Capítulo 32

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Eros y June


Los suaves y delicados rayos del sol se filtraban por la ventana de la habitación, acariciando con ternura el rostro de June. Poco a poco, abrió sus violáceos ojos y se esforzó por ajustar su vista, parpadeando varias veces. Al enderezarse, sus ojos se encontraron con los de Eros, quien yacía recostado a su lado, profundamente dormido y dejando escapar suaves ronquidos. Observó cada detalle de su rostro, sonrojándose al darse cuenta de que aún no llevaba puesta su camisa. Intentó mover su mano izquierda, pero una leve presión se lo impidió. Al bajar la mirada, se sorprendió al ver que ambos estaban tomados de la mano. Llevó su otra mano a su frente, tratando de recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero solo podía vislumbrar imágenes borrosas y un dolor punzante la obligaba a regresar al presente.

Centró su mirada sobre la marca en el pecho de Eros, la cual emitía destellos violáceos y los mismos se movía de lado a lado, danzando en patrones únicos, tras ello, devolvió la mirada hacia su vestimenta, donde la marca hacía exactamente los mismos movimientos. Era como si la vestimenta fuese parte de su misma marca, como si Alasyra hubiese estado en completo acuerdo con aquella conexión única que compartían.

Se quedó pasmada mirando la Alarys Lumenar por varios minutos más y, de hecho, se frotó los ojos con su mano libre para cerciorarse de que lo que estaba viendo no era parte de un sueño de aquellos, sin embargo, todo parecía ser real. La vestimenta había cambiado por completo. Su diseño, sus patrones; incluso su color. Con detalles plateados. Eso quería decir que había conseguido superar la primera fase del entrenamiento y ni siquiera se había percatado de ello.

Eros dejó escapar algunos balbuceos adormecidos mientras abría sus ojos poco a poco.

—¿June? —exclamó, con una voz algo somnolienta—. ¿Qué ocurre? —Ella no contestó, en vez de eso se le quedó mirando como una estatua. Eros se irguió tal y como ella para estar a su misma altura—. ¿June? —Desplazó su mirada hacia su mano derecha y sus mejillas tomaron aquel mismo color rojizo que ella al notar que sus dedos estaban entrelazados—. ¿Acaso nosotros...?

—¡Vamos, levántate! —gritó de golpe y apartó su mano, con una vergüenza inconmensurable recorriendo por cada rincón de su cuerpo—. Vístete y vámonos. Llegaremos tarde al entrenamiento.

—¿Y qué con eso?

—Quizás a ti no te importe, pero a mí sí.

—¿June? ¿Ocurre algo?

Ella no se dio la vuelta, en vez de eso salió disparada por la puerta de la habitación y cerró la misma detrás de sí, evidenciando un portazo agresivo, que hizo a Eros pegar un sobresalto. Él se mantuvo contemplando la puerta por varios minutos más, perplejo. Levantó su mano derecha y la contempló algunos segundos. Aún su palma conservaba una temperatura cálida y sus ojos se abrillantaron al verla. De ella se desprendieron algunas auras azuladas, como si la propia esencia de June hubiese quedado impregnada en ella, sin embargo, el color azul le llamó mucho la atención. ¿Por qué era de ese color? Luego de ello desvió su mirada hacia la puerta una vez más y levantó su ceja derecha.

—¿Qué bicho le habrá picado esta vez? Cada vez entiendo menos a las mujeres...

Se puso de pie con intenciones de recoger la camisa que se encontraba sobre la mesa de noche y se estiró para colocársela, y así lo hizo.

Él no lo sabía. No tenía ni idea, pero en su espalda había un patrón producido por unas cuantas auras azuladas que convergían entre ellas. Pronto la marca se calmó, como si su núcleo hubiese dejado de alimentarlo y él salió de su habitación.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora