Capítulo 7

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Eros


Todo comenzaba a complicarse. El baile había llegado a su fin y los sirvientes se apresuraron a rellenar sus bandejas para satisfacer la sed de los exhaustos invitados. Eros no tuvo más opción que seguir al resto de los sirvientes durante la próxima media hora. El ambiente se volvió más caótico con la llegada de los últimos invitados que faltaban, llenando el gran salón de un tumulto aún mayor. La vibrante música resonaba de fondo, y Eros buscaba desesperadamente a la princesa por todo el lugar. Finalmente, sus ojos se encontraron con los de June desde la distancia, y un alivio momentáneo lo invadió al verla resguardada por el guardia. Aunque su guardia personal suponía un obstáculo para su misión, al menos aseguraba la protección de la princesa frente a aquellos que intentaban hacerle daño. Frente a Kael.

Jamás pensó que iba a decir algo como eso, pero realmente se alegraba de que estuviese protegida por aquel guardaespaldas.

Por un momento, sopesó la idea de alertar a los guardias sobre los dos hombres sospechosos, quienes portaban navajas que los delataban, pero se reprimió de hacerlo, consciente de que eso solo lo involucraría en un mar de preguntas y respuestas no deseadas. No era un mayordomo real, por lo que prefería mantenerse en un segundo plano. Optó por seguir de cerca a los hombres, pero pronto se separaron, dificultando su tarea de vigilarlos, a la vez que cumplía con sus obligaciones como mayordomo para no levantar sospechas. Todo se volvía cada vez más estresante, y Eros se agobió de lo complicada que se estaba tornando la misión de secuestrar a la princesa.

Más de lo que pensaba en un principio.

Notó que Kael se mantenía muy cerca de June, espiándola discretamente desde las sombras, sin llamar demasiado la atención. Se veía a leguas que era mucho más experimentado en el arte del asesinato, y su comportamiento disimulado lo delataba como un profesional. Sin embargo, mientras el guardaespaldas permaneciera cerca de la princesa, no representaría una amenaza. Lo que le preocupaba era el segundo asesino, el compañero de Kael, a quien no lograba encontrar y a quién no conocía de nada. Aunque su comportamiento lo señalaba como un novato en el oficio, Eros sabía que los novatos podían ser igual de peligrosos. Eros conocía a cada maldito asesino, pero ese... ¿De dónde demonios había salido?

El joven asesino se tomó un tiempo para terminar de servir al resto de los invitados hasta vaciar su bandeja, entonces se hizo a un lado. Su corazón dio un brinco desaforado al, otra vez, no hallar a la princesa donde antes. De forma incesante y nerviosa intentó ubicarla y, cuando consiguió hacerlo, sus ojos se ensancharon como platos. Ella estaba saliendo al patio delantero, donde posiblemente no había demasiados invitados y el cual era el lugar perfecto para acabar con ella. Su temor se hizo aún más profundo cuando advirtió que, segundos más tarde, Kael salió de forma disimulada por aquella misma puerta. Eros llenó de aire sus pulmones y, si bien no tenía un plan en el cual basarse, sabía que debía concurrir al lugar antes de que ocurriese una tragedia. Jamás había fracasado en una misión y esta no sería la primera.

Dio un paso hacia adelante, cuando de repente sintió que alguien lo tomaba del brazo. De forma instintiva se dio la vuelta y ante sus ojos se hizo visible la esbelta y destellante presencia de Emmeline, quien le concedía una sonrisa de lo más conmovedora. Eros sintió que se aflojaron todos y cada uno de sus músculos. Era el peor momento para que apareciera.

—¿Creíste que te escaparías tan rápido? —susurró ella con voz seductora, tirando sutilmente de su brazo para acercarlo hacia sí, dejándolo frente a frente—. Sueles tener mucha suerte, ¿eh? Salvado al milímetro...

—No lo llamaría suerte... —Eros intentó mantener sus pensamientos para sí mismo, pero las palabras escaparon de sus labios sin poder evitarlo. Emmeline respondió con una coqueta carcajada.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora