Capítulo 108

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June y Éber

Los pequeños copos de nieve danzaban en el aire, formando un manto blanco sobre la vasta montaña. El retumbar metálico de las espadas chocando en la lejanía se entrelazaba con el silbido de las flechas que surcaban los cielos, y el ominoso eco de la energía desatada por los Velerians se había adueñado por completo del entorno.

Dentro del monasterio, en el rostro de June, comenzaban a manifestarse las señales del esfuerzo. Aunque podía enfrentarse a Balthazar, estaba claro que no estaba del todo preparada para este enfrentamiento, y él lo sabía. Eleanor yacía en el suelo, adolorida, mientras Eros permanecía paralizado, sosteniendo a Reyna con lágrimas brotando de sus ojos. En la distancia, Ray tampoco parecía haber resistido. La pérdida de sangre había sido excesiva, y su frágil cuerpo no estaba listo para soportar una herida tan profunda sin un tratamiento inmediato. Éber encontró a Eros con la mirada. Una mirada que lo decía todo.

—¡Oh, vamos! —Balthazar se acercaba a June, dando pasos decididos—. Solo entrégame tu maldito colgante, y todo esto terminará de una vez y para siempre.

—¡Jamás! —Ella respondió con furia contenida, su mirada se mantenía desafiante. Balthazar esbozó una siniestra sonrisa.

—¡Tu madre era tan terca como lo eres tú! Hay cosas que nunca cambian. —La mención de Thryna la hizo estremecerse—. ¡También debería haberse rendido cuando tuvo oportunidad! Pero no lo hizo. No haces más que aplazar lo inevitable.

—¡Mi deber es protegerlos! —Evidenció muecas de dolor. Sus manos sudaban, sus dedos temblaban y sus brazos comenzaban a congelarse, como si estuviese sumergida en un lago de hielo. El entumecimiento se extendía como un manto de nieve doloroso. Quemaba, como la mismísima nieve—. No solo soy la Gran Madre ahora, sino que además soy una Loreth. Ahora más que nunca debo cumplir con mi propósito.

—Una Loreth, ¿eh? —Enarcó una ceja, mientras dejaba mediar una risa sarcástica que la hizo enfurecer aún más. No dejaba de avanzar hasta ella—. Son seres sin propósito. Vacíos. Ya maté a una, ¿cuántas más deben morir por proteger algo que ni siquiera les incumbe?

—No dejaré que estas personas mueran en vano, Balthazar...

—Ya no hay nada que puedan hacer. Ni tú, ni nadie... —June tragó saliva por el esfuerzo. El sonido de los rayos golpeando en el aire continuaba martillando sus oídos—. Mira a tu alrededor. ¡Míralos! —June se volteó y observó la devastación que los rodeaba. Todos estaban destrozados—. Ya han perdido a Eira, el único pilar que los mantenía en pie. Acéptalo, han perdido por completo la batalla. No tienes por qué seguir con esto. —Él dio algunos pasos más hacia June, y ella parecía estar permitiendo que se acercara—. Si continúas con esto no harás más que prolongar su sufrimiento.

» Solo toma mi mano; deja que tu energía fluya hacia mí. ¿No crees que ya han muerto demasiadas personas a tu causa? Ya no hay nada que puedas hacer, Loreth.

—No —musitaba ella, a la vez que negaba con la cabeza. Su indecisión era palpable mientras sus manos temblaban y sudaban debido al esfuerzo—. ¡Siempre hay una manera!

—Tu padre aún te espera. Puedo devolverte con él, confía en mí.

—¡No la escuches, June! —dijo Eros, quien seguía abrazando a Reyna, mientras decenas de lágrimas surcaban sus ojos. Hablaba con voz entrecortada—. Aún no está nada escrito.

—Eros... Tú también. ¿Por qué siquiera los ayudas en primer lugar? —inquirió Balthazar—. Pudiste haberte desvinculado de su marca y haberte marchado antes de que comenzara la batalla. Recuperar por lo que tanto has luchado. ¡Tú no tienes nada que ver con esto!

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora