Capítulo 14

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Eros


El intenso calor del sol y los delicados rayos que acariciaban el rostro de June le resultaban incómodos. Intentaba refugiarse detrás de Eros, quien se mantenía imperturbable mientras dirigía el caballo hacia Mithryl. Con las manos atadas desde la noche anterior, June no podía pronunciar ni una palabra, ya que una cuerda le aprisionaba la boca. Su corazón latía desbocado, y su cuerpo temblaba de miedo. Aunque desconocía el rumbo exacto, sabía que se acercaban a Mithryl, una tierra conocida por su desolación y aspecto poco agradable.

Eros redujo la velocidad del caballo a medida que se aproximaban al lugar donde, sin duda, Vadim los esperaba con ansias, sobre todo a ella. Cuando llegaron a su destino, el joven asesino saltó ágilmente del caballo y lo condujo hacia la entrada. De reojo, observó a June, cuya mirada reflejaba el terror y pánico que la invadían. Su cuerpo temblaba, y parecía frágil y vulnerable. Aquellos brillantes ojos que asomaban lágrimas eran como pequeños puñales clavándose en el corazón de Eros.

—No me mires de esa manera —exclamó él, desviando la mirada hacia el suelo—. Ya no hay vuelta atrás. —La princesa, con la boca amordazada, solo emitía sonidos incomprensibles mientras trataba de expresar su angustia.

Eros intentó ayudarla a bajar del caballo, pero ella se movía y revoloteaba con agitación, dificultando su descenso. Sin embargo, tras algo de trabajo consiguió sostenerla con ambos brazos y logró bajarla del corcel. Caminaron juntos hacia la entrada, y Eros pudo sentir el jadeo impetuoso de la princesa, quien estaba visiblemente asustada y nerviosa. Arrugó ligeramente la nariz y entrecerró los ojos, inhalando profundamente antes de tomar el picaporte de la puerta. Lo deslizó hacia abajo y la abrió, llevando a la princesa a su lado mientras se hacían visibles al interior de la estancia.

El lugar parecía solitario, y la ausencia de Vadim llamó la atención del asesino. Era extraño, pues su jefe rara vez abandonaba su despacho, por lo que decidió esperar unos momentos. Pronto, una puerta a un costado del mostrador se abrió de par en par, revelando la figura del hombre, quien lo observaba con una sonrisa en el rostro y una expresión de asombro.

—Siempre supe que podrías lograrlo —mintió y se acercó hacia ellos—. Jamás me has defraudado y has completado un encargo muy importante. Un trabajo impecable, por lo visto.

—Gracias, señor —dijo Eros, haciendo una pequeña reverencia ante el imponente hombre. El mismo se acercó a June y la observó con perplejidad, estudiando hasta el más mínimo detalle de su rostro. Finalmente, se acercó lo suficiente para examinar detenidamente el iris de sus ojos y notó el tono azulado de los mismos.

—Hum... interesante —murmuró para sí mismo, con un tono algo defraudado—. Has hecho un trabajo espléndido, Eros. Por eso quería pedirte un último favor y...

—Lo siento, señor —lo interrumpió—. Este fue mi último trabajo, no quiero seguir más con esto.

—¿Seguro? Podrías sacar más tajada de todo esto.

—Seguro, señor. Creo que ya he hecho suficiente.

—Bien. —Vadim se pasó una mano por su rostro, visiblemente en desacuerdo—. Aún no tengo preparado tu pago, vuelve dentro de algunos minutos y podrás irte en paz —dijo finalmente, esbozando una sonrisa amplia. Eros echó un último vistazo rápido a June y luego desvió la mirada, evitando encontrarse con sus ojos—. Puedes irte, ya has cumplido con creces tu trabajo.

—De acuerdo —respondió Eros, girándose y alejándose. A sus espaldas, escuchó los desesperados y desgarradores sonidos de auxilio de June, los cuales poco a poco se desvanecieron en la distancia. Cerró la puerta tras de sí, dejando atrás esos sordos sonidos que atormentaban su mente.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora