Capítulo 19

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June


Las figuras de Reyna y June se hicieron presentes en la confortable cabaña, donde Eros permanecía sentado; expectante y a la espera de su arribo. Al percatarse de su llegada, se volteó para devolverles la mirada, y ellas se adentraron a la habitación sin musitar palabra alguna, con sus melenas un tanto mojadas.

—¿Cómo es posible que tarden tanto en tomar un simple baño?

—Nosotras tardamos un poco más, aguántate —le respondió June algo enfadada.

Ambas elevaron la mirada para contemplarlo. Al hacerlo, advirtieron que él se encontraba sin su camisa, pues presumía sus abdominales y exhibía la marca que June le había demarcado en su pecho, la cual centelleaba con sutileza. Al percatarse de ello, ambas enrojecieron sus mejillas en respuesta y desviaron su mirada de forma poco disimulada.

—¿No puedes ponerte algo encima? —formuló Reyna con su voz un tanto temblorosa.

—Mi camisa está completamente empapada; la dejé reposar sobre la mesa para que se seque para mañana.

—Pues colócate una manta o algo —ordenó la joven asesina a modo de reproche.

—¿Es completamente necesario?

—Da igual. —Reyna soltó un suspiro avergonzado y tras ello se encaminó hacia arriba, donde se encontraban las camas que tomarían prestadas para dormir esa gélida noche.

—¿Qué le sucede? —Eros dirigió su cabeza en dirección a June, quien se encontraba a su lado.

—Desde que te conocí, ya comenzaba a creer que eras medio idiota, pero ahora lo confirmo. —La princesa reanudó su paso y fue tras Reyna—. Al parecer me equivocaba, eres idiota completo.

—¿Qué acaba de suceder? —murmuró Eros por lo bajo, atónito, a la vez que se limitaba a seguirlas.

Había tres camas ubicadas de forma horizontal, una al lado de la otra, por lo que el muchacho tomó la iniciativa y se adueñó de la primera de ellas. June se recostó en la cama contigua y, por consiguiente, Reyna no tuvo más opción que dormir en la última de ellas. Las mismas contaban con colchones, los cuales no eran demasiado cómodos ni confortables, pero cumplían su función y además contaban con sábanas de lino y una tela mucho más robusta que los resguardaba del frío. La que más notaba el repentino cambio era June, quien no acostumbraba a dormir en ese tipo de colchones y, de hecho, su cuerpo comenzaba a recriminárselo, aunque al menos agradecía dormir en una cama y no recostada sobre el pasto. Era un pequeño paso.

Reyna se sumergió en el colchón y se entregó al dulce abrazo del sueño; mientras tanto, June se retorcía inquieta a su lado, incapaz de acostumbrarse a todo lo que había pasado en los últimos días. Su mente estaba alerta a cada mínimo ruido, amplificado por su recién adquirida habilidad de audición a larga distancia. Cualquier sonido, incluso el roce sutil de una hoja contra el río cercano, la llenaba de temor. Eros, por su parte, aún resentía el dolor de sus músculos, por lo que se vio obligado a permanecer inmóvil mientras intentaba conciliar el sueño. A pesar de lo complicado que parecía, finalmente, logró dormirse tras varios minutos de esfuerzo.

 A pesar de lo complicado que parecía, finalmente, logró dormirse tras varios minutos de esfuerzo

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