Eros
Eros emprendió su camino de regreso hacia su habitación, saliendo del monasterio sin darse cuenta de la drástica disminución de la temperatura. Se vio obligado a cruzar los brazos y frotarlos con impaciencia para evitar que los vellos de sus brazos se erizaran de forma involuntaria. Levantó la vista sobre sus hombros y observó a Reyna sentada en el borde de la montaña, con la cabeza entre las rodillas. Junto a ella, June le ofrecía consuelo con suaves palmaditas en la espalda. Permaneció unos minutos contemplando la escena antes de exhalar un suspiro algo osado y continuar su camino. Un escalofrío recorrió su espalda. Era consciente de que la princesa lo había escuchado y que sabía que él estaba allí; era indudable que se giraría para mirarlo. Reyna hizo lo mismo. Ambas se volvieron para observarlo. La joven asesina tenía los ojos ligeramente hinchados por las lágrimas, mientras que June le devolvía la mirada con una mezcla de enojo y furia. Eros volvió a darse la vuelta y se dirigió hacia su habitación. Sabía que ellas todavía lo observaban mientras se alejaba, y sentía la mirada de June como pequeñas agujas que se clavaban en su espalda.
En la entrada de su cabaña, Eleanor lo esperaba, pareciendo aguardar su llegada. Al notar la presencia de Eros, ella le esbozó una sonrisa forzada y un tanto ambigua.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó él.
El joven asesino se tomó unos instantes para observarla con detenimiento. Llevaba una capa oscura que ondeaba graciosamente en la brisa fría, y su cabello largo y oscuro danzaba alrededor de su rostro, como si el viento la reconociera como una fuerza de la propia naturaleza. Sus ojos, de un penetrante color violeta, irradiaban determinación y una intensidad que dejaba claro que no era alguien a quien se pudiera subestimar. En su frente, llevaba una enigmática marca, un distintivo que le confería un aura mística. La marca estaba formada por intrincados símbolos y líneas que parecían entrelazarse en un patrón ancestral. Eros supuso que debía ser alguna especie de marca distintiva que utilizaban los líderes, pues recordaba que Raymond había dicho algo de eso en su primer encuentro.
Su atuendo estaba confeccionado con telas resistentes y de colores oscuros, lo que le confería una apariencia elegante pero práctica. Llevaba una túnica ajustada al cuerpo que permitía una total libertad de movimientos durante sus vigilias y misiones. Sobre la túnica, la joven llevaba una armadura ligera y flexible, hecha de materiales naturales como cuero y tejidos. Esta armadura le proporcionaba una protección discreta pero efectiva, sin sacrificar agilidad en el combate.
—¿Acaso no puedo pasear por mi propia montaña? —incitó ella.
—Lo que digas... —Eros pasó junto a ella y procedió a insertar la extravagante llave en la ranura de la puerta.
—Nadie aquí quiere que te quedes —soltó de repente—. Y yo no soy la excepción.
—Sí, me di cuenta... Estoy seguro de que eres la primera en la lista.
—No creo que seas muy inteligente, entonces. —Ella se colocó frente a él, permitiendo que Eros la viera con mayor claridad, ya que la luz de la luna apenas iluminaba lo necesario—. ¿Cómo puedes ser tan tonto como para enemistarte con las únicas dos personas que te mantienen en pie? Gracias a ellas sigues aquí. No parece muy astuto de tu parte.
—¿Crees que me gusta estar aquí, en un lugar que no tiene nada que ver conmigo, donde todos me miran irritados a cada paso que doy?
—Entonces, lárgate.
—Créeme, si pudiera, lo haría en este mismo instante. —Eros se acercó a Eleanor y frunció el ceño. No iba a dejar que lo intimidara—. Ustedes veneran a June como una de las Nighfas más poderosas que jamás hayan existido, pero... ¿dónde estaban cuando ella más los necesitaba? ¿Qué hacían mientras la obligaban a quedarse encerrada en el palacio?
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Lazos de Sangre
Fantasy📚 Finalista en la Lista Corta de los Wattys 2024 📚 En el mundo de Azaroth, donde los límites entre la magia y la realidad se desdibujan, los destinos de los seres mortales están entrelazados con los caprichos de los Seres Ancestrales, quienes cons...