#64 Clue

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El grupo de Van Pelt camina lentamente por las calles. Rodearon varias manzanas y se reagruparon en el predio de la radio. Varios heridos son acarreados en improvisadas camillas fabricadas a partir de los restos de las barricadas. Fuertemente armados, doblan la esquina y ocupan la cuadra donde atacaron a los senegaleses. Registran el lugar y, luego de eliminar a cinco podridos, se disponen a descansar allí.

-Van Pelt: ¿Cómo están?

-Tienen heridas muy complicadas. No creo que aguanten otro día de viaje.

-Van Pelt: Bueno.

-Señor, ¿está bien?

-Van Pelt: Solo pienso. Tampoco tenemos mucha comida. ¡¿Pero qué mierda?!

Se apresuran por la calle y encuentran el cuerpo de uno de los suyos colgando de la rama del árbol, balaceándose con peso muerto.

-Fueron ellos, los negros.

-Van Pelt: No, esto no es obra de ellos. Tienen compañía, ayuda. Vi varios comunes entre ellos. Por eso dispararon, por eso mataron y por eso se defendieron. Estos africanos son miedosos por naturaleza, no saben nada. Y menos tienen los huevos como para esto.

-¿Lo mando a bajar, señor?

-Van Pelt: Si, por supuesto. Fíjense que le pueden sacar y cocínenlo.

-¿Vamos a comer eso?

-Van Pelt: No, nosotros tenemos algo de buena carne. Dale eso a los inválidos como ultima cena. No vendrán con nosotros mañana.

Mientras tanto, a varios kilómetros de ahí, el grupo se internó en la autopista. El Flaco y Pancho dirigen el convoy, limpiando el frente. Cuando aventajan a los demás por varios metros, se detienen a registrar los autos, en busca de uno funcional y suministros.

-Flaco: ¿Quién deja un auto abandonado y se lleva las llaves?

-Pancho: Nadie piensa en el otro en este país.

-Flaco: O lo que queda de él.

-Pancho: Eventualmente encontraremos algo.

-Flaco: Espero que tengas razón. Eventualmente la autopista se va a terminar.

-Pancho: He estado pensando en volver a casa, creo que ya te lo dije, pero esta vez en serio. Volver a formar todo, como antes. ¿Qué vamos a hacer? Yo sé que dijimos basta de ciudades, pero vivíamos en una pequeña y podemos manejarlo.

-Flaco: Es tentador pero aunque volvamos al lugar de antes, ya no quedo nada de nuestra vieja vida. No sé qué lugar será para nosotros, pero hay que estar atentos. Y no podemos caminar otra vez hasta allá, somos responsables de esta gente.

-Pancho: La Plata está cerca.

-Flaco: Posiblemente ahí deberíamos intentar. Y alejarnos de esta ruta, para que no puedan seguirnos.

Joaco llega corriendo, por detrás y se posiciona en medio de ellos.

-Joaco: Tenemos que parar.

-Pancho: ¿Qué pasa?

-Joaco: Hay varios senegaleses enfermos, además del herido. Están tosiendo sangre y tienen fiebre.

-Flaco: El universo se las agarro con ellos, hermano.

-Joaco: Están cansados, todos estamos. Suficiente por hoy.

-Pancho: Hicimos un buen tramo, a pesar de que nos movemos lento.

-Flaco: Por allá hay una rotonda, ¿pueden ir esos metros?

-Joaco: Espero que sí. Voy a decirles un último esfuerzo.

Poco tiempo después el grupo entero se posiciona en el pasto que es rodeado por el asfalto circular que forma la rotonda. Utilizando los postes de luz y las señales viales clavadas en el suelo, logran crear tiendas improvisadas colgando sabanas y colchas mediante cuerdas.

Gonzalo, Martin y Joaco están dentro de una camioneta familiar. Entre los tres, a fuerza de empujones, golpes y patadas, logran arrancar los asientos delanteros y arrojarlos a la autopista, sumándolos a otros cinco que ya tenían.

-Gonzalo: Con esto le alcanza y sobra.

-Martin: Podríamos hacer lo mismo para nosotros, pero ya me duelen los tobillos.

-Joaco: No cuenten conmigo. Ni siquiera sé si voy a poder dormir. Vamos, llevemos todo esto de vuelta.

Los asientos van a parar como rudimentarias camillas para los enfermos, quienes reposan bajo las carpas improvisadas.

El Flaco, Pancho y Gabriela vuelven con varias ruedas de auxilio, pasto y algunas tablas, que colocan en medio de todo el campamento. Minutos después, tienen una fogata ardiendo frente a ellos.

-Gabriela: Perfecto.

-Flaco: Como un buen piquete.

-Joaco: ¿Les llega calor a los de adentro?

-Gonzalo: Yo me estoy quemando las pestañas y no estoy tan lejos. Seguro que ellos están bien.

-Pancho: ¿En serio están bien?

-Gonzalo: No sé. Tampoco me voy a fijar, mira si es contagioso.

-Gabriela: Sam los está cuidando. Si pasa algo nos va a avisar.

-Flaco: Hablando de eso, vamos a tener que cuidar la zona. Tomemos turnos.

-Martin: Yo puedo quedarme. No tengo sueño realmente.

-Joaco: Ni yo.

-Gabriela: ¿Vos? Vos estás muerto. Anda a dormir.

-Joaco: ¿Segura?

-Gabriela: Segurísima. Ustedes también. Vos, Flaco, tenes ojeras.

-Flaco: Eso me hace sexy. Todavía más.

-Pancho: Tiene razón, necesitamos dormir.

-Martin: Esperen. Esta mochila tiene algo de comida. Comamos antes de dormir.

-Joaco: Gracias. Buen provecho.

-Flaco: No hablo. Comiendo.

-Pancho: ¿No encontraste una mochila con asado?

-Martin: La próxima

-Gabriela: ¡O con ropa limpia!

Más tarde, mientras todos duermen y el sol continúa bajando, Martin está sentado en el extremo de la rotonda, mirando al norte, a la silueta de la ciudad a lo lejos.

-Gabriela: ¿Queres que te cubra?

-Martin: No, estoy bien. Anda a dormir si queres. Está todo tranquilo.

-Gabriela: Me siento acá, estoy bien. No tengo sueño tampoco.

-Martin: Bueno, como quieras. Me viene bien algo de compañía.

-Gabriela: ¿Es lindo, no? El cielo, las nubes, Buenos Aires por el fondo. Casi parece un cuadro.

-Martin: Si...

-Gabriela: Ya se. Debes pensar que soy una boluda, hablando de eso y rodeados de porquerías de ciencia ficción.

-Martin: No, está bien. En realidad, mirando bien, el paisaje no es lo único lindo.

Gabriela sonríe y se sonroja levemente, mirando al piso y mordiéndose el labio inferior. Martin extiende su mano y toma la de ella, entrelazando sus dedos.

-Gabriela: ¿Crees que todavía pueda existir esto?

-Martin: Ojala. Sería algo lindo por que luchar.

Ambos se acercan y se abrazan mutuamente, dándose calor y sonriendo. El humo negro se eleva, por entre las casas, árboles y edificios, al cielo nuboso, que se tiñe de un naranja oscuro a medida que el sol se esconde en el horizonte. Desde lejos, en la subida a la autopista, Van Pelt señala esa débil humareda irregular y sonríe.

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora