#116 Loyalty

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-Alejandro: Llévenlos al depósito. Ya tengo planes.

Alejandro acarició la cabeza de Luis, que no dejaba de llorar, mientras los soldados llevaban a Martin, Gabriela y Pancho y arrastraban al Flaco desmayado. Inmediatamente se acercó a Natalia y cortó sus ataduras con un cuchillo.

-Alejandro: Te agarraron muy fácil, Nati.

-Natalia: ¿Qué querías que hiciera? Fui con los tipos más boludos y encima los que sacamos a buscar cosas estaban complotados entre ellos. Tenes que investigar quien hizo eso.

-Alejandro: ¿Perdón? ¿Vos....? ¿Vos me estás diciendo lo que tengo que hacer?

-Natalia: No.

-Alejandro: Me parecía. Quería saber si tenías el claro quién manda y quien obedece.

-Natalia: Usted, señor.

-Alejandro: Perfecto. Yo sé lo que tengo que hacer y lo voy a hacer.

-Natalia: Pero, ¿por qué hiciste esto? Te hubieras sacado un problema de encima. ¿Para qué queres ese bebé?

-Alejandro: ¿Y a vos que te importa? Date cuenta, vos no sos nadie. Sos alguien ahora, porque estas buena y me caes bien. Por ahora. Te estas volviendo blanda. No sé por qué, no me interesa, pero si queres seguir teniendo privilegios, volve a hacer lo que quieras. ¿Entendiste?

-Natalia: Si, señor.

Alejandro sonrió y se acercó a Natalia, tomándola por la cintura. Bajó su cabeza y la besó en el cuello.

-Alejandro: Me vendrías bien como dama de compañía. Me estoy aburriendo de las que tengo.

-Natalia: Estoy contenta con mi posición actual.

-Alejandro: Bueno. Si queres mantenerla, más vale que mates a todos tus amiguitos. No sé qué hacer con el bebé. Pero ya lo voy a decidir. Lo mismo va para vos.

El Flaco fue dejado solo en una celda oscura, lejos de los demás. Las tres paredes eran de ladrillos rojos al descubierto, mohosas, frías e insalubres. Cubriendo la entrada tenía una serie de barrotes de hierro, incrustados en la pared. La única puerta era de acero y sujeta con tres candados y cadenas.

Cuando él despertó y volvió en sí, intentó ponerse de pie. Estaba mareado y cayó contra la pared, teniendo que apoyar sus manos y brazos en la pared para evitar golpearse. Se sentó en la oscuridad, cerrando los ojos e intentando clarificar su mente. Mientras lo hacía, escuchó pasos en el oscuro pasillo al otro lado de los barrotes, que se detuvieron frente a su celda.

De repente, algo pasó volando por entre los hierros, cayendo cerca de su pierna. Era una botella de agua. La tomó y bebió de ella, antes de levantar la vista.

-Flaco: Sos la última persona que esperaba ver.

-Natalia: Bueno, después de que mantuviste atada no quise perder el contacto.

-Flaco: Me imagino.

-Natalia: Cuando termines, necesito la botella. Tuve que hacerle muchos favores para venir acá.

-Flaco: ¿Sabes dónde están mis amigos?

-Natalia: Del otro lado. Es un poco más lindo que esto. Pero están bien. Por lo menos por ahora. Igual que el bebé.

-Flaco: Me quedo un poco más tranquilo.

-Natalia: Vos sabes que esto es culpa tuya, ¿no? Ustedes podrían estar libres. Vos podrías estar libre.

-Flaco: Nati, vos podes pensar lo que quieras y actuar como quieras. Pero al final, cuando te vas a dormir, cuando estás sola, hay una voz que te habla. Ahí está la verdad. Yo puedo estar encerrado y golpeado, pero no me arrepiento. Defendí a mi familia.

-Natalia: Yo también estaba en un grupo, como ustedes. Éramos casi igual a ustedes. No sabíamos mucho. Empezamos a tener problemas de comida, nos robaron, no teníamos un lugar seguro. En seguida esos amigos, esa familia se empezó a dar vuelta. Yo tuve un accidente mientras buscábamos comida y se me infectó una pierna. Ellos me abandonaron. Y ahí apareció Alejandro. Me encontró con 40 grados de fiebre, deshidratada y desnutrida. Me curó, me cuidó, me dio comida y me ayudó a regresar. Desde ahí, todo me lo gané. Eso se llama lealtad.

El Flaco agarró su buzo por el cuello y lo bajó, enseñándole la herida de bala que tenía en el hombro. Luego lo levantó, dejando a la vista la cicatriz en su abdomen.

-Natalia: ¿Y no mataron con eso?

-Flaco: No. ¿Y sabes que hicieron ellos? Me ayudaron. Arriesgaron su vida para ayudarme. Eso hacen las familias. Yo no estaría acá sino fuera por ellos y por tantos otros que ya no están con nosotros.

-Natalia: ¿Y que queres decir con todo esto? ¿Tengo que llorar por lo que perdí?

-Flaco: Antes que me noquearan escuché que no le importabas mucho a Alejandro. Te ve solamente como otro soldado, solamente importante mientras le sirvas para lo que él quiere. Vos tenes que ser leal a los que te quieren.

Natalia extendió la mano por entre los barrotes, abriendo su palma.

-Natalia: Necesito la botella.

El Flaco bebió hasta la última gota y se la arrojó.

-Natalia: Gracias. Nos vemos.

-Flaco: Hey. No te enojaste porque te dije Nati.

-Natalia: Supongo que te la puedo perdonar por hoy.

-Flaco: Gracias. Y gracias por el agua. Si podes darles una mano a mis amigos...

-Natalia: Voy a hacer los posible.

-Flaco: Gracias. Nos vemos.

Natalia apretó los labios y sonrió, atravesando el oscuro pasillo y dejando al Flaco en la fría celda.

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora