Capítulo 72

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Eros

—Jarrod. —Eros se dirigió al joven y experimentado arquero con urgencia, consciente de la peligrosidad de la situación—. Toma al niño y aléjalo de aquí. Es muy peligroso para él. —De pronto, su mirada se repuso sobre la niña—. Y la pequeña también. Parecen ser muy propenso a meterse en problemas. Además, no creo que puedas separarlos.

—Sí, señor.

—Quédate con ellos y asegúrate de que no haga ninguna idiotez, ¿de acuerdo?

—Enseguida.

—Quienes tienen a los Exiliados resguárdenlos y no le pierdan el ojo. El resto conmigo —rugió Eros—. Atacaremos en partes. Reyna, intenta rodearlo y ataca desde atrás.

—Lo tengo —respondió Reyna, decidida, y comenzó a avanzar para flanquear al imponente lobo.

—Espera... —Eleanor se interpuso—. Es un Ser Ancestral. Lo veneramos, ¡no podemos hacerle daño!

—¿Bromeas? —Eros la escrudiñó con la mirada—. Es él o nosotros, líder. ¿Tu deber es protegerlo a él o a Velerian? ¡Decide!

—¡Maldita sea! —Ella castañeó los dientes, indecisa. Tras varios segundos lanzó un gruñido atroz—. No quiero ningún herido, ¿entendieron? —gritó Eleanor, entonando una voz firme y llena de resolución—. Nos enfrentaremos a él y luego llenaremos nuestras barrigas con una deliciosa comida y mucho vino.

Un rugido de guerra, distintivo de los Centinelas, resonó en el aire. En cuestión de segundos, todos adoptaron posiciones defensivas. Los arqueros tensaron sus cuerdas, listos para disparar, mientras los espadachines se colocaron en el frente, nerviosos pero preparados. Sin embargo, el mero rugido del temible lobo los hizo estremecer y retroceder, incapaces de evitar el escalofrío que recorría sus espaldas. De golpe, todos perdieron la confianza y la motivación oculta en aquellas palabras, las cuales se fueron con el viento.

El majestuoso lobo se alzó sobre sus patas traseras, su silueta imponente se veía recortada contra el cielo. Un último rugido voraz se liberó de su garganta, mostrando colmillos más grandes y afilados que los lobos que habían enfrentado previamente. Un breve momento de tensa expectativa tensó el ambiente antes de que se abalanzara hacia el grupo de Eros con una ferocidad imparable.

—¡Ahora! —gritó Eros con urgencia, y una lluvia de flechas se elevó desde los arqueros, apuntando al lobo feroz. A pesar del aluvión de flechas, el lobo parecía apenas inmutarse, avanzando sin siquiera molestarse.

Cuando el lobo llegó a Eros, arremetió con violencia, derribando a varios Centinelas en su camino. Sus garras buscaban carne y sangre, pero Eros logró esquivar el zarpazo mortal justo a tiempo. En ese instante, pudo ver de cerca las garras del lobo, impresionantes y amenazadoras. Mientras tanto, Reyna y su grupo habían logrado rodear al lobo desde atrás, intentando dañarlo con sus espadas. Sin embargo, la piel del lobo resultaba demasiado gruesa para hacerle un rasguño significativo. Solo lograron provocar un rugido agresivo y hacer que el lobo se volviera para contraatacar con un zarpazo veloz, despejando a varios Centinelas de su camino.

Las flechas continuaban lloviendo desde el cielo, impactando en la piel del lobo y aumentando su furia. La bestia pisoteó el suelo con fuerza, generando un temblor que desestabilizó a varios Centinelas. Luego, se preparó para embestir nuevamente. Eros previó el movimiento y se percató de que el lobo se giraría para atacar al grupo de Reyna.

—¡Cuidado! —advirtió con desesperación, pero sus palabras parecieron desconcertar a Reyna, quien no logró reaccionar a tiempo. El lobo se abalanzó y la lanzó varios metros hacia atrás, dejando a varios Centinelas caídos en su camino.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora