Capítulo 80

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Ray

En la ducentésima decimoséptima luna, sólo dos Fulguriens aguardan con ansias el despertar de su fulgor, mientras dieciocho han desatado ya su mortífera luz y cuarenta y nueve han caído en nombre de Velerian. La fase lunar, amenazando con su transición hacia la total y completa plenitud, adquiere una peculiaridad inquietante: teñida de tonos rojizos como la sangre, se alza en un espectáculo sin igual en el firmamento. Sin embargo, las nubes grises se interponen, opacando incluso a las estrellas mismas, y arrojan su sombra sobre el campo de batalla.

Con solo tres horas restantes para la finalización de la prueba, el tiempo se convierte en un enemigo implacable, mientras el cielo mismo parece retorcerse en anticipación y anhelo.

La noche avanzaba con la luna ascendiendo lentamente en el cielo, tejiendo una manta de plata sobre la montaña. Cada paso de Lina y Ray era como una nota en la sinfonía del silencio, un eco suave y preciso que resonaba en la tranquilidad de la noche, solo interrumpido por los murmullos de los animales nocturnos que, en esa noche en particular, parecían reacios a pegar ojo.

Ray se adelantó con cautela, su figura era apenas visible en la penumbra de la noche. Sus ojos escudriñaban cada sombra, cada rincón de la cueva, consciente de que su preciada y super segura morada había sido descubierta. Se aferró a la pared de roca, sintiendo su textura áspera bajo sus dedos, mientras observaba con atención el interior de la cueva.

Con movimientos sigilosos, se acercó lentamente, tratando de no delatar su presencia. Cada músculo tenso, cada respiración contenida, hasta que finalmente se preparó para entrar, moviéndose con la gracia de una sombra. A su lado, Lina se acercó con menos delicadeza, como una flor preciosa y delicada, pero repleta de espinas y poco llamativa. En contraste, su actitud resultaba desafiante, apenas disimulada.

—Esto es una pérdida de tiempo...

La voz de Lina reverberó en sus espaldas. Ray sintió que le pellizcó el cuello y se exaltó de golpe.

—¡Chhht! —susurró Ray, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Lina rodó los ojos con exasperación, cruzando los brazos sobre su pecho en un gesto de impaciencia.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó, con un tono de voz que apenas rompía el silencio.

—Estamos asegurándonos de que todo esté en orden, ¿de acuerdo? Estoy seguro de que... ¡CUIDADO! —Ray retrajo a Lina, como si estuviera a punto de ser devorada por un lobo. La pequeña estrellita sintió su corazón latiendo en la garganta y agrandó los ojos; su mano se dirigió hacia su vaina, donde su espada se iluminó con tonos blancuzcos—. ¡Nuestra trampa se ha activado! ¡¡Sabía que allanarían nuestra preciosa morada!! —Lina tragó saliva mientras observaba la trampa, hasta incluso no pudo evitar contemplar muy de cerca la sangre allí derramada. Había sido activada, sí, pero no de la forma en el que él creía... Valkor...

—Sí... —masculló, mientras intentaba devolverle a su corazón su pulso regular—. Vayamos con cuidado...

Lina dejó escapar un suspiro, largo y audaz, antes de adentrarse en la oscuridad de la cueva. A medida que avanzaba, el aire se volvía más denso, cargado con el olor a humedad y tierra. Pero cuando llegaron a la mitad, Lina se detuvo bruscamente, girándose hacia Ray con una mirada inquisitiva en sus ojos.

—Está bastante desordenado aquí dentro, pero viniendo de ti no es nada nuevo, así que...

—¡Oye! —El niño tensó la quijada y se animó a adentrarse otros pasos más—. En medio de la prueba no se me da por ordenar, ¿sabes? Hay cosas más importantes que requieren mi atención. Además... —Escrudiñó el lugar, con los ojos bien abiertos, mientras buscaba alguna excusa válida para todo aquel desorden revoltoso—. ¿Para qué ordenarlo si volverá a desordenarse? —Se tensó de hombros durante algunos segundos. Lina alzó una ceja en respuesta.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora