Capítulo 99

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Eros y June

Eros luchaba por recuperar el aliento, su cuerpo empapado en sudor dejaba caer gotas que salpicaban su entorno con cada movimiento brusco. El maniquí de paja se balanceaba con ligereza mientras recibía los contundentes golpes de su espada, dejando marcas apenas perceptibles en su superficie. Crepúsculo aún descansaba en su vaina, pero quería probar la espada que Kyra le había otorgado en algo más que no fuesen lobos. Debía prepararse para su partida y sabía más que de sobra que el viaje sería duro, por lo que debía aferrarse a su compañía más certera y la que, de seguro, salvaría su vida.

No quería depender de algo que apenas lograba entender.

Sus movimientos eran rápidos, intentando coordinar sus piernas con agilidad y mantener el equilibrio, aunque el muñeco se resistía, respondiendo con un impulso que lo obligaba a retroceder. Se concedió algunos pasos hacia atrás, luego realizó una enérgica estocada que chocó contra la sólida madera. El impacto hizo que su mano golpeara la cruz de su espada, dibujando una expresión de dolor en su rostro.

—¡Maldición! —exclamó, agitando su mano herida como si aquello fuese a aliviarla—. Mira que soy idiota.

—Y que lo digas.

June se hizo presente desde detrás de él. Eros se volteó para colocar sus ojos sobre ella.

—¿Qué haces aquí?

—He venido a ver qué estabas haciendo. Tal parece que aún sigues por aquí.

—Sí —dijo, devolviendo su atención al maniquí—, has llegado en el mejor momento...

—Quizás. —La Loreth resopló y se colocó frente a él mientras sus ojos se cernían sobre la mano lastimada del asesino—. Dame tu mano —exclamó con disimulo. Con ambas manos, June tomó la suya y la examinó con delicadeza. Aunque sus movimientos eran suaves, Eros no pudo evitar formar una pequeña mueca de dolor evidenciada en su rostro, seguido de alaridos leves—. ¿No que eras un valiente asesino?

—N-nunca dije eso... ¡ay! —se quejó, mordiéndose un dedo para evitar otro grito más. sintió un fuerte dolor punzante penetrando su mano, como un choque eléctrico.

—Bien, creo que puedo hacer algo al respecto.

June cerró sus ojos y se concentró en la herida. Sintió como en su contacto con la mano de Eros la energía se transfería de un cuerpo hacia el otro, y respiró hondo, analizando la herida con mayor profundidad. No de una forma física, sino enérgica. Se centró de lleno en el lugar donde había una brecha de energía y entonces, susurró una palabra que Eros ya conocía de memoria. Tras ello, presionó el tendón del abductor largo del pulgar con fuerza, y se percibieron un puñado de destellos violetas que rodearon la zona. Después de unos segundos, el dolor se intensificó y hasta incluso se triplicó antes de desvanecerse al completo; Eros inspeccionó su mano con asombro. Otra vez usaba esa extraña y morbosa energía para sanarlo. Era quizás un tanto más doloroso que la forma tradicional, sí, pero aceleraba el proceso en gran medida y, por si no fuera poco, había que ser sinceros: en verdad hacía un muy buen trabajo. Sin duda había mejorado muchísimo en su técnica.

—Buen trabajo. —Abrió y cerró su mano varias veces. Nada. Ya no había rastro alguno de dolor—. Esta vez sí que te has lucido.

—Gracias, supongo. ¿Un cumplido tuyo? Debe ser mi día de suerte. Quizás hasta llueva... Tuve la suerte de que la Gran Madre me haya enseñado a pulir un poco la técnica.

—La Gran Madre, ¿eh? No entiendo que tiene esa vieja chiflada conmigo.

—¡Eros! Aún estas aquí, ¿recuerdas?

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora