Capítulo 11

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Eros y June


A medida que Eros y June se acercaban a Redonia el paisaje cambiaba drásticamente. El pueblo se presentaba como un lugar desgastado y poco agraciado. Las calles, aunque limpias, mostraban signos evidentes de la dura vida que sus habitantes llevaban día a día. Las casas, de madera envejecida y con techos desgastados, daban testimonio de los años de historia y lucha que habían presenciado.

Las calles principales terminaban en callejones oscuros, dejando ver que la vida en Redonia no era fácil ni siempre segura. Personas deambulaban por las calles, observando con curiosidad y un poco de recelo a los recién llegados, especialmente a June, cuyo aspecto refinado contrastaba con la sencillez del lugar. Después de todo, las prendas que vestían los habitantes de Redonia eran, en su mayoría, harapientas y desgastadas, si es que llevaban.

—Todas esas personas... —musitó June por lo bajo, observando cada detalle del lugar.

—Lo sé —la interrumpió—. No estás acostumbrada a ver estas cosas; las áreas circundantes al reino son mucho más adineradas y las personas visten ropas más agradables, pero no todo Azaroth es así. Mucha gente lucha por un pedazo de pan para poder vivir.

La vida en el pueblo no era abundante, y eso se reflejaba en la apariencia de sus ropas. Eros se acercó a una de las tantas tabernas que componían el extenso y humilde poblado.

—No lo sabía —aclaró algo avergonzada. Nunca había salido de Irinois, ¿por qué habría de hacerlo?

Ella bajó del caballo de un salto, y tras ello se colocó la capucha de su abrigo, tal y como Panam le había recomendado. Eros, por su parte, le otorgó la protección de su caballo a un hombre algo desalineado y le entregó en mano unas pocas Águilas de Bronce. El mismo tomó las riendas del animal y lo dirigió hacia su humilde y pequeño establo.

—Entremos.

Al entrar a la taberna, la puerta evidenció su ingreso emitiendo un chillido algo osado, y todas las miradas se posaron sobre ellos, sobre todo June, quien se acomodó aún más la capucha, tratando de evitar hacer contacto visual con las personas que llenaban el lugar. El ambiente se volvió tenso de inmediato, y diversos hombres, algunos de ellos con cicatrices marcando gran parte de sus rostros, se levantaron de sus asientos, observándolos con actitud amenazadora. Parecía como si estuvieran listos para cualquier conflicto que pudiera surgir; aunque, al toparse con la mirada penetrante de Eros, muchos de ellos volvían a tomar asiento, apartando la mirada hacia otro lado.

La taberna se trataba de un lugar oscuro y rústico. La tenue luz de las lámparas de aceite colgantes apenas lograba iluminar el lugar, arrojando sombras inquietantes por todos lados. Las mesas y sillas de madera crujían bajo el peso de los hombres rudos que las ocupaban. A medida que se adentraban, el aroma a tabaco, cerveza y sudor se mezclaba en el aire.

June se aseguró de seguir muy de cerca a Eros, buscando protección en su presencia. Estaba claro que tenía miedo, pero confiaba en que él la guiaría a salvo a través de aquel ambiente hostil. Después de todo, la necesitaba con vida, ¿no esa sí? Por su parte, el joven asesino parecía estar acostumbrado a este tipo de situaciones y no prestó demasiada atención a las miradas amenazadoras que los seguían. Con paso decidido, abrió camino entre las mesas y los hombres que los fulminaban con la mirada hasta llegar al mostrador de la taberna, donde un hombre aguardaba por su llegada, mientras secaba unos tazones hechos a base de arcilla. Los escudriñó con la mirada. A Eros simplemente lo repasó, pero cuando sus ojos se centraron en ella, no pudo evitar tomarse más tiempo del debido para contemplar su indudable encanto. June lo notó al instante y apartó la mirada; estaba claro que se sentía muy incómoda en ese lugar. No pertenecía allí y estaba claro que la taberna entera lo sabía, era palpable en el aire. Eros golpeó el mostrador con su mano, atrayendo la atención del tabernero.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora