Capítulo 45

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June


Un silencio incómodo inundó la habitación, mientras ambas intentaban comprender lo que estaba ocurriendo. Tenían demasiadas preguntas y, para su mala suerte, muy pocas respuestas. Intentaron encontrarle sentido a, por lo menos, una pequeña porción de todo aquello, pero por más que buscaban, nada parecía encajar. Las piezas que intentaban unir eran distintas unas de otras, pero, tal vez, necesitaban una pieza en el medio. Un puente que sirviese para encajarlas a todas.

—Hay algo que no te dije, Éber —exclamó June, mirándola a los ojos—. En esa visión, vi a Balthazar con mis propios ojos.

—¡¿Lo dices en serio?! —preguntó, abriendo sus ojos.

—Él vino a por mí esa noche. No le importaba mi madre, sólo yo. Sin embargo... algo extraño ocurrió.

—¿Algo extraño? ¿A qué te refieres con extraño?

—Estoy segura de que no me creerás, Éber. Incluso es difícil para mí digerir lo que vi. Hasta incluso pienso que aquello no fue más que una creación de mi mente para darle un sentido al hecho de que salí de allí en una sola pieza. —Hizo una pequeña pausa, como intentando recordar su visión—. Tenía un peluche. Uno de los tantos obsequios de mi madre y, como no podía ser de otra manera, no era un peluche ordinario, ¿sabes? Obvio yo no tenía ni idea, pero de alguna manera sentía que Selenea necesitaba de mi compañía y yo la de ella, después de todo, era mi única compañera de aventuras y travesuras.

—¿Selenea?

—Así la llamaba yo. —Una sonrisa se formó en los labios de la princesa al recordar su pasado—. Jamás me separaba de ella, ¿sabes? Y, de alguna manera, ella me protegía. Desde entonces me estuvo cuidando y yo jamás lo supe... Esa noche, Éber. Aunque te parezca demasiado extraño, te juro que ese maldito día se convirtió en...

De repente, un pequeño ruido hizo que ambas se sobresaltaran. Era la mascota de la Gran Madre, que parecía haber despertado de su profundo sueño y estaba ligeramente confundida. Parecía que tanto bullicio y parloteo la había hecho despabilar.

Los ronquidos que antes llenaban la habitación habían cesado, y ambas se voltearon lentamente hacia la criatura somnolienta. Sus ojitos parpadeaban, tratando de enfocar su mirada y comprender lo que ocurría a su alrededor.

Las manos de ambas se aferraron la una a la otra, sus dedos se entrelazaron en un gesto de temor compartido. Se miraron a los ojos, sintiendo el pulso acelerado de sus corazones en sus gargantas. Ambas se cubrieron la boca con la otra mano, tratando de sofocar cualquier sonido que pudiera delatar su presencia.

La mascota de la Gran Madre se sacudió con cierta ligereza, y ambas contuvieron la respiración. Parecía que estaba a punto de levantarse y explorar su entorno, y eso podría significar problemas para ellas. Problemas muy gordos.

El pequeño animalito bostezó y bostezó nuevamente, sin parecer darse cuenta de que dos intrusas se encontraban coladas en la habitación que parecía estar protegiendo. Para su fortuna, su somnolencia lo mantenía en un estado de confusión, y no detectaba su presencia cercana. Su visión paramétrica parecía estar más borrosa que de costumbre.

Con el corazón latiendo desbocado, ambas Nighfas mantuvieron la calma y el silencio, rogando para que la mascota volviera a sumirse en un sueño profundo. Mantuvieron sus ojos clavados en la criatura, esperando cada movimiento con ansiedad y nerviosismo.

Finalmente, la mascota pareció resignarse a su sueño, acomodándose de nuevo en el colchón y dejando escapar un suave ronquido. Las dos se miraron aliviadas y soltaron el aire contenido en sus pulmones, sintiendo una oleada de alivio.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora