Capítulo 29

165 26 9
                                    

Eros


Eros se aproximó al grupo de los Centinelas, quienes habían dejado a un lado su entrenamiento de combate, o al menos eso es lo que parecía. Todo aquello daba indicio de que se estaba llevando a cabo una especie de ceremonia o algo por el estilo, lo que hizo que Eros encorvara un tanto sus cejas. No entendía del todo lo que estaba ocurriendo, pero una cosa estaba clara en su mente: aquellos Centinelas eran, cuanto menos, peculiares.

Varios Centinelas, en su mayoría niños, ataviados con túnicas blancas y notablemente nerviosos, se hallaban reunidos frente a la imponente líder de los Centinelas, Eleanor. Ella sostenía en sus manos una caja tallada en madera antigua, adornada con símbolos rúnicos que relucían con un débil resplandor. Aquella caja parecía contener inscripciones en un lenguaje del que Eros jamás había oído en su vida y, como era más que evidente, tampoco esperaba hacerlo ni mucho menos.

—Aspirantes —comenzó Eleanor, repasando al grupo con la mirada. Eros se detuvo a una distancia prudente y se cruzó de brazos, dispuesto a escuchar cada palabra—, se han preparado toda la vida para este momento. Días, meses, años repletos de esfuerzo, sudor y lágrimas que, tras un intenso entrenamiento, finalmente dará sus frutos. —Ella iba pasando por cada integrante, mientras los miraba a la cara. Cada vez que ellos la veían al rostro, se encogían sobre sí mismos y apartaban la mirada, como si ella fuese una presencia de lo más imponente—. Recibirán el tan ansiado y preciado Fulgurien del que tanto han escuchado hablar.

Tras decir aquellas palabras, todos los aspirantes parecieron reaccionar al unísono, como si aún no cayeran en la cuenta de dónde se encontraban y qué estaban a punto de recibir.

—Los pondrán a prueba —exclamo Reyna, ubicándose al lado de Eros. Éste le echó un vistazo rápido y enarcó una ceja en señal de extrañeza—. Deben completar la prueba si quieren convertirse en Centinelas. Los días de prueba suelen ser días caóticos y conflictivos. Los aspirantes desconfían hasta de su propia sombra... No pudimos haber llegado en peor momento...

—¿Algo más que quieras contarme? —inquirió él, aún de brazos cruzados. Reyna apartó la mirada hacia otro lado, a la vez que se pellizcaba el brazo derecho—. Digo, porque pasaste de no saber nada de ellos a saber absolutamente todo.

—No. No lo sé... todo —le respondió, incapaz de devolverle la mirada—. Pero me preparé para ser una Centinela, la mejor de hecho, y créeme, lo único que piensas cuando entrenas para ser uno de ellos, es en la prueba. No hay ni un solo día en el que no duermas pensando en tener un Fulgurien que sea solo tuyo.

Eros la contempló unos segundos más antes de devolver la mirada hacia el grupo de Centinelas. Algo le decía que aquella prueba no era algo precisamente amistoso. Y, de alguna forma, le recordaba a su propio pasado.

—No les explicaré lo que significa esto. Tampoco desperdiciaré mi tiempo en recitarles la importancia de esta prueba. —La mirada de Eleanor se intensificó, escrudiñando rostro por rostro; nadie parecía salvarse—. Si no saben algo tan básico como eso, entonces desaparezcan de mi vista ahora mismo. No son dignos de siquiera mirarlo. Un desperdicio de habilidad que no nos representa en lo más mínimo. —Eros alzó ambas cejas, estupefacto. Aquellas palabras parecían ser bastante duras para esos niños. Eleanor hizo una pequeña pausa, como si estuviese dando lugar a que alguien se saliera de la fila, pero, como era costumbre, nadie lo hizo—. Los Fulguriens son su legado y su total responsabilidad. Son su fuente de poder y protección. Son el blanco de envidias y codicias. —Un silencio inaudito llenó el grupo, solo interrumpido por el enorme nivel de nerviosismo y, depende en que aspirante, emoción—. Nuestra misión fue y siempre será la de proteger esta montaña, junto a Velerian, ante cualquier otra prioridad. Hoy más que nunca. Saben de sobra en dónde estamos parados y su significado. Si no pueden siquiera proteger algo tan preciado como el Fulgurien, entonces olvídense de poder proteger algo mucho más importante.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora