Capítulo 84

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Ray

Bajo la mirada vigilante de la luna llena, los lobos saben que es ella la única que puede desentrañar y salvaguardar cada verdad oculta en la oscuridad. Verdades que aguardan pacientemente, listas para ser liberadas con el suave susurro de un aullido, como un último recurso en busca de ayuda.

Mientras tanto, en lo alto del firmamento, las estrellas se unen con la luna en un baile eterno contra la penumbra que se cierne sobre el cielo. Juntas, enfrentan la oscuridad con valentía, formando una alianza inseparable, donde una no puede existir sin la otra. Restan pocos minutos para la conclusión de la prueba, pero en ese efímero instante, la luna y las estrellas se unen en un baile cósmico, recordándonos la eterna dependencia entre luz y sombra.

La ducentésima decimoctava luna se acerca. La única luna maleable en el firmamento; minutos restantes para la finalización de la prueba.

Todo pareció desacelerarse para Ray mientras leía los labios de Nevryn que murmuraban «Te tengo». El corazón de Ray latía con angustia mientras todo aquello se sucedía ante sus ojos. Quiso hacerse a un lado, moverse, apartarse, ¡lo que sea! Pero sus piernas no le respondían. Su golpe iba bien encaminado, pero no llegaría a impactar...

Estaba seguro de que había oído un grito de Lina a sus espaldas. ¿Cómo le estaba yendo en la batalla en contra de Nestche? Seguro que bien. Una estrella brillaba. Día o noche. Con lluvia o sin lluvia... Pese a las adversidades. Siempre. Brilla. No es una elección, claro está. Es su deber. Y como tal, ella seguro estaba brillando allí detrás. Pero los lobos, en cambio, pueden morir. Y un lobo apartado, Exiliado, sin su manada, y sin posibilidades de escapar, no era más que una presa más de la cual otros podrían alimentarse. Un fulgor menos del cual Aelwyn debía preocuparse. Un fulgor vacío para ella, sin importancia.

Eso era lo que era. Nada. Un vacío más del montón.

Ray quería voltearse hacia Lina, ver lo que estaba ocurriendo. Se preocupaba más por ella que por sí mismo, la verdad. Aunque lo quisiera, apenas podía con su propia batalla que, de hecho, parecía haberse inclinado del lado de Nevryn. Claro que lo que estaba haciendo el muchacho no era válido. No era... legal. Pero ¿quién estaba allí para juzgarlo?

Nadie. Absolutamente nadie.

Ray siempre había sido muy fiel a las reglas. Quizás porque convivió gran parte de su vida protegida por Eleanor, nada más ni nada menos que la líder, o tal vez porque lo llevaba en la sangre, pero era incapaz de quebrantar ninguna. Al menos, no con una excusa que fuese, aunque sea, remotamente válida.

Sin siquiera importarle, Nevryn extrajo una segunda espada de su espalda, la cual ocultaba a la perfección, rompiendo la regla sagrada de los Centinelas de portar solo una. La que le daban desde pequeños. Era una trampa descarada y que, claramente, ameritaba un clarísimo exilio. En cualquier otro momento, el pequeño se habría dejado amedrentar. No sería capaz de seguir el juego. ¿Romper una regla? ¡Nunca! Pero Ray entendió la lección en ese instante, como si la vida misma le hubiese preparado y llevado hasta ese momento crucial, donde su vida entera debía dar un cambio radical para poder seguir adelante. «Las reglas eran irrelevantes cuando la supervivencia estaba en juego». Ese era el puntapié para sobrevivir. Y recién ahora se daba cuenta de ello.

Se liberó del peso de seguir las reglas al pie de la letra. Recordó las palabras de Eros: «Cuando la supervivencia está en juego, no hay norma que valga, solo la de tu propia supervivencia». Era todo Azaroth en su total esplendor. Agónico, devastador, asolador, cruel. Injusto... Allí fuera no había reglas. Nada se regía por ellas. Y una vez más se reprochaba no haber escuchado todas aquellas advertencias y consejos de Eros. Engaños, certezas, ¿cuál era la diferencia? Si la importancia radicaba en... sobrevivir. Ahora entendía que la prueba no era solo para el más fuerte, sino para el más astuto, el más audaz y el más inteligente. Aquel que pudiera adaptarse a la verdadera naturaleza de Azaroth, entonces estaría preparado para enfrentar cualquier cosa.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora