Capítulo 89

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June y Éber

Éber estaba doblada sobre sí misma, tomada de las rodillas, mientras decenas de lágrimas brotaban de sus ojos. Lilith, con su característica crueldad, se burlaba de ella, aprovechándose de su vulnerabilidad. June, pese al miedo que la invadió al notar aquel color en el iris de sus ojos, sintió un torrente de furia correr por sus venas al ver a su amiga en ese estado. Las palabras que escaparon de la boca de Lilith eran como afiladas cuchillas, cortando la frágil paz que quedaba en el corazón de Éber. Si es que quedaba algo...

—¿Qué pasa, Eximia? ¿No eras tú la valiente y poderosa Nighfa que iba a tomar el Ojo? ¿O acaso recién ahora te has dado cuenta de que eres tan insignificante como siempre lo has sido?

—Lilith... Por favor —emitió destrozada, mientras su voz se llenaba de nudos desgarradores.

—¡Eres una sucia Eximia! —rugió con furia—. Tu mera presencia me causa repugnancia. —Se arrimó aún más a la destrozada muchacha, que no hacía más que llorar en silencio, mientras se frotaba los ojos para secarse las lágrimas, aunque era en vano. Un centenar de ellas volvían a invadir sus mejillas a escasos segundos—. Ni siquiera comprendo por qué tenías esperanza... ¡No te mereces siquiera eso!

—¡Basta, Lilith! —exclamó June al hacer acto de presencia, su voz resonaba con un tono que denotaba su autoridad, aunque no estaba del todo convencida de que enfrentarla fuese una idea del todo inteligente. Se plantó frente a Éber, formando una barrera entre su amiga y la Nighfa hostil—. No tienes derecho a atacarla de esta manera. Nada te da el derecho de tratarla así.

—No, June —masculló Éber al notar a la Loreth, quien se volteó para contemplar sus ojos rojizos—. Vete. No lo hagas más difícil de lo que ya es. Yo...

—¿Basta? —repitió la maliciosa Nighfa, exhibiendo una notable frustración en cada rasgo de su rostro. Contempló a June en silencio durante algunos segundos antes de desviar su mirada hacia Éber —. ¡Eso fue lo que te grité esa maldita noche y a pesar de mis incontables súplicas no te detuviste! ¿Lo recuerdas, Eximia?

—Eso... Eso fue... —Las palabras no parecían querer salir de su boca, en vez de ello, tan solo conseguía emitir balbuceos inconclusos e inaudibles.

—¡¿O es que acaso ya lo habías olvidado?! ¡¡¿EH?!!

Aquél último grito hizo que June se sobresaltara debido al miedo. Contempló a Lilith a los ojos y detectó que los mismos estaban inyectados de furia, enojo y... ¿venganza? No podía discernirlo del todo y, pese a que la había visto enfadada varias veces, aquella situación parecía distinta. Parecía que el remordimiento la había estado persiguiendo por varios años. Se volteó a ver a Éber, quien descendió su mirada al toparse con la incredulidad de su amiga. Ella, al contrario de Lilith, parecía tener un aura de culpa. Como una sombra que la había estado persiguiendo desde hacía un largo tiempo. Una culpa que, de seguro, no iba a dejar de atormentarla nunca. Éber no hacía otra cosa que repasar con sus dedos la mitad del corazón con la inicial de su nombre grabada en él. Aquello parecía hacerle lagrimear aún más, como si la estuviese transportando al fatídico día al cual Lilith le había insinuado. Recordarlo se traducía a centenares de pequeños alfileres que se iban clavando en cada pequeño recoveco de su pecho. Tal vez ya se encontraban clavados desde entonces, sólo que ahora volvía a sentir ese desgarrador dolor en su pecho.

Poco a poco los Velerians fueron saliendo del monasterio debido al alboroto que se había armado fuera. Ninguno comprendía lo que estaba ocurriendo, pero estaban dispuestos a escuchar.

—Ni siquiera te creas que te daré el lujo de olvidarlo —le gruñó Lilith a regañadientes, pasando justo por al lado de June, como si ella ni siquiera estuviese ahí, y dirigiéndose a Éber—. ¡Fue tu maldita culpa, ¿me oyes! ¡¡TU MALDITA CULPA!!

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora