Capítulo 16

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Eros


Una vez más, las imágenes se abalanzaban sobre Eros, persiguiéndolo como sombras del pasado que nunca lo dejaban en paz. La escena se desarrollaba con una intensidad perturbadora: las llamas danzantes avanzaban hacia él, devorando todo a su paso con un calor abrasador que lo atormentaba. Los crujidos del fuego retumbaban en sus oídos, pero lo que más le afectaba eran los desesperados gritos de su hermana Jade, cuyas súplicas resonaban en la distancia, perdidas en el caos.

En medio de su pesadilla, Eros se encontraba atrapado en una cabaña de madera, que parecía estar al borde del colapso. Sin embargo, antes de que pudiera escapar de aquel infierno, alcanzó a vislumbrar la figura de un misterioso hombre con una capucha, cuya cara permanecía oculta. Sin embargo, Eros podía sentir la perversa sonrisa que se dibujaba en su rostro, lo que le hizo presagiar que este individuo tenía algo que ver con su angustiante situación.

El techo de la cabaña finalmente cedió y, en un intento desesperado por protegerse, Eros alzó las manos sobre su cabeza, preparándose para el inminente golpe. Pero antes de que el desastre lo alcanzara, despertó bruscamente, empapado en sudor, con el corazón desbocado y respirando agitadamente. La realidad le devolvió la presencia de su amiga Reyna, quien lo observaba con preocupación.

Eros llevó su mano temblorosa hacia su pecho, donde una marca ardiente y grabada permanecía, como si estuviera marcado con hierro candente.

—¿Qué sucedió? —inquirió entrecerrando sus ojos debido al dolor de cabeza que aún lo castigaba.

—No lo sé. —Reyna negó con la cabeza—. La princesa te ha marcado o algo así por el estilo y luego has caído inconsciente al suelo.

—Esto no puede estar pasando... —Eros posó su mano derecha sobre sus ojos y se limitó a refregarlos con delicadeza—. ¿Dónde está ella?

—Allí. —Ella se hizo a un lado para que Eros pudiese percatarse de que June se encontraba durmiendo justo detrás de ambos—. Ambas estábamos esperando a que despertaras, pero al final cedió y cayó dormida.

—¿Tú sabes algo de todo esto?

—Muy poco. Solo sé que es una Nighfa, uno de los seres más poderosos que habitan Azaroth.

—¿Qué significa todo esto? —Él volvió a llevar su mano hacia la marca y meció sus dedos sobre ella de un lado hacia el otro, como si eso fuese a darle las respuestas que tanto necesitaba.

—No lo sé. —Reyna hizo una pequeña pausa a la vez que observaba la marca del muchacho—. Intenté sacarle algo de información mientras aún permanecías en el suelo, pero al parecer ella sabe poco y nada de todo esto.

—Devolvámosla al reino de Irinois y nos la sacaremos de encima de una vez por todas.

—No lo creo. —Reyna movió su cabeza de lado a lado a modo de negación; hasta incluso parecía más reacia a tener que llevarla con ellos que el propio Eros—. He hablado con ella mientras esperábamos a que despertaras y me ha asegurado que no volvería al reino por nada en el mundo.

—¿Qu...? ¡¿Qué?! —preguntó consternado, arqueando sus cejas a modo de sorpresa.

—Hice la misma pregunta, pero ella no contestó; solo dijo que no quería volver con su padre y punto.

—¿Entonces qué demonios haremos? —Elevó un tanto el tono de su voz, pero no lo suficiente como para que la princesa se despertase.

—He oído el sonido del golpeteo de varios caballos en la distancia, por lo que es muy posible que nos estén buscando. Cuanto más tiempo pasemos con ella, más peligroso se volverá.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora