June
June se despertó sobresaltada, sus ojos se abrieron de golpe y se concedió una bocanada de aire algo osada, cerciorándose de que enormes ráfagas de oxígeno llenasen por completo sus pulmones, como si hubiera estado aguantando la respiración durante largas y extenuantes horas. Su cuerpo estaba empapado en sudor y una pequeña punzada de dolor le martillaba la frente, acompañada de un zumbido en su oído derecho, que poco a poco se iba disipando. Jadeando con intensidad, ansiaba recuperar el oxígeno que había perdido.
Repasó con su mano la marca de Alasyra, en la palma de su mano, la cual parecía latir, dándole pequeñas puntadas de dolor, hasta que finalmente se disipó por completo. Frunció un tanto su semblante, incapaz de apartar su mirada de aquella marca.
—¿Qué demonios fue lo de recién? —se preguntó en voz baja, mientras pasaba su mano derecha por su rostro; una manera que siempre empleaba para aclarar sus ideas—. ¿Un sueño? ¿Pesadilla, tal vez? Es que... fue tan real. Cómo si en verdad hubiese ocurrido, pero yo no lo recuerdo... No recuerdo nada de lo que ocurrió esa noche.
Pestañeó varias veces mientras ajustaba la visión de sus ojos a la oscuridad de la habitación. Cuando logró hacerlo notó que la Alarys Lumenar que vestía se encontraba iluminada y segundo a segundo iba perdiendo su brillo hasta que este se atenuó por completo. Ella se quedó pasmada mirándose a sí misma, incapaz de entender nada de lo que había ocurrido. De pronto, sintió que algo se movió a su lado y advirtió a Eros, quien emitía ronquidos suaves y descoordinados. Estaba profundamente dormido y eso era un alivio, no le gustaría que la viese con esa apariencia tan embarazosa.
De repente, escuchó golpecitos suaves en la ventana de su habitación. Se quedó inmóvil, con los ojos clavados en el cristal, sin ánimos de mover un solo dedo, como si eso le permitiera escuchar mejor. Otra vez escuchó el golpe. Como un raqueteo, como si algo estuviera golpeando la ventana. Extendió su mano derecha y dejó escapar una tenue luz violácea para iluminar el camino hacia la ventana sin ser vista. Asomó la cabeza y notó una pequeña piedra golpeando contra el cristal. El impacto de la piedra la hizo sobresaltarse y retroceder.
—¡June! —Oyó una voz algo tenue y ahogada que se perdía tras la barrera del cristal—. ¡Vamos sal!
La voz le resultaba familiar, así que volvió a asomarse. Abrió la ventana y dejó que la brisa enfríe un tanto sus mejillas y vuele sus cabellos revueltos. Sentía más frío del que debería por el sudor que aún persistía en su cuerpo. De repente, abrió los ojos como platos al advertir otra piedrita dirigirse directo hacia su rostro. Rápidamente, y sin siquiera saber de dónde había sacado esos reflejos, se apartó a un lado, con el ceño fruncido. No tenía ni idea de qué estaba ocurriendo, pero tenía unas ganas inmensas de asesinar al culpable con sus propias manos.
—¡¡June!! —volvió a oír, esta vez con un tono más impaciente. Rebuscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con la figura de Éber, quien estaba a punto de lanzar otra piedra más.
—¿Éber? —preguntó, sorprendida.
—¡June! —repitió la muchacha con una sonrisa dulce—. Vístete y baja. Quiero mostrarte algo.
—¡¿Estás loca?!
—Quizás un poco, pero eso ya lo sabes.
—¡Es tarde!
—Sí, y eso le dará incluso más emoción. ¡Baja!
June cerró la ventana y se quedó observando sus manos, que aún temblaban con cierta ligereza. Luego cerró ambos puños con fuerza y apretó con ímpetu los párpados de sus ojos, intentando calmar su cuerpo agitado. Se dio la vuelta con la intención de cambiarse el pijama, pero justo en ese momento, otro golpe resonó en la ventana, lo que la hizo soltar un suspiro corto en respuesta.
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Lazos de Sangre
Fantasy📚 Finalista en la Lista Corta de los Wattys 2024 📚 En el mundo de Azaroth, donde los límites entre la magia y la realidad se desdibujan, los destinos de los seres mortales están entrelazados con los caprichos de los Seres Ancestrales, quienes cons...