Capítulo 70

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Ray

En la ducentésima decimocuarta luna, trece Fulguriens aguardan ansiosamente su momento, mientras doce han desatado su fulgor mortal y cuarenta y cuatro han perecido en la contienda. La luna, descansando en su plenitud, deja paso a la luz matutina que ilumina el campo de batalla, mientras las estrellas, en lo alto de la montaña, parecen intensificar su brillo a medida que se acerca el desenlace de la prueba, como si estuvieran expectantes ante su resolución inminente. Entre ellas, una estrella doble destaca, irradiando con una luminosidad que supera a las demás, como una madre anhelante, sin dejar espacio para la decepción, sino únicamente para la ansiada recompensa.

Dos lunas y catorce horas para la conclusión de la prueba.

Ray se agachó entre los helechos, cuidando cada movimiento. Con manos rápidas, juntó hojas secas y ramas del suelo del bosque, las cuales seleccionó cuidadosamente, formando una especie de tapiz crujiente justo en la entrada de la cueva. Con una sonrisa traviesa, colocó algunas piedras estratégicamente sobre las hojas, asegurándose de que no se vieran a simple vista. Un camuflaje perfecto a ojos del pequeño.

El viento susurraba a su alrededor mientras finalizaba su espléndida creación. El niño se apartó para observar su obra con satisfacción. Si alguien se acercaba, no habría forma de no pisar aquel crujido de hojas secas.

—¿De verdad crees que podría funcionar? —Ray se dio la vuelta para contemplar a una, todavía, muy adormecida Lina. Ella dejó escapar un bostezo leve, incapaz de evitarlo, mientras intentaba abrir sus ojitos pegados. Hacía un buen tiempo que no era capaz de dormitar sin tener que preocuparse por su propia seguridad. Se sentía renovada. Como nueva.

—Te lo dije, ¿no es así? Eros me enseñó como hacerlas. —Lina se acuclilló para contemplar la trampa más de cerca. Quiso acercar una mano. Viniendo de Ray, lo más probable era que ni siquiera fuese capaz de activarse, por lo que tan solo buscaba chequear su letalidad, pero la voz de Ray la detuvo—. No haría eso si fuera tú.

—¿Piensas quitarle una pierna a los intrusos?

—¿Qué? No. Pero lo retendrá lo suficiente como para que actuemos. Ahora que saben dónde nos escondemos podrían venir a por nosotros y este es nuestro territorio —exclamó, como si toda esa pequeña porción de la montaña fuese de ellos y solo de ellos dos—. En nuestro territorio nosotros tenemos la ventaja. Ellos podrán ser más, pero nosotros estamos más que preparados. Además, seguro ataquen de noche, ¡la oscuridad es nuestra aliada!

Lina alzó una ceja, completamente extrañada y algo conmocionada por todo eso de las trampas. Además de que ninguno de esos comentarios parecía haber sido pronunciados por él, algo le indicaba que aquellas ideas no se le habían ocurrido a él personalmente, y no tuvo que detenerse demasiado tiempo a pensarlo. Después de todo, no dejaba de hablar de ese humano ni por un solo segundo...

—¿Sabes? Tal vez no me habría venido mal asistir a una de sus... ¿clases?

—¡Te perdiste la historia de su prueba, Lina! —Alzó su mano hacia el cielo, como si se tratase del dios más épico que haya pisado esa montaña—. ¡Acabó con todos él solo! ¡Fue épico!

—¡Waaa! ¿En serio?

—Ehh... quizás cambié un poco la historia, pero sí que fue épico.

Lina sonrió en respuesta. Ya se había acostumbrado a tener la compañía del niño y, aunque le seguía pareciendo algo extraño... Bastante, de hecho, no dejaba de reírse cuando se encontraba a su lado. La alegría que tanto necesitaba. Repuso su atención sobre la trampa una vez más. Ella apenas era capaz de reconocerla a simple vista. Temía ser ella quien caiga en la trampa. Aunque lo costase admitirlo, había hecho en verdad un muy buen trabajo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora