Capítulo 98

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Eros y June

June finalmente volvió en sí, sintiendo una única lágrima resbalar desde su ojo izquierdo y caer sobre la marca de Alasyra. Eros la sostenía, ofreciéndole apoyo mientras ella se recuperaba de la experiencia que había parecido una eternidad, pero que en realidad solo habían sido unos breves segundos. La sensación de desconexión y confusión gradualmente se disipó, reemplazada por una conciencia más clara.

Recuperando su compostura, June miró a su alrededor y notó que el Cisne Mágico que había tocado con su mano se desvanecía en partículas violáceas y azules. Estas partículas mágicas las rodearon a ambos, formando un remolino de luz que parecía envolverlos en una danza mágica.

El colgante que June llevaba alrededor del cuello, con forma de cisne, comenzó a vibrar con intensidad. Las partículas mágicas que los rodeaban se dirigieron hacia el colgante y penetraron en la gema violácea que decoraba el centro de la joya.

Como por arte de magia, la gema se iluminó con un resplandor brillante y vibrante, emitiendo destellos de luz violácea y azul que llenaron el bosque. La gema estaba completamente encendida, irradiando una energía mágica poderosa que parecía pulsar al ritmo del corazón de la Loreth.

Eros y June intercambiaron miradas de asombro mientras observaban el colgante con el cisne iluminado. La criatura ancestral había dejado su huella en la joya, otorgándoles un regalo que aún no comprendían por completo.

—¿Ese fue el segundo? —inquirió Eros con voz temblorosa, intentando digerir todo aquello.

—Eso... ¿creo?

—¿Lo encontramos? Pero...

—Lo sé —afirmó ella, casi sin mover un pelo y, tras unos poco segundos, volteó su mirada hacia la de él—. Es como si ellos nos hubiesen encontrado a nosotros.

—¿Es que aún no lo comprenden? —La voz de Éber resonó a sus espaldas y todos los presentes se voltearon hacia ella. Una sonrisa se formó en sus labios, mientras se cruzaba de brazos debido al gélido frío boscoso—. Nosotros estábamos equivocados. Ellos no estaban ocultos, siempre estuvieron aquí. Entre nosotros... Quizás no debamos emprender una búsqueda, sino más bien estar dispuestos a abrir nuestros ojos y ser dignos de encontrarlos. Ellos harán el resto.

—¿Por qué nosotros? —preguntó Eros.

—Porque son los únicos que aún tienen esperanza. Porque son los únicos que aún permanecen con los ojos abiertos. A los Velerians nos ha consumido la ceguera... Hace ya mucho tiempo que nos ha estado ofuscando y desde entonces no fuimos capaces de hallar la luz.

June y Eros se observaron, algo extrañados, y Éber formó una sonrisa cálida en sus brazos.

—Llevan dos. Faltan cuatro.

—¡Eros! —se oyó una voz finita desde la distancia. Eros la reconoció al instante y se volteó hacia la dirección del sonido.

Ray se liberó del sutil y delicado agarre de Eleanor y corrió hacia Eros a todo pulmón. Lo abrazó con una fuerza mayor a la que el chico esperaba. El joven asesino le devolvió el abrazo con un apretón un poco más suave.

—¡Me asustaste, tonto! —le gritó el pequeño, mientras algunas lágrimas continuaban esparciéndose de sus mejillas—. ¡No lo vuelvas a hacer, ¿me oíste?! No fue divertido... Casi pierdo al único que me comprende.

—Oye —musitó Eros y el pequeño desenterró su rostro del vientre de su amigo para mirarlo a los hermosos y azulados ojos que se inyectaban en su iris como ramificaciones gráciles y delicadas—, ni sueñes que te librarás tan fácil de mí, ¿eh? —El pequeño sonrió—. Aún tienes mucho que aprender.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora