Capítulo 60

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June

El corazón de ambas Nighfas latía con fuerza mientras perseguían a Lilith por los intrincados pasillos del gran palacio. A pesar de sus esfuerzos, la muchacha parecía estar siempre un paso adelante, y su desesperación crecía al pensar en lo que podría hacer con el diario de June en sus manos.

Mientras avanzaban, la figura esbelta de Lilith se alejaba cada vez más, demostrando ser una corredora hábil y veloz. Pero ellas no se dieron por vencidas; sus corazones daban pulsos desaforados, impulsándolas a seguir adelante.

En medio de su desesperada carrera, se encontraron con la imponente figura de la Gran Madre, quien las detuvo con una mirada severa.

—¿Qué están haciendo aquí? —regañó la anciana con voz firme—. Deberían estar lavando las vestimentas, no corriendo por el palacio como condenadas.

Ambas amigas intercambiaron miradas entre sí, indecisas por un momento, pero el deseo de recuperar el diario y evitar que Lilith se apoderara de él era mucho más fuerte.

—Lo sentimos, Gran Madre —excusó finalmente Éber, con una sonrisa angelical—. Pero esto es mucho más importante.

—¿Más importante? —formuló, alzando una ceja—. Si no vuelven ahora mismo a sus labores, no me dejarán más opción que castigarlas y esta vez no seré tan delicada.

—Sí, sí, lo que digas —exclamó Éber, tomando el brazo de June y llevándola lejos—. Luego tendrás tiempo de regañarnos todo lo que te plazca.

—¡Oigan! ¡Vuelvan aquí ustedes dos!

Las dos amigas continuaron su camino, zigzagueando entre los laberínticos pasillos y pronto se encontraron frente a una encrucijada en el palacio. El pasillo se dividía en dos, hacia la izquierda y la derecha, y se dieron cuenta de que era la única manera de cubrir más terreno y aumentar sus posibilidades de encontrar a Lilith, pues no sabían hacia donde se había dirigido.

—Creo que sería mejor separarnos por un momento —sugirió Éber, con determinación en su mirada—. Cada una tomará un pasillo y nos reuniremos más adelante. Así tendremos más posibilidades de atraparla.

June asintió, y ambas se separaron, cada una tomando un pasillo diferente. A ella le tocó el de la derecha y echó a correr, mientras se encontraba con decenas de Velerians que la contemplaban extrañados. Sus pasos contrastaban con fuerza con el ávido silencio del solemne lugar. En un instante, dobló por la derecha, ingresando a un lugar algo apartado de su camino principal.

Mientras avanzaba por el pasillo sombrío, June sintió una sensación incómoda en la nuca, como si alguien la estuviera observando. Al darse la vuelta, su corazón se detuvo por un instante al ver al final del pasillo una figura espeluznante hecha de oscuridad y sombras. Era el Wendigo, la misma criatura que la había atormentado en sus pesadillas durante años. Reconocía esos ojos anaranjados y su silueta terrorífica, era la misma que la atormentó en la noche, el mismo ser que intentaba aterrorizarla de pequeña. El Wendigo permanecía inmóvil, pero June podía sentir su presencia malévola y amenazante.

Con un esfuerzo titánico, logró retroceder unos pasos hasta que su espalda chocó con la fría pared de mármol blancuzco. La criatura parecía acecharla, como si se regocijara en su temor. June intentó reunir valor para enfrentarla, pero el miedo la paralizaba. En ese momento, el Wendigo se apartó de su posición original y se deslizó hacia una de las puertas que adornaban el pasillo. La puerta crujió ominosamente al abrirse, revelando una habitación oscura y siniestra.

Intrigada y con el corazón latiendo desbocado, June decidió seguir a la misteriosa criatura hasta la habitación. Abrió la puerta con cuidado y la cerró detrás de sí, tratando de no hacer ruido. La habitación estaba sumida en penumbra, apenas iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite en el otro extremo.

June exploró el lugar, buscando cualquier indicio del Wendigo, pero parecía haber desaparecido. Se acercó con cautela al escritorio de madera, donde notó un montón de papeles y libros. Parecían registros antiguos y notas de un pasado desconocido. Mientras inspeccionaba los papeles, una sombra se cernió sobre la cama cercana. Con un sobresalto, June volvió la mirada y se encontró con los ojos penetrantes del Wendigo, que la observaba fijo desde lo alto de la cama. El corazón de June latió con fuerza, y su miedo se intensificó. ¿Qué quería el Wendigo? ¿Por qué la había llevado a esta habitación? Se sentía acorralada, sin saber cómo reaccionar ante la presencia amenazante de la criatura.

De repente, el Wendigo pareció disolverse en la oscuridad bajo la almohada de la cama, como si se hubiera fundido con las sombras. June quedó perpleja, sin comprender lo que había sucedido. Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta.

Reuniendo coraje, se acercó lentamente a la cama, esperando ver alguna señal de aquel ser sombrío. Sin embargo, no encontró nada más que una almohada y sábanas desordenadas. La lámpara de aceite continuaba arrojando su tenue luz en la habitación, pero no había rastro de la criatura. El misterio del Wendigo parecía haberse esfumado junto con su sombría figura.

Con la curiosidad desbordante, June levantó la almohada de la cama y, para su sorpresa, encontró un libro antiguo y desalineado escondido allí. En la portada del libro, se leía un nombre: «Propiedad de Balthazar, devolverlo en caso de extravío». Ella hasta ese momento no lo sabía, pero se encontraba en la habitación de Balthazar.

Donde todo dio origen.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora