Capítulo 6

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Eros


Después de atender a los invitados de la fiesta y advertir su bandeja de plata vacía, Eros se apartó con suma discreción a un rincón de la sala principal. Desde allí, se tomó un momento para observar y contemplar la fiesta que se desarrollaba a su alrededor, en un claro intento por encontrar alguna pista que le ayudase a maquinar algún plan que valiese la pena, pues ninguno de los que brillaban en el interior de su cerebro parecían ser lo suficientemente perfectos para él.

El techo era muy distante, elegantemente adornado con intrincados diseños, y era el principal responsable de mantener firmes varios hermosos candelabros de cristal que emitían una suave luz dorada, creando un ambiente cálido y sofisticado. Los muros estaban cubiertos por tapices suntuosos, tejidos con hilos de oro y colores vibrantes que representaban escenas de la longeva historia del reino. A lo largo de la sala se podían vislumbrar elegantes columnas de mármol, que se alzaban con majestuosidad y sostenían arcos adornados con detalles exquisitos. Entre ellos, grandes ventanales de vidrio transparente permitían que la luz de la luna se filtrase, iluminando suavemente el espacio y revelando la belleza de los jardines exteriores. El suelo, pulido y resplandeciente, se encontraba cubierto por una lujosa alfombra tejida a mano con hilos de seda, en la que se entrelazaban patrones formidables y colores que resaltaban la elegancia del ambiente. Sobre la alfombra, mesas y sillas de estilo clásico estaban dispuestas con detalle y precisión, con delicados manteles de encaje y arreglos florales exquisitos. A lo largo de la sala, la música en vivo se encargaba de llenar el ambiente, interpretada por talentosos músicos que tocaban instrumentos clásicos con maestría. La melodía envolvía la sala y los invitados, creando un ambiente mágico y festivo.

Eros se valió de unos cuantos minutos para escanear la multitud en busca de la princesa. Aunque le resultaba difícil apartar la mirada del extravagante vestido y la deslumbrante belleza que la envolvían, la princesa parecía escurrirse entre la multitud sin dejar rastro. Como una estrella fugaz, igual de hermosa y centelleante, se perdía de un segundo para el otro en medio de un tumulto que carecía de importancia para el asesino. Con tantos invitados presentes, era una tarea desafiante encontrarla y mantenerse a su lado. Cada pequeño detalle y pista serían de suma importancia: sus movimientos, las personas que se acercaban a saludarla y, sobre todo, el comportamiento y la actitud de su guardaespaldas. Cualquier indicio podría ser una clave vital.

Dado que su vista se veía obstaculizada por la multitud abarrotada de la fiesta, Eros decidió aferrarse nuevamente a su bandeja personal y se encaminó hacia la mesa para reabastecerla. Sabía que debía mantener sus ojos en constante búsqueda de la princesa si quería que su misión fuera efectiva.

Antes de que siquiera pudiera dar un solo paso hacia adelante, una pequeña sombra se materializó frente a él. Eros se había olvidado por completo de la presencia de Emmeline, pero allí estaba ella, acercándose con una sonrisa coqueta y encantadora entre sus labios.

—Oh, qué casualidad que nos hayamos vuelto a encontrar, Sterling —exclamó ella y se ubicó frente a él, cerrándole el paso.

Ni siquiera necesitaba recurrir a sus sentidos asesinos que tanto lo habían acompañado en ese último tiempo como para cerciorarse de que cada una de esas palabras no eran más que una piadosa y vil mentira. Por un instante, se planteó cerrar los ojos y exhalar un suspiro de frustración, pero logró contenerse y, en su lugar, forzó una amigable sonrisa mientras aprovechaba unos segundos de más para echar un vistazo rápido a la joven. No confiaba mucho en su memoria a corto plazo, pero estaba seguro de que el escote de su vestido había descendido unos cuantos centímetros, revelando más de su figura y atrayendo la mirada de Eros de forma casi involuntaria. Además, el perfume que antes era algo más sutil y delicado, ahora se había vuelto mucho más intenso, envolviendo el aire con una fragancia de lo más dulce y embriagadora.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora