Capítulo 81

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Ray

—¿Estás segura de que no nos perdimos? —emitió Ray. Una vez más. Los ojos violáceos de Lina reflejaban unos destellos del mismo color, evidenciando que podía ver en la oscuridad de la noche, aunque no de la forma en la que le gustaría. Su fiebre aumentaba y el dolor de cabeza también iba por el mismo camino.

—Estamos cerca.

—¡Eso dijiste hace más de diez minutos!

—¡No seas quejica!

Ray volvió a emitir un gruñido en señal de desacuerdo y, como no podía ser de otra manera, se dejó arrastrar por ella. Los pies apenas le daban para seguirle el ritmo, pues en verdad parecía estar demasiado apurada por llegar a donde sea que debían ir. De pronto, Ray notó unos pequeños quejidos que parecían resonar en sus oídos. No era la primera vez que los oía. De hecho, siempre era capaz de escucharlos cuando estaba a punto de despertarse de un plácido sueño. Esa última semana había sido de lo más... peculiar. Cuanto menos.

Aguzó sus oídos, mientras entornaba un tanto los ojos, como si aquello le pudiese ayudar en algo. Entonces, de pronto, el quejido se hizo más intenso.

—¡Espera! —Se zafó del agarre de Lina de un tirón, quien tardó unos cuantos segundos en detenerse—. ¿Tú también lo oyes?

—¿Oír qué? Yo no escucho nada más que el sonido de la brisa.

—Creo que son ellos.

—¿Quién?

—¡Pues los lobos! ¡El resto de la manada!

—¿Seguro? Da igual. Debemos seguir, no tenemos mucho tiempo, ¿sabes?

—¿Y si están en peligro? ¡¿Y si en verdad les ocurrió algo?!

—¿Qué más da? ¡Son lobos, Ray! Y de seguro, los que nos salieron a correr, por si no lo recuerdas, han de ser sus padres.

—Son familia. ¿Qué podría ser más importante que la familia? A la familia siempre se la protege. —Ray se desvió, siguiendo el rastro del sonido de aullidos.

—¡Ray! ¿A dónde demonios vas?

—Bigotes, Orejotas... ¡Barriga...! ¿Son ustedes?

Ray avanzó entre los árboles, sorteando las ramas y esquivando los arbustos que se interponían en su camino. Lina lo seguía de cerca, dejando escapar un suspiro de cansancio. Los gemidos que había estado escuchando se intensificaron hasta que, abruptamente, se detuvieron por completo. En el corazón del bosque, donde solo se extendía la densa vegetación, Ray se detuvo y giró sobre sí mismo, buscando a sus compañeros. Solo quería despedirse de ellos, pero lo que encontró fue algo mucho más siniestro.

—¡Ray! —Lina llamó su atención con urgencia.

De repente, a través de los reflejos verdosos de sus ojos, Ray vio sombras moviéndose a su alrededor. Su pulso se aceleró y dio un paso hacia atrás por puro instinto. Estrechó la mirada y su corazón amenazó con salirse de su pecho cuando, bajo la luz de la luna, identificó la verdadera identidad de esas personas. Eran Aspirantes. Todos ellos portaban un Fulgurien ya encendido, emanando un resplandor ominoso en la oscuridad del bosque.

—Miren lo que tenemos por aquí... —La voz de Nevryn resonó desde la lejanía, mientras sobresalía del resto de aspirantes—. Ya me había cansado de buscarte, ratoncito. Pero parece que la brisa suele traer sorpresas... inesperadas. —El muchacho, sin mayor dilación, desenvainó su espada, mientras se aproximaba hacia él.

—¡Ray, vete! —La voz de Lina resonó en los oídos del pequeño, quien ni siquiera se volteó a verla. Ella intentó abrirse paso hacia él, pero chocó de frente contra Nestche, quien se interpuso en su camino. Cayó con un sonido sordo al piso, mientras la hoja del muchacho se relucía ante la luz de la luna—. Oh, no...

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora