Antes de la caída

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June se encontraba en un estado de trance, envuelta en un zumbido ensordecedor que resonaba en lo más profundo de su mente. Su respiración era como un frenesí desbocado, luchando por encontrar calma mientras su Alarys Lumenar, esa vestimenta tan característica que representaba la completa y total manifestación de energía que la acompañaba siempre, parpadeaba con tonos apagados y titilantes, como si supiera instintivamente cuándo reservar su energía en momentos tan críticos como aquel.

El contacto con Eros fue como un choque eléctrico, una corriente que fluía a través de ella sin un principio ni final aparente. Ya comenzaba a acostumbrarse a ello. A esa sensación pulsante y energética que, si bien no llegaba a dolerle, le entumecía los músculos y tensaba sus fibras, recordándole que aquella conexión iba mucho más que algo meramente emocional. Y, como no podía ser de otra manera, una vez más era como revivir una noche en la que jamás había estado o, como al igual que desde que era una simple niña pequeña, sencillamente era parte de una laguna que era incapaz de recordar. Pero algo parecía indicarle que había algo más esta vez. Que aquella conexión tan exótica y latente parecía haber guardado ese extremo de un lazo que, como todo en Azaroth, debía comenzar por algún lado.

Dos energías, tan similares y a la vez tan distintas, con orígenes que se remontaban mucho antes que sus propios nacimientos.

Y, si bien estaba algo confundida y pusilánime, el toque de Eros la hacía sentir protegida, liberándola del esfuerzo de preocuparse por su propia protección, por lo que su Alarys Lumenar determinó que era el momento adecuado de, tal y cómo ocurrió aquella noche en la cima de la montaña, adentrarse de lleno en aquel recuerdo inerte que sólo la energía podía mantener resguardado. Pero esta vez, un dolor punzante, tan agudo y preciso como una daga, la atrapó de repente, desafiándola a mantener su cordura. Dos halos de luz, uno violeta y otro azul, se entrelazaron, pintando un ballet de colores vibrantes mientras el libro de Éber, un último vínculo con su pasado que la recordaría hasta exhalar su último suspiro, se abrió ante su mente. Sus páginas temblaron violentamente, retrocediendo hasta el inicio de todo, hasta donde la historia debería haber comenzado.

Susurros en Aerithia cobraron vida ante ella, como una pintura en movimiento que cobraba vida en su mente. La conversación entre su madre y un hombre de cabello ceniciento parecía tener un significado trascendental, aunque las palabras fueran incomprensibles en ese momento. Sin embargo, una sensación de familiaridad y conexión ancestral la invadió, impulsándola a concentrarse hasta que finalmente se vio transportada a esa escena, como si estuviera reviviendo el pasado.

Ya había ocurrido una vez. Conocía demasiado bien ese sentimiento.

Otra Senda del Lumenar se había abierto ante ella, sin lugar a dudas. Sin embargo, esta representaba no solo su propia energía, sino también la de él; como un recuerdo entrelazado y ambiguo que había sido guardado en aquel mismo lazo que los unió para ser revelado sólo en aquel momento en particular.

Antes de que la caída aconteciera.

Parecía que aquella noche tormentosa y brisa enfurecida, la lluvia parecía rugir con una fuerza abismal, como si estuviera reprochando la situación crítica en la que Azaroth se hallaba sumido. Una pequeña niña bebé lloraba en manos de Thryna, mientras la refugiaba entre sus brazos y tan solo la dulce naricita y ojitos violáceos de una June tan pequeñita y tierna se asomaban, curiosos.

—Cumplirá con su venganza, Thaldiran —recitó la madre de June, en un Aerithia tan fluido y coordinado que hasta parecía mentira. June tenía que traducirlo en su mente para comprender y sus ojos se abrieron como platos al notar que conocía ese nombre con el que entablaba la conversación; no su rostro, pero sí su nombre. Rebuscó en sus recuerdos y dio con él: aquel hombre de la leyenda que se podía comunicar con el dragón, Agni. Thaldiran fue quien logró encontrar la cueva—. Ya lo ha hecho una vez, no podemos permitir que lo haga de nuevo. ¡No tendremos una tercera oportunidad y lo sabes!

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora