Capítulo 59

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June

June y Éber se encontraban junto al Gran Árbol, bajo la mirada vigilante de las Nighfas, quienes estudiaban y practicaban el uso de su energía mágica. Las dos chicas debían lavar a mano las delicadas vestimentas de las Nighfas, las Alarys Lumenar, como castigo.

June tomó con seriedad su tarea y se dispuso a lavar las ropas con cuidado y dedicación. Sin embargo, sus manos inexpertas no lograban dominar las técnicas adecuadas para limpiar las delicadas telas. A pesar de su esfuerzo, algunas prendas seguían manchadas y el proceso se alargaba más de lo esperado.

Por otro lado, Éber, quien ya había sido regañada y atrapada en múltiples ocasiones, parecía haberse convertido en toda una experta en la tarea. Con una habilidad y destreza sorprendentes, tomaba las prendas y las sumergía en el agua con movimientos precisos y rápidos. Cada tela parecía rendirse a su toque, devolviendo su brillo y color original en cuestión de segundos.

—¿Cómo lo haces? —le preguntó June, incrédula.

—Lavar la ropa es un arte en sí mismo —declaró Éber, esbozando una pequeña sonrisa—. Debes sentir los pliegues de las prendas, conectar con el agua, atender a cada detalle. Debes ser una con el jabón.

June dejó de trabajar por un momento, mirando a Éber con una ceja alzada, perpleja.

—No puedes estar hablando en serio.

—¡Por supuesto que no lo estoy, tonta! —se burló con exageración—. Detesto tener que hacer esto.

—Pues no lo parece. Es como si supieras exactamente donde refregar.

June observaba con asombro cómo su amiga manejaba múltiples prendas con destreza, sin titubear en sus acciones. Era como si poseyera un conocimiento innato sobre el proceso y una intuición especial para tratar cada tela con la atención que requería. Su velocidad y destreza contrastaban fuertemente con la torpeza de June, exacerbando su inseguridad y vergüenza.

—Bueno, tampoco es tan complicado en realidad —aseguró la Nighfa, mientras sus ojos recorrían el amplio recipiente de madera con un toque de burla—. Aunque supongo que no es lo tuyo, ¿verdad? Puedes ser una Nighfa excepcional, mi querida amiga, incluso la más legendaria Loreth que jamás haya visto Velerian, pero el lavado no parece estar en tu lista de talentos. Realmente nunca lavaste algo, ¿cierto?

—Pues... no, en realidad —respondió June, sus mejillas ardieron de vergüenza.

—Ah, claro. Casi olvidaba que aún eres una princesa.

—No es mi culpa. Yo no fui la que decidió ignorar todas las normas en una misma noche.

—¡Oye! —protestó Éber—. Al menos te mostré la habitación de tu madre, algo de agradecimiento, ¿no? —Un dúo de risitas agradables llenó el aire mientras retomaban su laboriosa tarea.

—Y, por cierto —continuó Éber—, ¿lo trajiste contigo? —June alzó una ceja, expresando su confusión. Éber, por su parte, rodó los ojos con un suspiro juguetón—. El diario, tonta.

—¡Ah, claro! —exclamó June, acariciando el pequeño diario que sobresalía de su cintura—. Lo estuve leyendo esta mañana, pero me quedé sin tiempo de leer las últimas páginas.

En medio de sus tareas, mientras frotaba una prenda, June aplicó más fuerza de la necesaria sobre el jabón y el mismo resbaló de sus manos y cayó en el recipiente de Éber, salpicándola.

—¡Ey! —Fulminó a June con la mirada—. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Lo siento, se me escapó —respondió con una risa contagiosa, observando a su amiga toda empapada—. Ahora, devuélvemelo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora