa de esperanza. Entre el susurro del viento y el eco de sus risas, escuchó voces que no reconocía. Voces alegres y risas contagiosas que lo hicieron detenerse en seco.

Desvió la mirada y bajó por una pequeña saliente, siguiendo el sonido. Allí, a la orilla del lago, el resplandor de una fogata iluminaba rostros juveniles. Niños, algunos de su edad y otros algo mayores, compartían historias y risas al calor del fuego danzante. Ray los observó desde la distancia. Todos eran aspirantes. Parecía una especie de juntada antes de la prueba; quizás la última. Su corazón anhelante latía con la esperanza de pertenecer a algo así algún día, aunque ya lo sabía. Era imposible.

Durante varios minutos, permaneció oculto entre las sombras mientras su mirada se hallaba fija en el grupo. Quería acercarse, ser parte de esa cálida escena de camaradería, pero la voz de la duda resonaba en su mente. Recordó las veces que había intentado encajar, solo para ser rechazado, y cómo esa sensación de ser apartado se le había adherido como una sombra constante que lo perseguía a donde quiera que fuese.

Eros le había sugerido la idea de formar un pequeño grupo, incluso con una sola persona, para brindarse apoyo y defensa mutua. Sin embargo, Ray no veía cómo eso podría resultar positivo; más bien, intuía que solo acarrearía problemas. Cada vez que consideraba esa posibilidad, su visión no vislumbraba nada más que complicaciones en el horizonte.

Además, lo más importante de todo: estaba TERMINANTEMENTE prohibido hacer alianzas en la prueba, pues era una muestra de valentía personal y dependía de cada aspirante de forma individual, por lo que quedaba completamente descartado. ¿Él? ¿Saltarse las normas? NI DE BROMA. La prueba no trataba de eso.

Finalmente, dio un paso titubeante hacia adelante, su corazón latía tan fuerte como los tambores tribales en su pecho. Mientras se acercaba, las voces de incertidumbre y autocrítica se volvieron más fuertes. ¿Qué iba a decir? ¿Cómo iba a encajar? Era más fácil quedarse en la oscuridad donde, al menos, conocía su propia soledad.

Ray notó la figura familiar de Nestche en medio del grupo de niños. Su presencia hacía que Ray quisiera escapar de nuevo, pero algo en su mirada retorcida y traviesa capturó su atención. Era como si Nestche hubiera sentido la incomodidad de Ray desde la distancia y estuviera disfrutando cada segundo de ello.

El grupo se reunió más cerca del fuego, y Nestche, con una sonrisa siniestra, comenzó a tejer una extraña y peculiar historia. Su voz era suave pero cargada de emoción, arrastrando a sus oyentes hacia un mundo lleno de oscuridad y misterio.

—¿Alguna vez han oído hablar de la Dama del Lago? —susurró Nestche con vehemencia, su mirada recorría a todos y cada uno de los presentes, incluyendo a Ray, con un brillo malicioso en los ojos—. Dicen que, en noches como esta, cuando la luna llena brilla sobre las aguas, ella emerge de las profundidades del lago, en busca de su hijo perdido. Su cabello fluye como algas y sus ojos brillan como las estrellas. Pero ten cuidado, porque si te acercas demasiado, ella puede arrastrarte bajo el agua y nunca más serás visto. Decenas de Velerians desaparecieron de la vista de sus seres queridos y dicen que nunca más fueron vistos. Siendo absorbidos y arrastrados por el encanto de la Dama; los arrebata y los toma como si fueran suyos, proclamándolos sus propios hijos.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora