Capítulo 39

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Ray


Los amigos de Nestche rieron y chocaron los cinco, celebrando su acto de crueldad. Lina se mordió el labio, sintiéndose atrapada en un remolino de emociones. No había disculpa que pudiera borrar lo que había hecho, ni el dolor que Ray estaba sintiendo. Nestche se acercó a Ray con su mirada tan fría como la nieve y condescendiente clavada sobre su dolido rostro.

—Nunca, y digo nunca, has sido parte de nosotros, mocoso. Y esta vez no será diferente.

El pequeñín temblaba, sus lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas mientras Nestche lo acorralaba. La realidad lo golpeó con una fuerza abrumadora de la cual no era capaz de recuperarse. Las palabras hirientes de Nestche eran como puñales que se clavaban en su corazón, confirmando sus peores temores.

—¿Recuerdas cuando huiste de la Dama del Lago como un bebé asustado? ¡Jajaja! ¡Nunca olvidaremos esa historia, Ray! Nos has confirmado lo que eres: un estúpido niño cobarde y miedoso. —Todos rieron al unísono, llenando el lugar con sus carcajadas—. ¿No me digas que aún te haces pipí en la cama? De seguro Eleanor tiene que limpiarla todos los días, ¿a que sí?

Todo el grupo estalló en risas.

El niño apretó los puños, su rostro ardía de vergüenza y rabia. Las palabras de Nestche eran una bofetada dolorosa, una confirmación de su propia inseguridad. ¡Quería ser valiente, quería ser tan fuerte como ellos, como lo era Eros...! Pero no podía. Era demasiado débil...

—Eres solo un niño mimado de Eleanor. Sin ella, no eres nada —mofó Nestche.

—¡¡Eso es mentira!!

—¿Mentira? —Nestche se rio en su cara—. Entonces demuéstralo.

El peso de esas palabras cayó sobre Ray como un mazo frío y duro contra su vientre, su confianza estaba hecha añicos, si es que todavía quedaba algo de ella. La sensación de ser humillado y burlado por quienes creía que podrían llegar a ser sus amigos era abrumadora. Su deseo de escapar de allí creció, pero cuando intentó moverse, Nestche lo estampó nuevamente contra el árbol, su agarre era implacable.

—No tan rápido, mocoso —lo reprendió Nestche con una sonrisa siniestra—. No escaparás de esto tan fácilmente. Ahora no está Eleanor para defenderte. ¿Qué harás? ¿Llorar como siempre lo haces? ¿Correr a decirle que te estamos molestando? Ve, dile... Oh, que tonto soy, ¡no puedes!

Ray se sintió asfixiado mientras su corazón latía repleto de angustia. Sus lágrimas seguían fluyendo y el niño que había soñado con amistad y compañía se encontraba atrapado en una pesadilla de traición y crueldad. Sí, era eso. Una pesadilla de la cual Ray deseaba con todas sus fuerzas despertar. Pero estaba atrapado, acorralado por Nestche y sus palabras venenosas.

—¡Miren al débil Ray! —exclamó Nestche a todo pulmón, con su voz llena de desprecio—. Tan inútil como su padre. Pero como dicen, de tal palo...

Cada palabra de Nestche era como un puñetazo que hacía hervir la sangre del pequeño. Sus puños se apretaron con furia a los costados, sus uñas cavaban en sus palmas mientras luchaba por controlar la oleada de emociones que lo embargaba. Una gota de sangre se escabulló de sus manos, pero él no sentía el dolor. La rabia y la furia lo estaban consumiendo y todo aquello lo cegaba.

—¿Qué harás al respecto? —se volvió a burlar Nestche—. ¡¡Maldito humano inservible!!

—¡Yo! ¡No! ¡Soy...! Un... humano —respondió, aunque no del todo convencido—. Yo... soy como ustedes —emitió, con una voz un tanto apagada. Ni siquiera él mismo tenía idea de cuán ciertas eran esas palabras. Todos allí se partieron a carcajadas, sobre todo Nestche, quien tuvo que limpiarse una lágrima de tanto reírse. La única que no parecía reírse era Lina.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora