Capítulo 65

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Eros y June

A pesar de la hermosa y soleada mañana que se había desplegado en el cielo, poco a poco las nubes grises comenzaron a ganar terreno. Sin atreverse a lanzar algún trueno que advirtiera lo que vendría a continuación, las gotas de lluvia empezaron a azotar con violencia todo lo que encontraban a su paso. Tanto los Velerians como los Centinelas se encontraban algo fatigados debido a los intensos y prolongados entrenamientos a los que se sometían todos los días, por lo que decidieron tomar un merecido descanso.

Eros tenía la misma intención de descansar, pero justo cuando estaba a punto de entregarse a una tranquila siesta en su cómoda y esponjosa almohada, June lo convocó para reunirse en el bosque horas más tarde. Aunque se negó en repetidas ocasiones, no había manera de que lograra salirse con la suya esta vez; así que se vio obligado a encontrarse con ella a las afueras de la imponente montaña, donde el frondoso y extenso bosque se extendía a lo largo y ancho del lugar. Ella había sido en verdad muy insistente.

Unas pocas gotas de lluvia empapaban la ropa que cubría al joven asesino, quien encontró refugio bajo el dosel protector de un árbol. Odiaba la lluvia. Desde que era un niño. Pasaron varios minutos desde que llegó al lugar acordado y no encontraba rastro de la princesa por ninguna parte. Suspiró en respuesta a la espera y engulló su espalda contra el firme y robusto tronco del árbol que lo protegía del leve goteo. En la distancia, oyó un sonido extraño. Sin moverse de su sitio, giró la cabeza hacia la dirección de donde creía que provenía y agudizó el oído lo suficiente como para detectarlo en caso de que se repitiera.

Volvió a oírlo. Se trataba de un sutil y leve aleteo. Pronto, unas alas sobresalieron detrás de uno de los tantos árboles que colmaban la zona circundante. Eros enarcó una ceja con curiosidad. El ser se mostró ante él, y Eros lo contempló con detenimiento. Sin duda se trataba de una mariposa, aunque sus alas eran un tanto más anchas y extensas de lo que alguna vez había visto. Cada aleteo dejaba un rastro de partículas azules que, tras algunos segundos, parecían desvanecerse en el viento. Eros se acercó un poco más para examinarla con detalle y notó que sus alas llevaban diversos patrones extraños que la recorrían, además de finísimas venas que la conectaban como ramificaciones intrincadas, irradiando un tono azul brillante en cada pasaje.

La mariposa se mantuvo expectante en su lugar, y Eros se atrevió a dar otro paso hacia ella. En el pequeño animalito vio algo peculiar, algo que sin duda alguna lo transportó a su pasado... De alguna manera, todo aquello le hacía recordar a su hermanita. Recuerdos que parecían olvidados volvieron a penetrar en su mente. Era la misma que en aquel entonces y, como tal, todo aquello no dejaba de darle la sensación de que su hermana lo estaba llamando. «Eros» resonaba en su cabeza, con esa risita juguetona muy propia de Jade. En ese momento recordó su bellísimo y angelical rostro, sus sonrisas, sus abrazos... Su nombre se hizo cada vez más y más prominente en su mente. «Eros» resonaba una y otra vez en su mente. Estaba seguro, aquel llamado provenía de la mariposa y lo escuchaba una y otra vez. «Eros, Eros, Eros...».

—¡Eros! —La voz de June lo sobresaltó, y él llevó instintivamente su mano a su espalda, donde descansaba su daga. Se volteó hacia ella con el ceño fruncido—. Te tardaste.

—¡Maldita sea, June! Un día de estos me matarás de un susto. —Eros lucía algo agitado, su corazón había dado un brinco como nunca antes. Devolvió de nuevo la mirada hacia donde se suponía que debía encontrarse aquella peculiar y extravagante mariposa. Pero, como no podía ser de otra manera, ya no estaba allí, como si se hubiera fundido con el viento.

La mirada de Eros se quedó como congelada en el tiempo. Aquellas alas, esos colores, esa composición alar...

Daba la impresión de ser una... ¿mariposa de cristal?

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora