Capítulo 31

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Eros


La luna, majestuosa en su plenitud, se erigía sobre el cielo estrellado, sus destellos iluminaban de manera caprichosa el paisaje. Desde lo alto de la montaña, las estrellas parecían al alcance de la mano, dotando a la escena de una atmósfera mágica y singular. Eros, June y Reyna compartieron la cena, pero la urgencia de Eros por regresar a su cabaña lo impulsó a despedirse temprano. Ansiaba el confort de su lecho. Al llegar, una figura de espaldas lo aguardaba en la entrada, y al acercarse, la figura se volvió, revelando unos ojos que Eros reconoció de inmediato.

—Oh, Gran Madre —la saludó con la mano y ella levantó una ceja en señal de extrañeza. Estaba claro que estaba acostumbrada a otro tipo de saludos—, que coincidencia nuestro encuentro.

—No. —Ella le negó con la cabeza y le hizo una seña con sus dedos para que el muchacho se acercara—. Vine específicamente a hablar contigo.

—Vaya, eso sí que es una sorpresa, ¿hice enfadar a algún dios suyo y no me percaté de ello? Porque si es así, entonces...

—No —lo interrumpió, sin ánimos de terminar de oír su sarcasmo—. Aún. Francamente, me sorprende el trabajo que has realizado hoy. Has contribuido al entrenamiento de los Centinelas, lo cual es crucial para ellos. —La mujer se acercó a él y posó sus dedos en los pómulos del chico, vislumbrando profundamente si iris verdoso, repitiendo el gesto que había realizado en Reyna el primer día—. Todo lo que te rodea es un enigma. —El muchacho entrecerró los ojos al observarla, detectando cierta amargura y ambigüedad en su voz—. Eleanor puede que no sea la mejor guerrera de Azaroth, pero su hermana la entrenó bien. Aunque no tuvo suficiente tiempo para ello...

La Gran Madre cerró los ojos y ladeó su cabeza hacia un lado, para después devolverla hacia Eros, quien le devolvía una mirada expectante. Estaba claro que aquello parecía afectarle más de la cuenta. Meditó por varios segundos en silencio antes de romperlo.

—Hace algún tiempo estalló una guerra —comenzó ella, mientras Eros la escuchaba atentamente—. Nos obligó a replegarnos, y ese fue el único momento de toda nuestra historia en el que nos vimos forzados a abandonar esta misma montaña. Perdimos a muchos Velerians en el camino. Cientos de familias destrozadas, cientos de Centinelas murieron defendiendo a Velerian, y muchas Nighfas y Nebulos dieron sus vidas para proteger lo que nos fue otorgado hace miles de años... Balthazar logró dar con nuestro paradero y se encargó de diezmar a la gran mayoría de nosotros. —La mujer extendió las manos, señalando su entorno—. Solo quedamos nosotros. Éramos muchos más en aquel entonces, pero no pudimos hacerle frente. Era... Es demasiado poderoso. Una de nuestras mejores Centinelas, Kiri, ha estado liderando el grupo y entrenándolos como corresponde, sin embargo, Balthazar fue muy astuto. Sabía que estaba en una carrera contra el tiempo y se apresuró a dar el primer paso. Por infortunio, no tuvo tiempo de enseñarle a Eleanor todo lo que necesita saber, y perdimos a muchos Centinelas valiosos en el proceso. Esa es la razón de su nivel actual.

—¿Y a mí que me cuentas?

—¿Qué opinas de ella, humano?

—¿Human...? Bah, da igual...

Eros meditó aquellas palabras en silencio, dándole vueltas en su cabeza de forma constante. Lo que la anciana le contó en verdad explicaba muchas cosas y él lo sabía de sobra: los Centinelas no estaban preparados para una guerra. No sobrevivirían otra.

—¿Buscas esperanzas? Porque conmigo no encontrarás lo que...

—Hemos sobrevivido eones sin la ayuda de ningún humano, ¿qué te hace pensar que buscaría expectativa sobre los hombros de un simple mortal? —Eros quiso protestar, pero la Gran Madre negó con la cabeza; El muchacho captó el mensaje al instante—. No vine a valerme contigo, muchacho. Me durarías un suspiro; quizás menos. Sólo abstente a una respuesta prudente y velaré porque dures más de dos lunas completas sin ser devorado vivo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora