Capítulo 76

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Eleanor, Reyna y Lina

Eleanor y Valkor se enfrentaban con la mirada, sus alientos agitados resonaban con fuerza en la quietud de la noche. Cada exhalación se convertía en un vapor helado que colmaba e inundaba el aire nocturno, envolviéndolos a ambos en un aura de frío intenso. Sin embargo, el sudor que cubría sus cuerpos se solidificaba en pequeños cristales de escarcha, como testimonio de su arduo combate. De repente, los primeros copos de nieve comenzaron a caer, transformando el paisaje en un cuadro de pura rebeldía. No eran pocos precisamente, por lo que ambos guerreros se detuvieron, sorprendidos por el inesperado cambio en el clima. En ese rincón oculto del bosque, la nieve era una rareza, un fenómeno que no solía ocurrir, al menos no con tanta intensidad.

—¿Lo ves? —exclamó Valkor, quien hacía un esfuerzo más que evidente por poder articular con normalidad, mientras sentía un gélido copo de nieve pellizcar su mejilla—. Si ni siquiera es capaz de mantener las defensas en pie, entonces ya no nos sirve.

—Tiene sus defectos, ¡como cualquier Velerian! —jadeó ella, mientras sentía cómo el frío calaba sus huesos y los moretones se hinchaban en varios rincones de su cuerpo—. Ha pasado por mucho, al menos le debemos esto... Maldición, Valkor, ¡nos ha mantenido ocultos por varios años!

—¿Ocultos? ¿En serio, Ellie?

Ella frunció el ceño mientras, al igual que Valkor, se tomaba un pequeño descanso para poder recuperar el aliento; ambos necesitaban un pequeño reparo.

—¡¿Crees que ese malnacido no sabe que nos estamos ocultando aquí de nuevo?! De seguro lo sabe desde hace un buen tiempo, sólo que aún se estará recuperando del último enfrentamiento. Está debilitado, pero no por mucho. Buscará aliados, como lo ha hecho en el pasado, y luego vendrá a por nosotros. ¡Si es que ya no lo está haciendo! Nos quedamos sin tiempo, y ella no hace más que holgazanear.

—¿Olvidas quien consiguió debilitarlo o simplemente también te comiste esa parte?

El hombre exhibió los pliegues de su nariz en señal de enfado.

—¡Ella es la única capaz de hacerle frente en este momento!

—¡Sí y fue también quien inició todo esto, Ellie! Deja de engañarte a ti misma de una buena vez. Sabes más que nadie que es el trabajo de un Centinela. Ponerle fin a esto antes de que sea demasiado tarde. ¡Sabes que los granitos de arena ya terminaron de caer hace ya muuucho tiempo, Eleanor! Eira fue...

—No volveré a repetirlo —masculló Eleanor con firmeza, a la vez que presionaba con fuerza el mango de su espada—, no vuelvas a llamarla por su nombre o juro que desgarrare cada uno de tus músculos.

Él replicó el gesto y se tensó de hombros, mientras intentaba estirar su cuello tanto como podía. Todo su cuerpo se hallaba entumecido. Su mirada, una vez más, se reposó sobre el sello de la líder de los Centinelas y su corazón volvió a exaltarse. Su respiración se volvía casi asfixiante. La única razón por la que esa batalla no había terminado... Ese. Maldito. Sello.

—Terminemos con esto, ¿quieres? ¡Tengo una hermosa montaña que liderar!

—Más bien te convendría rendirte de una puta vez. —La voz de Reyna reverberó en su mente. Valkor se volteó hacia su proveniencia y detectó no solo la figura de la asesina, sino también la de Eadric. Si había alguien que le diese respeto en esa montaña, ese alguien era él...—. No hagas ninguna idiotez, Valkor. O juro que no te tendré piedad alguna esta noche. Ya no.

—¿Cómo es posible que ustedes...?

—El malnacido de Vorgrimm ha decidido regresar a su madriguera más temprano esta noche —se apresuró a responder Eadric, mientras balanceaba su espada de lado a lado. Se despegó de Reyna, en un claro intento por cerrarle las aberturas que quedaban abiertas—. Estás solo, Valkor. Una vez más.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora