Capítulo 97

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Eros y June

Reyna sentía cómo su cabeza parecía retorcerse en todas direcciones. Colocó una mano sobre sus ojos y los frotó con impaciencia. El iris en ellos centelleaba y cambiaban de color de violeta a marrón, su tono natural, de forma incesante. La sensación de mareo la hacía tambalearse, y tuvo que apoyarse en un árbol para evitar caer al suelo.

En tanto, June experimentaba una sensación de urgencia creciente. Las luces parpadeantes en su marca ardían más intensamente. El resplandor rojo indicaba que Eros también estaba en peligro. Ambos lo estaban. La joven Loreth levantó la vista y se percató de que Reyna tambaleaba. Sus sospechas se confirmaban. Estaba en lo cierto.

—¡Reyna! —Una voz femenina resonó desde la distancia—. ¿Dónde estás?

—Nadie diga ni una sola palabra, ¿me oyeron? —advirtió Reyna a las Centinelas, mientras las amenazaba con una daga que había extraído de su cintura. Las Centinelas levantaron sus manos en señal de rendición, temerosas de perder sus vidas si lo hacían. No eran rival para ella. Quizás nadie en todo Velerian lo era.

—¡Reyna! —La voz de Eleanor se aproximaba—. Sé que estás cerca. Estás cometiendo un grave error.

Reyna frunció el ceño, cerró los ojos y apretó los puños. Ahora tenía la oportunidad de lograr lo que ansiaba. Sus ojos brillaban mientras contemplaba sus manos temblorosas y sentía que su corazón latía desbocado.

—Lo que haces está mal, Reyna. Ambas estábamos equivocadas. —La voz de Eleanor se acercaba aún más instante a instante—. Sé que querías mantener a Eros cerca, evitar que se alejara. Protegerlo. Pero he entendido algo hoy. Comprendí que fuimos egoístas, que lo que importa no es mantenerlos a nuestro lado, sino preservar su felicidad, aunque no estemos conformes con ello.

Las lágrimas comenzaron a fluir de los ojos de la joven asesina. Se arrodilló en el suelo, con su nariz arrugada y sus pómulos tensos. ¿Cómo pudo cometer tales atrocidades?

—Hoy me di cuenta de que no somos tan diferentes. Eros y Ray también. Son más similares de lo que creemos. Nuestros objetivos pueden ser distintos, pero nuestras intenciones eran las mismas. Reyna, dime dónde estás, o será demasiado tarde. ¡¡Reyna!!

La muchacha, temblorosa, apretó los puños con fuerza y miró a June, quien la observaba con miedo, todavía sosteniéndose la garganta por la falta de aire y sus ojos, inyectados en sangre, pedían auxilio en silencio, mientras su rostro comenzaba a palidecerse más y más con el pasar de los segundos.

—Te guste o no, están unidos, Reyna... —continuó gritando Eleanor—. No lo habías considerado, pero si ella muere, él también lo hará. ¡Aunque te gustaría a ti estar en sus zapatos, la vida es injusta! ¡Ambos morirán, ¿me oyes?! ¡Eros también!

Los ojos de Reyna se abrieron de par en par y su corazón capturó al instante las palabras que sus oídos habían escuchado. No había considerado ese peligro. No había previsto eso. Sus ojos cambiaron de color, parpadeando entre el violeta y el marrón. Con esfuerzo, logró pronunciar las palabras:

—¡Aquí! —gritó con voz temblorosa—. ¡Estoy aquí!

Los pasos apresurados se acercaban y, tras unos segundos, Eleanor apareció con Eros entre sus brazos, seguida de un temeroso y lagrimoso Ray.

—Bien hecho —elogió Eleanor a Reyna y luego miró a June.

Eleanor se acercó a ella y ubicó a Eros a su lado. Eros sentía una fuerte presión en el pecho y anhelaba que algún tipo de magia le devolviera el aliento, ya que había agotado su última reserva. Estaba junto a June y notó que ella extendía una mano hacia él, su rostro mostraba cierto esfuerzo mientras lo hacía, estaba claro que, en esa condición tan delicada, las fuerzas menguaban para ambos. Sus dedos estaban a centímetros de distancia, pero Eros no podía moverse. Sus fuerzas lo abandonaban poco a poco y, en un determinado momento, su corazón dejó de latir.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora