Capítulo 91

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Eros y June

Eros se encontraba parado frente a aquella puerta desde hacía varios minutos. Había intentado tocar varias veces, pero se retractó en cada una de ellas. Se sentía demasiado nervioso, envuelto en un aura de miedo que pocas veces había sentido. Resopló por enésima vez y volvió a darse confianza para sus adentros; mientras lo hacía pensaba en aquella frase que Reyna siempre le había dicho: «Si tienes miedo, entonces simplemente hazlo. En cuanto lo hagas, ya habrás pasado la barrera más gruesa. Lo que sigue vendrá por sí solo».

Se armó de valor y, finalmente y sin darle demasiadas vueltas al asunto, empujó la puerta entreabierta. Se asomó a la habitación de June. Su mirada se encontró con la suya, y aunque ella le regaló una sonrisa suave, en su mirada se reflejaba la sombra de un enfado reciente. Era como si el aire mismo vibrara con la tensión entre ellos. El joven se adentró por completo con la confianza que solía caracterizarlo, sin importarle mucho el estado de ánimo que pudiera percibir en su amiga; no quería demostrar vulnerabilidad, aunque por dentro estaba demasiado nervioso. Sin embargo, su paso se desaceleró cuando sus ojos se posaron en el caos que reinaba en el cuarto. Ropa multicolor cubría gran parte del suelo, libros estaban amontonados en rincones aleatorios sin ningún sentido particular y sus objetos personales parecían haber sido... simplemente lanzados al azar. Sin una explicación aparente.

Arqueó una ceja, desconcertado por el desorden. Pero lo que lo desconcertó aún más fueron los zapatos de June, colocados de manera inusual sobre los muebles. ¿Qué habría sucedido para que la habitación se transformara en tal revoltijo? Ni siquiera podía creer que en aquella habitación dormía una deleitante, aunque igual de peligrosa princesa. La princesa del reino de Irinois, ni más ni menos...

Silenciosamente, avanzó unos pasos más, abriéndose camino a través del desorden, intentando no pisar nada en el trayecto, hasta quedar frente a June. Observó cómo ella intentaba mantener su atención en una hoja que sostenía, aunque su mirada parecía haberse perdido en sus propios pensamientos hacía unos cuantos minutos atrás.

—¿Qué haces? —carraspeó él, buscando romper el hielo incómodo que se había formado entre ellos. June levantó la vista de la hoja y le dirigió una mirada fugaz.

—Leyendo —respondió con tono neutro, volviendo su atención a la hoja con una expresión deliberadamente indiferente. Él se rascó la nuca, sintiéndose un poco incómodo bajo su mirada evaluadora.

—Veo que has estado ocupada por aquí —comentó, tratando de encontrar un punto de conversación.

—Algo así —respondió June, sin levantar la vista. Parecía que no tenía ni la más mínima intención de dar detalles. Eso le preocupaba. ¿June callada? En verdad debía ser algo más que preocupante.

Sin más dilación, Eros apresuró un poco el paso hasta llegar a la enorme cama que yacía en medio de la habitación. Se tomó el atrevimiento de tomar asiento a su lado, mientras le echaba un vistazo a la hoja que leía, pues se volvía traslúcida tras la luz que entraba por la ventana. Leyó algunas letras, propias de un idioma que ni siquiera entendía, y asomó una sonrisa.

—Ehh... ¿Es lo que quedó del diario de tu madre?

—Muy bien. Sabes intuir, por lo visto. ¿Eso también te lo ha dado la experiencia como asesino?

Eros alzó una ceja en señal de extrañeza. Otra vez. Estaba rara. Molesta. Y todo aquello comenzaba a fastidiarlo, por lo que se acurrucó en la cama lanzando un suspiro mediocre, mientras cerraba los ojos. Intentando descansar la vista.

—¿Qué haces? —preguntó, incrédula. Apartando la mirada de la hoja. Pasase lo que pasase, ya había conseguido su punto: atraer su atención. No de la forma en la que buscaba, claro, pero era algo al fin y al cabo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora