Capítulo 102

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Eros y June

—La batalla sucederá esta noche. Los hombres de mi padre están subiendo la montaña —masculló June con un todo de voz un tanto delicado, como quien teme lo peor.

Eros sintió su corazón acelerarse, como si el peso del destino se posara nuevamente sobre sus hombros. Esta no sería la primera vez que se enfrentaría a una encrucijada tan peligrosa, pero cada vez se sentía como si el peso se hiciera más grande, más abrumador.

—¿Lo dices en serio? —Eros apretó los dientes, conteniendo la urgencia en su voz.

—Sí, ¡y debemos alertar a los Velerians antes de que sea demasiado tarde!

—No podremos salir de aquí, June. Ellos nos bloquean la entrada. —El joven asesino dejó escapar un suspiro frustrado.

La Loreth alzó la vista y sus ojos se posaron en Balthazar, quien había avanzado unos pasos por delante de Raymond y Reyna, haciéndose destacar entre ellos. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando desesperadamente una solución en medio del caos. Pero la presión del momento parecía nublar sus pensamientos, dejándola atrapada en una jaula de incertidumbre. No era buena para pensar en situaciones bajo presión y Eros no parecía aportar ideas tampoco. Estaba claro que aún estaba digiriendo todo lo de recién.

—Hagamos que esta noche sea especial —exclamó Balthazar con una sonrisa burlona—. Solo quiero el medallón que portan y a la chica. Tú ni siquiera eres importante en esto, muchacho.

Eros apretó los puños con fuerza, sintiendo la llama de la determinación arder en su interior.

—Tal vez no —negó con firmeza—, pero ella sí que me importa a mí. Mi propio egoísmo me consumió y me dejé llevar por las palabras de Raymond, pero ya no más. Si quieres llegar a ella, entonces tendrás que pasar por sobre mi cadáver.

Balthazar dejó escapar una risa sarcástica y extendió una mano hacia ellos con un gesto despectivo.

—Bueno —mofó con cinismo—, supongo que no será demasiado complicado de todas formas. Fue buena la charla mientras duró... June, me saludas a tu madre, ¿sí? Envíale mis condolencias y exprésale lo tan mala hermana que fue. ¡La peor de todas!

Una energía muy oscura irradiaba de la mano de Balthazar en forma de rayos ennegrecidos, y la tensión en el aire era palpable mientras se acercaba a ellos. June adoptó una postura defensiva, dispuesta a proteger a Eros a toda costa, aunque sus dudas internas amenazaban la confianza en sí misma. De repente, Balthazar desvió su atención hacia la gran puerta, lanzando un rayo explosivo que la hizo estallar en pedazos. La Gran Madre se reveló en la entrada, invocando rayos violáceos que la habían protegido de su anterior ataque, rodeada de pequeñas mariposas que parecían fluir de su misma energía.

—Eira —gruñó Balthazar a regañadientes—. Ahora eres quien los lidera, ¿pero por cuánto tiempo más?

—No tienes que hacer esto, Balthazar —dijo llena de compasión y tristeza—. Ya te has vengado, no tienes por qué seguir.

—No —negó él con vehemencia—. ¡Prometí que acabaría con hasta el último de ustedes! Se merecen que les devuelva todo el dolor que me provocaron. ¡¡Esto es su culpa!!

Un rayo ennegrecido salió disparado de forma violenta hacia la mujer, quien lo interceptó con el suyo propio, de un color violeta muy intenso. La tensión entre ellos era palpable, cargada de años de resentimiento y sufrimiento. La Gran Madre se mantuvo firme, enfrentando a Balthazar con la serenidad de alguien que había conocido su lado más oscuro, pero no había dejado que la consumiera.

—Yo siempre estuve para ti. Lo sabes —gimió ella por todo lo alto, manteniendo la compostura.

—Pero aun así lo preferiste a él. —La ira destelló en los ojos del hombre—. Me cambiaste por ese simple humano aún a sabiendas de que la rosa negra se activó conmigo. ¡Podríamos haber estado juntos, pero me apartaste como el resto!

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora