Capítulo 82

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Ray

—¿Listo para cavar tu propia tumba, ratoncito? —preguntó Nevryn con un tono burlón, su voz resonó en el aire tenso entre ellos.

Ray apretó los dientes, conteniendo la furia que burbujeaba en su interior ante el desprecio de su adversario. Odiaba que lo menospreciaran, que lo rebajaran. Era su oportunidad de demostrar que podía convertirse en un Centinela. Un verdadero Centinela. La única y última que tendría, por lo que debía aprovecharla como era debido. Esos comentarios hirientes ya no le afectaban, hacía oídos sordos ante ellos. Lo había aprendido a las malas. Debía centrarse en el combate, lo demás no importaba.

—Listo como nunca —respondió con determinación, su voz resonó firme a pesar de los nervios que lo asaltaban. Podía imponer la voluntad de cientos de guerreros reunidos en un mismo cuerpito, pero aún así, los nervios eran parte de él, no podía controlarlos.

Con un movimiento rápido y fluido, Nevryn se lanzó al ataque, aprovechando la oscuridad de la noche para ocultar su espada y privar a Ray de cualquier posible defensa. El filo relucía débilmente gracias a la luz de la luna, una amenaza que se acercaba con la ferocidad de un depredador astuto. El Fulgurien de Ray zumbaba con mayor intensidad, como si también reconociera la peligrosidad del enfrentamiento.

Ray, desorientado por la oscuridad y la velocidad del ataque, luchó por detectar la posición exacta de la espada de Nevryn. Su visión se nublaba momentáneamente ante cada destello del arma, y su mente trabajaba a toda velocidad para anticipar los movimientos de su astuto oponente.

Nevryn empleó una técnica muy inteligente, utilizó su propio cuerpo como distracción, camuflando la letalidad de su espada en la penumbra de la noche. Ray, ya sin saber qué lado de su cuerpo proteger, se vio sobresaltado cuando Nevryn estuvo prácticamente encima de él. Fue un instante crítico, pero Ray reaccionó a tiempo, logrando detener el ataque por un pelo.

La agilidad y astucia de Nevryn quedaron al descubierto, y Ray comprendió que esa batalla no sería fácil. Los fulgores que emanaban de su adversario no eran simplemente brillos; eran testigos de su habilidad y experiencia como guerrero.

El impacto resonó a lo largo del brazo de Ray. A pesar del dolor, Ray se obligó a mantener la concentración. Cada movimiento era crucial, y aunque se sentía abrumado, su determinación seguía ardiendo en su interior. Sin darle tiempo para recuperarse, Nevryn continuó el ataque, lanzando una serie de estocadas y cortes rápidos y precisos.

Ray respondió con movimientos rápidos y fluidos, desviando cada golpe con destreza mientras buscaba una oportunidad para contraatacar. Sus pies se movían con gracia sobre el sedoso césped del bosque, cada paso era sumamente calculado para mantener su equilibrio y su posición en la pelea. Nevryn buscaba desestabilizarlo con su fuerza, pero Ray no daba tregua.

Los minutos pasaron como segundos, el ritmo frenético de la batalla mantuvo a ambos combatientes en un estado de concentración absoluta. Cada respiración era medida, cada movimiento era calculado, mientras Ray luchaba con todas sus fuerzas para mantenerse de pie ante la avalancha de ataques que recibía.

Nevryn sonrió con satisfacción ante la resistencia del niño, su voz resonó con burla en el aire tenso entre ellos.

—No estás mal, ratoncito —dijo. Su tono prevalecía tranquilo a pesar de la intensidad del combate, como si aquello no fuese más que un entrenamiento sin importancia para él. Un mero... entrenamiento más del montón—. Tal parece que ese humano te ha echado una mano, ¿eh?

—Ya no soy el mismo de antes —respondió Ray, con el jadeo intenso—. Me esmeré mucho.

—Ya lo veo. —Sonrió por todo lo alto—. Pero ¿será suficiente?

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora